27/3/11

Carteles rotos (Epílogo del anterior)



Sopló un viento de furia y agitó los carteles
-palabras de esperanza en balcones abiertos-
La tarde estaba oscura, la noche fue cayendo,
llegó un viento de guerra y amaneció despacio
la triste, gris, mañana de los carteles rotos.


Este intento de poema lo perpetré la mañana del día 20 de Marzo de 2003, cuando amanecimos metidos en una guerra que no habíamos querido. Aquella noche llovió, hizo viento y muchos de los carteles que había en los balcones se rompieron. Sirve ahora para expresar la mala conciencia de no haber colgado nuestros carteles para protestar de la guerra en Libia. En estos años hemos roto los carteles, el viento de la vida ha arrastrado el sueño que entonces defendimos de que un mundo mejor era posible.

Firmamos armisticios con la vida y decimos que es paz lo que es solo renuncia y cobardía.

20/3/11

La batalla de los carteles





En el 2003, un señor bajito y con bigote nos metió en una guerra absurda. (Cualquier parecido con otro señor bajito y con bigote más antiguo es pura coincidencia) Pero a lo que iba. Que ese señor antes de dejarse la melena se reunió en las Azores con dos señores muy importantes y, con tal de que le echaran el brazo por el hombro, acogió con todo entusiasmo la idea de buscar en un país remoto unas armas que no existían. Protestamos, firmamos manifiestos, salimos a la calle masivamente, llenamos nuestros balcones de carteles de plástico con el NO A LA GUERRA y nuestras solapas de chapitas blancas y negras, pero no sirvió de nada y en la madrugada del día 20 de Marzo cayeron bombas allá por donde Adán y Eva se comieron una manzana.

Esta triste historia todos la conocemos, pues durante muchos días los telediarios y los periódicos nos trajeron noticias de grandes bombardeos y batallas. Pero de lo que voy a hablar aquí es de mi pequeña e incruenta Batalla De Los Carteles.

Cuando la entrada en la guerra ya parecía irremediable, leí en el periódico que una asociación pacifista repartía carteles para colgarlos en los balcones y allá que me fui a por uno con la idea de que fuera algo puramente testimonial: un solo cartel en un solo balcón y durante un solo día.

Colgué mi cartel con trabajo, ya que no había forma de sujetarlo a los ladrillos de la fachada y bajé a la calle a ver como había quedado. Cuando miraba, un vecino mal encarado me dijo: ¿Tienes permiso para eso? Yo le contesté que era algo temporal, que al día siguiente lo quitaba. Subí a la casa y sonaba el teléfono. Era una vecina que me puso a parir diciendo que yo no podía colocar eso en “su” fachada. Discutimos, le dije que era mi balcón y también mi fachada, y tuve que colgarle el teléfono porque ya me estaba insultando. Cuando volví esa noche a mi casa encontré en el buzón un anónimo que me decía: Quita ese cartel del balcón o te arrepentirás. ¡Toma ya amenazas!

¿Qué hubierais hecho vosotros? Me imagino que lo que hice yo. Volver a la asociación, traerme carteles para todos los balcones y comprar una chapa para la solapa. Y ahí me tenéis lidiando día tras día con unos carteles que no querían quedarse quietos. Ocurrió que fueron días de lluvias y vientos con los que todas las mañanas amanecían mis carteles del revés y enredados en la baranda, y yo poniéndome como una sopa para intentar sujetarlos con cinta de embalar.

Mientras, seguían las protestas de los vecinos. Seguían los anónimos en el buzón, la misma señora siguió insultándome y una concejala del PP subía cuatro pisos andando con tal de no entrar conmigo en el ascensor. También la chapita de la solapa dio sus problemas, pues una amiga me dijo al verla: ¡Ave María Purísima! ¿qué llevas ahí puesto?, en el super un señor mayor estuvo a punto de pegarme y hasta el médico al que fui a por recetas me dijo que para entrar en su casa tenía que quitarme aquello.

No recuerdo exactamente cuando renuncié a mis signos externos del rechazo a la guerra, pero supongo que sería cuando terminaron los bombardeos. Pero sí sé que el tiempo se me hizo eterno, por la guerra y por mi batalla particular. Pasados meses, un amigo al que se lo conté me dijo: ¡A quien se le ocurre hacer eso en un barrio que tiene en todas las elecciones una mayoría aplastante del PP!


15/3/11

Festival de Tango 2011



Dibujo de Enrique Bonet en La Opinión de Granada



Tato (Horacio) Rébora es una institución en Granada a donde llegó en 1980 y se hizo cargo de un pequeño local –La Tertulia- que en poco tiempo convirtió en un referente de la cultura granadina y lugar de encuentro de poetas, músicos, actores, periodistas y cuantas personas se interesan por la cultura. Conciertos, recitales, lecturas de libros y una escuela de tango han encontrado sitio en tan poco espacio físico como el del local de la calle López Mezquita.

Había salido de su Córdoba (Argentina) por pies, huyendo de los militares de la dictadura que lo esperaban en la puerta de su casa y, tras un tiempo en Suecia donde confiesa que se aburrió como una ostra, terminó en Granada en la que se siente un granadino más y así lo consideramos los granadinos.

No mucho después de su llegada, en 1988, organiza el primer Festival Internacional de Tango de Granada, que este año cumple su 23 edición dedicado a Enrique Morente, gran aficionado y amigo íntimo de Tato con el que compartió muchos trasnoches en La Tertulia.

Dice Zifra que el tango sabe esperar, pero en Granada solo espera un año hasta la siguiente edición.

9/3/11

De mayores y menores



No hace mucho descubrí que estoy agregada en una página llamada Blogs de Mayores. Así, con ese eufemismo. No blogs de viejos ni de la tercera edad: blogs de mayores. Como si la edad fuera algo así como un ascenso. Con 20 años una es menor y con 70 mayor. Menudo lujo…

No estoy en contra de mi inclusión en ese blog, pues bastante trabajo se han dado en meterme, pero quiero dejar claro que yo no lo he pedido, que yo no elegí esa etiqueta. Nunca me gustaron los encasillamientos, las cosas de hombres o de mujeres, de jóvenes o de viejos. No me gustan las paridades, los cupos, las discriminaciones positivas o negativas.

Yo tengo un montón de años y tengo un blog, pero esos son hechos que no tienen nada que ver el uno con el otro. Si mi blog es malo lo será sin la disculpa de que ya he pasado el límite en que se considera que una puede estar lúcida, y si es bueno no quiero que lo sea partiendo de ese hecho. Soy poco competitiva, pero si hay que entrar en competición, que sea en igualdad de condiciones, no subiendo o bajando el listón por razón de la edad.
Yo puedo ser Senior citizen, pero mi blog es simplemente EL MACASAR.