Llevamos ya más de una semana de Feria del Libro y esta noche, en el Parque García Lorca, delante de la casa del poeta, se ha celebrado un acto titulado: “Lorca, muerte de un poeta”. Episodio final y mesa redonda con Ian Gibson, Nickolas Grace y Alberto Conejero. Por si alguien no lo recuerda, se trata de la serie dirigida por Juan Antonio Barden y estrenada por TVE en 1987, y cuyo protagonista fue el mencionado Nickolas Grace, que estaba hoy presente. El acto prometía, me venía cerca y, sobre todo, me hacía ilusión fotografiar a Gibson delante de la casa de Lorca, delante de esa puerta que he fotografiado tantas veces. También, si había ocasión, podría decirle que leí su primer libro sobre el asesinato de García Lorca cuando la censura de Franco lo tenía prohibido, cuando, publicado por Ruedo Ibérico en Francia, nos lo trajo J.A. y nos lo pasamos de mano en mano, forrado para que no se viera la portada.
Así que, con bastante anticipación y aunque la tarde estaba un poco revuelta y se levantaba viento frío, me voy al parque con mi cámara. Pero cuando llego me encuentro a Ian Gibson tal como lo podéis ver en la foto: dedicando libros y rodeado de jóvenes que se hacen selfies con él uno detrás de otro. Gibson que se sienta a escribir, Gibson que se levanta para hacerse la foto… y se sienta de nuevo. Y yo, que no encuentro el momento de cumplir mi plan porque, quizá por primera vez en un acto de estos, me siento fuera de lugar, fuera de tiempo, fuera de todo. No encajo allí. Una mujer de mi edad allí sola, anocheciendo en el parque, con su cámara en la mano, solo con estar dando vueltas entre la gente ya llama la atención. Noto que me miran con curiosidad, dudando quizá de que esté en mis cabales, y me siento en una silla a esperar que Gibson cambie de lugar y su corte de jóvenes se disperse. Pero no, pasa el tiempo, llega la hora de comienzo del acto, avanza hacia la mesa presidencial, yo hago con el móvil la última foto del recinto lleno de público… y me vengo a mi casa. Me ducho y me pongo a cenar en pijama y bata. Lo que me corresponde, lo que es propio de una anciana a las diez y media de la noche. De una fría noche de primavera, en la que no muy lejos, en el parque que he convertido en el jardín de mi casa, se habla de un poeta que terminó sus días cuando yo iniciaba los míos.