24/11/11

Yo confío, tú confías, él confía....


Hace muchos años, cuando vivía en la otra casa, llegaron unos vecinos enfrente con los que pronto hicimos amistad. Eran un matrimonio con hijos y él tenía un cargo importante en un banco, por lo que en una época en que nadie nadaba en la abundancia, ellos demostraban estar en buena posición y gastar el dinero generosamente, con lo que se granjearon alguna que otra envidia entre los vecinos.

Hasta que un día se destapó en la prensa que en su banco se había producido un desfalco del que lo acusaron a él y a otro cargo que huyó al extranjero, suspendiéndolo de empleo y sueldo a la espera del juicio.

Los vecinos entonces sacaron a relucir su envidia, dijeron:

-Con razón gastaban tanto…

Y la mayoría dejaron de tratarlos e, incluso, les retiraron el saludo. Pero nosotros no. Mi padre dijo:

-No se puede condenar a nadie antes de que lo condene la Justicia.

Y seguimos como si no hubiera ocurrido nada. A mí también me resultaba imposible que aquel señor tan amable y con tanto sentido del humor hubiera hecho algo malo y me enfadaba cuando alguien hablaba mal de él.


El tiempo fue pasando, el juicio se demoró como se demoran todos los juicios y, mientras, vimos como aquella familia restringía gastos y se veía que lo estaba pasando mal. Ella siempre estaba triste, los hijos iban y venían al colegio sin jugar con los otros niños en la calle y él sufrió un infarto del que se recuperó quizá en contra de su deseo.

Hasta que por fin se celebró el juicio y aquella mañana la señora cruzó la calle corriendo, llegó a mi casa y nos abrazó a mi madre y a mí diciendo que a su marido lo habían absuelto totalmente y añadió:

-Habéis sido los únicos que no perdisteis la confianza en él.

Yo llamé a mi padre a la oficina y cuando se lo dije contestó con toda tranquilidad:

-Ya te advertí que no se puede condenar a nadie antes de tiempo.


Poco después lo contrató como director un banco más importante que el primero, con lo que se disipó la menor duda que pudiera haber quedado sobre su inocencia.

Y es que la confianza en las personas es indispensable, por lo que siento pena de aquellos que dejan anidar en su corazón la desconfianza, de forma que son capaces de condenar al primer indicio de sospecha. Ellos mismos pagan su pecado, ellos jamás podrán disfrutar de aquello que disfrutamos mis padres y yo hace tanto tiempo.


19/11/11

♫ ♫ Oh, happy day! ♫ ♫





Hoy es el llamado Día de reflexión, pero yo creo más bien que es nuestro día, el día del ciudadano de a pie, que ha soportado una campaña electoral de 15 días, más una pre-campaña de no se sabe cuantos meses, en las que los políticos lo han machacado con promesas que todos sabemos no cumplirán, han invadido su buzón, se han apoderado de su televisión convirtiendo los informativos en monotemáticos, han llenado sus calles de carteles con menos glamour que una gaseosa y han intentado convencerlo de que el color de su corbata en un debate salvará al país de la crisis.

Pero hoy –por fin- llega nuestra venganza. Un segundo después de las 24 horas todo ha terminado, ya no pueden hacer más y deben permanecer inactivos a la espera de que nosotros decidamos mañana coger una papeleta y meterla en una urna. ¡Que impotencia la suya y que poder el nuestro! Ahí los tenéis, afónicos y ojerosos, refugiados en sus guaridas (léase sede del partido), comiéndose las uñas, repasando informes y encuestas, dándole vueltas una y otra vez a lo que hicieron mal o dejaron de decir en aquel mitin. Ya no pueden dar una octavilla a la señora que vuelve de la compra o al jubilado que toma el sol en el banco, ni pueden levantar en alto al sonrosado bebé de la chica de Nuevas Generaciones. Se acabó, señores y señoras. Ahora es nuestro turno. Este es nuestro día. ¿Habrá cosa más hermosa? Amigos, españolitos todos,


¡¡¡FELIZ DÍA DE REFLEXIÓN!!!


14/11/11

El barrio






Por los años 60-70, cuando el campo granadino se fue despoblando y sus habitantes emprendieron la marcha hacia Europa, Cataluña y el País Vasco, algunos de ellos quedaron en la ciudad aprovechando el poco trabajo que se iba creando aquí. Empezó entonces la construcción de barrios que invadieron la Vega, convirtiendo las fértiles tierras en ladrillos y cemento de unos edificios sin calidad, que aprovechaban al límite el terreno en calles estrechas y alturas desproporcionadas.

