Cuesta arriba
Cuesta abajo
En Granada hay una calle que se llama Recogidas y que es el camino más habitual para ir de mi casa al centro, a Puerta Real (en nuestro idioma Puertaral) Se llama así porque antiguamente estuvo ahí el Beaterio de Santa María Egipciaca, donde internaron a Mariana Pineda antes de llevarla al patíbulo. Este convento, fundado en 1594 por el arzobispo Pedro de Castro, acogía a prostitutas con el fin de ayudarlas a cambiar de vida, por lo que también se conocía como Beaterio de las "recogidas" (o “arrecogías”, como las nombra Martín Recuerda en su obra “Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipciaca”) y, al parecer, en tiempos de Mariana Pineda, acogía también a presas políticas.
Como digo, es una calle muy céntrica, muy comercial, llena de tiendas y, en tiempos normales, muy concurrida por jóvenes, que forman corrillos en las puertas de las tiendas, obligándote a sortearlos o a pedir permiso para pasar. Yo he conocido esta calle más estrecha y más corta, pues luego la ensancharon y la prolongaron por lo que entonces era todavía Vega, hasta desembocar en el Camino de Ronda. Y esta calle, desde la mitad más o menos, tiene una suave pendiente, que no la notas más que a partir de cierta edad. Yo recuerdo subirla con mi padre y decirme: Amaina el paso que entramos en la cuesta... Y yo reírme en mi interior porque no notaba ninguna cuesta. Pero, claro, en mi interior, que un padre merece respeto.
Pasan muchos años, la subo por primera vez con ese amigo joven -al que menciono con frecuencia, pero que, por desgracia, nos lee muy poco últimamente- y llega el momento en que tengo que decirle: No me corras, que vamos en cuesta… Él se descojona de risa (sin ningún respeto) y yo le digo lo que a Una mirada en la entrada anterior: Ya la notarás, ya. Es solo cuestión de tiempo y de vivir lo suficiente.