7/3/24

Religión

  


      Siguiendo con el tema del post anterior, supongo que todos sabéis quién es Marie Kondo, esa madre de familia japonesa, que ha convertido el orden en una religión llamada KonMari de la que ella es la suma sacerdotisa. Y como toda religión, la KonMari tiene sus mandamientos, el primero de los cuales es que, para conseguir ese orden supremo, es necesario el minimalismo en todo. En la decoración, los objetos que guardamos... todo. Sin dejar claro si cuadros, libros y objetos artísticos son también cosas inservibles de las que debemos desprendernos rápidamente para alcanzar la armonía y la felicidad.

       Curiosamente, la señora Kondo y su religión han tenido un éxito aplastante. Una legión de conversos la sigue fervorosamente, “minimaliza” su vivienda y se dedica con entusiasmo a doblarlo todo, convirtiendo camisas, pantalones, sábanas y bolsas de plástico en paquetes irreconocibles que, una vez colocados verticalmente estilo libro, corres el riesgo de hacer la cama con paños de cocina o sonarte la nariz con unos calzoncillos.
      Bueno, pues doña Marie ha arremetido ahora contra los hogares españoles que, según ella, incumplen gravemente los mandamientos de su religión acumulando objetos no necesarios. Critica también nuestra costumbre de no quitarnos los zapatos al entrar en una casa y que conservemos la misma decoración en los cambios de temporada. Y, según ella, también nuestras camas tienen exceso de “capas” y deberíamos desechar colchas, sábanas y cobertores. Por último, remata censurando el bidé en los cuartos de baño.
      Ante estas críticas a nuestras casas, lo primero que le diría a la sacerdotisa si me la echara a la cara, es que, puestos a hablar de costumbres, puede ser que su abuela aun camine con pasitos cortos gracias al martirio que sus pies sufrieron de niña para que no crecieran. Que ya es costumbre esa... Y después, quizá terminara recordando lo que le contesté hace años a un albañil que, al vaciar un armario ropero para intervenir en él, me había dicho: Señora, ¿por qué tiene usted tantas cosas? Y yo, que ya había tenido con él ciertos desencuentros, le contesté: Pues porque esta es mi casa y hago en ella lo que me da la gana. ¿Capta el mensaje, doña Marie

21/2/24

Calor de hogar



      Algunas veces digo que me gustaría tener mi casa más limpia y ordenada...pero no mucho. Me explico. Las casas muy perfectas en las que todo está reluciente y no hay nada fuera de su sitio, me parecen como con poca vida, me dan una sensación de frialdad semejante a la de una tienda de muebles o una exposición. No hay vida en ellas, es como si las personas que las habitan estuvieran de paso y no dejaran huella. Yo necesito una casa con periódicos, el móvil y las gafas encima de la mesa, con un libro, una fotografía, una nota escrita en papel sobre un mueble o el folleto del supermercado en la encimera de la cocina. 

      Y necesito también que, cuando alguien me visita, se note luego. Ver que hay algo fuera de su sitio, que el sillón donde se sentó está ligeramente cambiado de postura o la puerta del baño cerrada cuando yo siempre la dejo abierta. Necesito ver la huella de su paso en mi soledad. 

 

12/2/24

El invierno de la sandía


Esto NO es una sandía

 

 


Esto es una bandera  



6/2/24

Una noche de febrero




      Esta noche, tal vez a causa de la conversación con un amigo, he recordado un hecho de mi vida perdido en el tiempo. Me he visto sentada en esa butaquita baja que hay junto a mi cama, llorando a lágrima viva porque un señor de Murcia me había plantado pocos meses antes de la boda, con el ajuar y hasta los cubiertos comprados. Y he visto a mi padre al lado, agachado o de rodillas, a mi altura, hablándome, consolándome y diciéndome que mi vida no acababa allí, que era joven y podría volver a enamorarme. Pero yo lloraba y lloraba, y no se el tiempo que estuvimos así... ni si mi padre tendría agujetas por la postura al día siguiente.

      Muchas veces a lo largo de mi vida, he recordado aquello y he pensado que la relación padre-hija es única, que todos los hombres que son padres deben cuidarla porque no van a tener otra relación mejor en su vida. Y que no van a ser para nadie lo que son para sus hijas.

...

Dedicado a mi padre, que esta noche, a las 4:30, hará treinta años que besé su mano y le dije adiós.



21/1/24

En la Constitución

 


       Hace unos años, escribí aquí de las tres periodistas que habían sustituido al recientemente fallecido Manuel Alcántara en la columna que cierra la última pagina del periódico IDEAL de Granada. Con el paso del tiempo, dos de esas chicas dejaron de escribir en ella, quedando solo Rosa Palo y entrando en escena dos hombres: Pío García y J.R. Alonso de la Torre. Pues bien, este último, cuando se empezó a hablar de la reforma de la Constitución para sustituir la palabra disminuidos por personas con discapacidad, publicó una columna, que guardé porque me había gustado su forma de decir que le daba igual que lo llamaran disminuido o discapacitado, que lo importante no es eso, sino cómo convivimos con la discapacidad o, mejor dicho, cómo los que nos rodean nos hacen convivir con ella. De eso, de los demás, depende cómo nos sentimos, no de que nos llamen de una forma o de otra.