Uno de esos barrios fue naciendo cerca de donde yo vivía entonces –y vivo ahora- y vimos a nuevos vecinos en las tiendas que también fueron surgiendo. Se les notaba el desarraigo, el trabajo de adaptarse a las nuevas costumbres, pero eran parejas jóvenes que pronto encontraban su sitio en la ciudad. Sin embargo, muchos trajeron con ellos a los abuelos para no dejarlos solos en el pueblo y estos lo llevaban peor. Las mujeres, al menos, bajaban a las tiendas e iban haciendo amistades y hasta podían encontrar ancianas de pueblos cercanos al suyo con las que intercambiar recuerdos, pero los que peor se adaptaban eran los ancianos, a los que se les veía sentados en las terracitas, solos y sin otro horizonte que la fachada de enfrente. Muchas veces los miraba al pasar y pensaba que acaso echarían de menos la plaza del pueblo y los amigos que allí se reunían día tras día, añorarían los árboles, el pilar, la taberna o el vecino que pasaba tirando de la mula camino del campo o de vuelta de la faena.

Pasaron los años, los ancianos murieron, esta generación de inmigrantes se integró o volvió al pueblo y sus hijos quizá emigraron también a otras tierras o a otras zonas de la ciudad. El barrio se fue despoblando y nuevos inmigrantes ocuparon los pisos vacíos. Venían de más lejos, habían cruzado el Estrecho en patera o el Océano como turistas para luego quedarse y buscar el trabajo que escaseaba en sus países. Nos acostumbramos entonces a oír otros acentos, el dulce hablar americano o las voces recias y elevadas de los subsaharianos.

Pero llegó la crisis, la falta de trabajo, y estos inmigrantes también han ido desapareciendo, con lo que los pisos de estas casas, cada ver más deterioradas y con peor aspecto, han vuelto a quedarse vacíos y muchas tiendas van cerrando por falta de clientes. Me pregunto si algún día habrá otra inmigración que las ocupe dando vida al barrio, o si estarán destinadas al derribo cuando el próximo boom de la construcción repare en que están lo bastante céntricas como para poder convertirlas en viviendas de lujo.


7/11/11

Dos canciones



Como ya hice en otra ocasión, me gustaría que recordáramos hoy dos canciones, una de aquí y otra de allende los mares. La primera –para ser corteses- me la dio a conocer no hace mucho una amiga de La Pampa, enamorada de sus plantas y amiga de sus amigas. Se trata de Apóyate en mí. Letra y música de Alberto Cortez y cantada por el autor en dúo con Estela Raval, la voz solista de Los cinco latinos.

La segunda es Ten cuidao, la antigua copla de Rafael de León y el maestro Solano, en la versión de Mayte Martín, una cantaora que ya ha estado en este blog varias veces.










1/11/11

La colina de los chopos






La Residencia de Estudiantes, desde su fundación en 1910 por la Junta para Ampliación de Estudios hasta 1936, fue el primer centro cultural de España y una de las experiencias más vivas y fructíferas de creación e intercambio científico y artístico de la Europa de entreguerras. En 1915 se traslada a su sede definitiva en la madrileña Colina de los Chopos. Durante toda esta primera etapa su director fue Alberto Jiménez Fraud, que hizo de ella una casa abierta a la creación, el pensamiento y el diálogo interdisciplinar. Tanto la Junta como la Residencia eran producto de las ideas renovadoras de la Institución Libre de Enseñanza, fundada en 1876 por Francisco Giner de los Ríos.

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Uno de los primeros residentes desde la época en que estaba en la calle Fortuny fue Juan Ramón Jiménez, que encontró en aquel ambiente intelectual, selecto y exigente el sitio ideal para su creación. Allí se sintió feliz, hizo amistades y siguió paso a paso las obras de los nuevos edificios del alto del Hipódromo, que él denominó Colina de los Chopos cuando se sembró aquel terreno despoblado y árido de miles de chopos que fueron creciendo bajo su mirada.

Ahí están echados todavía en el suelo, con sus raíces en el esportón de tierra madre, oliendo a vida y a esperanza.
Han traído tres mil, y todos vamos a sembrar los nuestros. Da gusto ver los que ya están plantados, tan tiernos y tan fuertes, tan sanos y tan vivos. con sus tiesas hojitas, sonajas aleteantes, y su amorosa agua al pie, empezando ya a arraigar y a sostener el cielo.

Ahora esa mítica Residencia, dentro de las celebraciones de su centenario, ha creado la web Edad de Plata con valiosos documentos digitalizados, que incluyen los archivos de Federico García Lorca y de la Junta de Ampliación de Estudios, así como 32 colecciones de revistas que reflejan lo que fue la vanguardia cultural en aquel momento. En total, 14.000 páginas que corresponden a 8.271 artículos de 1.700 autores. Con su potente buscador se pueden encontrar rápidamente artículos, fotos, bibliografía de los residentes, etc. y se puede acceder a las relaciones entre movimientos literarios, tertulias, revistas y libros.