Si habéis visto recientemente algún programa o vídeo del "cocinero de la tele" o sea, Karlos Arguiñano, habréis comprobado que algunos días lo acompaña uno de sus numerosos hijos, Joseba, que al parecer es panadero, pero se está iniciando en la cocina y su padre introduciéndolo en su programa, supongo que con la intención de que ocupe su puesto cuando decida jubilarse, que edad tiene para ello desde hace tiempo.
Y ahí están los dos, el hijo cocinando con entusiasmo y el padre, como muy atento y admirado, haciéndole de pinche.
Y ahí estoy yo, viéndolos mientras almuerzo y pensando que son el claro ejemplo de la diferencia entre la cocina que se hacía antes y la de ahora. Me explico.
Mientras Arguiñano padre comienza su receta poniendo ante sí en la mesa de trabajo el alimento a preparar más tres o cuatro cacharritos con los ingredientes que va a añadir, al tocarle el turno a Joseba, los cacharritos se multiplican de tal manera que, cuando los recorre enumerándolos, me acuerdo de aquella odiosa Tabla Periódica de los Elementos, que tanto nos hizo sufrir en 5° de Bachillerato.
Pero es que también me acuerdo de cuando mi madre me decía que si le echas muchas "cosas" a una carne o un pescado, termina sabiendo a esas "cosas" y no a la carne o al pescado. Dicho más técnicamente, que los ingredientes añadidos enmascaran y ocultan el sabor del ingrediente principal. Y yo añado como colofón, que ese plato termina no sabiendo a nada en concreto, igual que esos zumos "multifrutas" de sabor irreconocible.