      ¿Que por qué hablo en primera persona? Pues sencillamente porque a mi edad todos hemos visto disminuir nuestras facultades físicas y mentales, todos somos disminuidos o personas con discapacidad. Y lo somos sin carnet, sin ninguna contraprestación, ninguna ventaja. Sin que ni siquiera se nos incluya en esa denominación que ahora cambia.

Pero vayamos al artículo. 

 

Disminuidos

Ideal

28 Dec 2023

J. R. ALONSO DE LA TORRE

      Soy disminuido desde que cumplí 20 días. Bueno, además de disminuido, he sido también minusválido, inválido, impedido, anormal… Incluso me han llegado a calificar, sin acritud y con caridad, como subnormal. Cuando nací, mi brazo derecho estaba un poco amoratado. El ginecólogo recomendó friegas de alcohol hasta que un médico perspicaz diagnosticó gangrena, me llevaron a Madrid con urgencia, me amputaron el brazo derecho casi a la altura del hombro y así pasé a ser constitucionalmente disminuido.

      Mi vida está jalonada de anécdotas tan divertidas como cuando en Normandía, en Pegasus Bridge, un grupo de jóvenes norteamericanos se cuadró ante mí creyendo que era un superviviente del desembarco. Yo respondí al saludo y no les aclaré el entuerto porque me molaba pasar de minusválido a héroe de Normandía en un plis plas. Como toda la vida he tenido un solo brazo y, salvo atarme los zapatos, lo hago todo con él, incluso pelar patatas o el nudo de la corbata, me parece que yo soy normal y que al resto del mundo le sobra un brazo.

      Cuando empezaron a publicarse normas de estilo periodístico sobre el tema, me buscaban las asociaciones de discapacitados y me pedían que las divulgara en los periódicos. Yo lo hacía con mucha solidaridad, pero con poca convicción. En realidad, me da lo mismo cómo me llamen: entre disminuido y discapacitado no sé con qué término quedarme. He asistido a diversas jornadas sobre inclusión y arte dramático y los especialistas me han convencido de que debemos llamarnos diversos o diversos funcionales. Qué quieren que les diga. En verdad, creo que lo que debo hacer es sacudirme la pereza y aprender a atarme los zapatos, que ya va siendo hora.

 

10/1/24

El pandoro



      Esta Navidad, un amigo me ha regalado un pandoro, eso parecido al panettone... pero que no es panettone, según leo en Internet. Ahí leo también lo complicado de su elaboración y, en la letra pequeña del envase, los ingredientes, selectos y caros. Días después, cuando el donante del pandoro me pregunta si me ha gustado, le contesto la verdad, como siempre, y le digo que está bueno, pero no mejor que una simple magdalena de aceite de oliva bien hecha, que se hace en 20 minutos y es mucho más barata. 

      Por el tono de su respuesta, deduzco que se ha puesto las manos en la cabeza y cruzo los dedos para que no pase por ella lo de la miel y el asno.

 

1/1/24

Año Nuevo

 

 

Paz en el mundo y un buen año para todos


25/12/23

Navidad


      En este mundo hoy convulso por las guerras y el odio, en una Palestina ahora ensangrentada, nació Aquel cuya llegada celebramos hoy. Recibámoslo con un canto de amor, con la canción de León Gieco Solo le pido a Dios, cantada por primera vez en español, árabe y hebreo. Tres idiomas, un mismo corazón. Y una misma petición por la paz en Oriente Medio y en todo el mundo.


 

Paz y bien para todos en esta Navidad y siempre. 

 

16/12/23

De nuevo, Natalia

 

      Nunca he seguido los premios Grammy, ni siquiera los Latinos, a pesar de estar en nuestra lengua y de que muchas veces los han conseguido artistas españoles. Por eso, este año me llevé la sorpresa de que la gala de entrega de los premios se había venido a Andalucía. O sea, a Sevilla, a su Palacio de Exposiciones y Congresos. Y también me enteré de que varios de esos premios han sido para una mexicana de la que hablamos en este blog hace un par de años: Natalia Lafourcade. Concretamente, el premio a la mejor grabación del año, al mejor álbum de cantautor y a la mejor canción de cantautor. Todo ello por el álbum titulado De todas las flores, un álbum muy intimista, escrito, al parecer, en un momento malo de su vida y con varias canciones notables, de las que tengo que destacar la que da nombre al álbum, que es una canción del tipo que me ha gustado siempre: triste, melancólica, pero con ritmo. Es decir, bossa nova. En la línea de João y Astrud Gilberto, la inolvidable Chica de Ipanema.

