24/2/21
Por fin, la vacuna
18/2/21
Los almendros ausentes
Hace seis años, como escribí en los comentarios de esta entrada, los almendros eran los grandes ausentes en mi vida. En Granada no los hay y cuando pasaba por el Valle de Lecrín era siempre verano y ya estarían las almendras para cogerlas, así que el esplendor de los almendros floridos me era desconocido, hasta el punto de que tuve que pedir prestada la foto de la cabecera.
Por fin, unos años después y gracias al amigo que me llevó, pude conocerlos “en persona”. De cerca, en Salobreña, con ese derroche de la foto de arriba y, de lejos, me extasié ante las distintas tonalidades de sus flores, que pintan de blanco y rosa el Valle. Todo un espectáculo, os lo aseguro.
Pero este año, de nuevo los almendros estarán ausentes por los confinamientos. En la costa tienen que estar floridos hace tiempo y me han dicho que el Valle de Lecrín es ya ese espectáculo que este año nos perderemos todos.
11/2/21
El sello (Continuación)
Esta mañana, le he oído esta conversación a dos señores de pelo blanco, que estaban parados en una esquina.
-Si es que a los mayores nos tienen en el punto de mira y, a las primeras de cambio… fuera. Ni medicinas, ni UCI… Nada.
-Como que, si pudieran, nos quitaban las pensiones.
-Calla, calla, no les des ideas.
Esto es lo que está matando a los viejos. No la falta de medicinas ni de UCI, sino la desesperanza, el miedo...
4/2/21
El sello
A mí -como a cualquiera de vosotros, supongo- me han llamado de todo. Desde lo mejor, las personas que me miran bien, hasta lo peor aquellas con las que he tenido algún encontronazo, que de todo hay en la viña del Señor.
Pero lo que nunca habían dicho de mí es que no soy VIABLE. Y lo dicen los directores de UCI, unos señores a los que no tengo el gusto de conocer, que nunca nos hemos encontrado en el portal ni hemos discutido en una reunión de vecinos. Miran en mi tarjeta sanitaria la fecha de nacimiento y me colocan en la frente el sello de NO VIABLE. Ahí, bien visible, en la mismísima frente, sin poder ocultarlo con una mascarilla de las buenas. Y ahí lo llevo, simplemente porque cometí el error de no morirme antes de cumplir los 80. Igual que los judíos del holocausto llevaban un número tatuado en el brazo, yo llevo ese sello en la frente. En mi amplia frente de ser humano, que aun es capaz de pensar. Y de sentir.