      En YouTube está el álbum completo, pero me voy a limitar a mostraros aquí De todas las flores.


2/12/23

Niños

      Ayer empezó diciembre y yo rompí a llorar viendo el telediario. No se si es que, con el mes, entro en “modo sensible” o que las imágenes de niños heridos en Gaza me sobrepasaron, pero el llanto se me vino a los ojos a oleadas, como un río. Y tuve que salir de la habitación huyendo de esas imágenes, que me herían hasta lo más hondo.

      ¿Es que nadie va a parar esto? ¿Es que a nadie le importa? ¿Es que todos vamos preparar nuestra Navidad ignorando lo que allí ocurre? Gaza, Ucrania... Sufrimiento, dolor, muerte... ¿Y nosotros llenando el congelador de marisco?

      Hoy, 2 de diciembre, he tenido todo el día en la memoria un poema que ya publiqué hace tiempo, pero que no me resisto a mostrar de nuevo.


20/11/23

Todo hecho

 



      Cuando una anciana se va voluntariamente a una residencia, el argumento principal es: Te lo dan todo hecho. Y eso no es malo, porque llega un momento en que se van acumulando cosas que no puedes hacer. Quisieras seguir haciéndolas, pero no puedes y tienes que delegar inevitablemente. Como digo, eso no es malo, es soportable hasta para las personas a las que nos ha costado siempre depender de otras, pero sí hay algo que destruye a esa anciana en poco tiempo: el hecho de que, al no hacer las cosas, tampoco tiene que pensarlas. No sólo se lo dan todo hecho, sino también pensado. Ya no solo no hay que hacer la comida ni la compra, sino que no hay que pensar en lo que vas a comer o lo que tienes que comprar para ello. Es más, tampoco tienes que recordar el horario de los medicamentos que tomas ni la dosis, pues una chica llega a tu habitación con la pastilla en un vasito. Ni tienes que preocuparte por las recetas, los talonarios de MUFACE o que alguna receta te la tienen que autorizar. Ni siquiera tienes que saber cuando te toca una revisión médica, porque alguien se encarga de que no se te pase. No tienes tampoco que mirar las cortinas por si hay que lavarlas ni estar pendiente de si cobraron el IBI o hay que hacer la declaración de la Renta. Todo hecho. Que descanso. ¿Verdad? Pero poco tiempo después, un día tienen que avisarte de que es la hora de comer y al día siguiente te tienen que llevar al comedor porque ya no lo encuentras. Se paró la máquina de no usarla. Punto final. Ya no queda más que sentarte a esperar la muerte. Con la ventaja de que no sabes para qué estás sentada. 

 

12/11/23

Otra despedida

 


      De nuevo tengo que escribir aquí una despedida, en esta ocasión a un gran teólogo y un gran hombre: José María Castillo. Nos conocimos hace más de 50 años, cuando él regresó a Granada después de una larga etapa de formación, de haber participado en el Concilio como perito del cardenal Tarancón y haberse destapado como teólogo en la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes de 1971, aquella Asamblea en la que se formuló un esperanzador cambio en la Iglesia, que luego frustraron entre unos y otros.

      Curiosamente, nuestra amistad partió de un desencuentro (más bien un encontronazo) con el que pude apreciar su grandeza cuando reconoció que, en el asunto por el que chocamos, dos mujeres, una amiga y yo, teníamos razón y él estaba equivocado. Con la aureola que venía, con el sobrenombre de “El profeta” que pronto se le adjudicó, un comportamiento así tiene su mérito.

      Seguimos en contacto y pasaron los años, lo menos diez después, la Facultad de Teología se abrió a los seglares, me matriculé y asistí a sus clases. ¡Lo que discutíamos al salir del aula!... Su visión de como debía ser la Iglesia era ideal, pero chocaba de frente con lo que en realidad era y yo intentaba que comprendiera que se necesitaba tiempo para conseguir ese cambio. Desgraciadamente, ni de prisa ni despacio se consiguió. Es más, fuimos para atrás y la jerarquía le retiró la venia docendi, lo apartó de su cátedra, a lo que siguieron una serie de añadidos que rozaban las torturas de la Inquisición. Pero él siguió investigando, hablando y escribiendo un libro tras otro. Y enseñando, pues de nuestra Facultad pasó a enseñar en la UCA, la Universidad de San Salvador, sustituyendo a los profesores que habían asesinado.

      Pero no quiero alargarme más, pues Religión Digital, la revista-refugio del sector progresista de la Iglesia española, ha publicado un especial dedicado a él, en el que varios redactores y colaboradores completan la semblanza de quien ha sido uno de los mayores teólogos y un hombre singular.

      Yo solo puedo añadir que he pasado el día recordando su mirada, aquellos ojos azules suyos, serenos e inocentes como los de un niño.

      Descansa en paz, amigo Pepe, y que el Padre de todos te acoja amorosamente.