31/5/15

Granadalanuit





     El reciente post de Una mirada… me ha recordado que hace años hice un recorrido turístico “Granada la nuit” de lo más divertido, pues visitar la propia ciudad como un turista puede resultar toda una experiencia. Como un turista y, además, totalmente convencional, de los de “very typical”.

     Ocurrió que vino una parienta del norte acompañada de varias amigas que no conocían Granada y, aunque las visitas a monumentos las hicieron con el grupo en el que venían, ciertas cosas eran opcionales, entre ellas esta visita nocturna, a la que me sumé por pura curiosidad pagando mi billete correspondiente.  Y ahí empezó la aventura.

     La primera parada del autobús que nos conducía fue en Los Mártires, en donde nos esperaba un concierto de guitarra, pero resulta que desde la entrada a ese palacete se divisan estas vistas que, de noche, son todo un espectáculo y, sin embargo, el guía pretendía que pasáramos directos del autobús al salón del concierto, así que agarré a las forasteras y me las llevé hacia el mirador con gran alboroto del guía que nos gritaba: Señoras, no se separen que se van a perder. Yo le aseguré que no me perdía, que soy de aquí y conozco ese sitio como la palma de mi mano, pero a pesar de ello volvimos a la manada antes de que a aquel señor le diera un ataque.

     Termina el concierto, subimos al autobús, pero al parecer el conductor se había ido a dar una vuelta, cosa que yo aprovecho para decirle al guía que, mientras, me llevo a mis forasteras a admirar las vistas del Albaicín desde la Plaza de los Aljibes. Vuelta el guía a armar la escandalera y a imaginarnos perdidas sin remedio en el bosque de la Alhambra, pero yo que no, que mire usted que son dos carreras y es pecado mortal salir de la colina sin ver eso. Lástima que con tanta discusión vuelve el conductor y bajamos al centro para volver a subir a la otra colina camino de una zambra en una cueva del Sacromonte. Palmas, taconeos, remolinos de volantes, calor… y a nosotras que nos apetece ya tomar algo, por lo que me acuerdo de que un poco más allá hay una cueva convertida en bar y, aprovechando la apoteosis del último baile, me escabullo discretamente con una de mis amigas en busca de una bebida fresquita. Pero que va, ese guía parece tener ojos en la espalda, sale detrás de nosotras y nos hace volver al redil mirándome con ojos asesinos.

     Bajamos de nuevo al centro de la ciudad, esta vez para quedarnos, puesto que el siguiente espectáculo está en unos jardines cercanos a mi casa, en donde ya aguanto el tirón sin decir ni pío porque esta parada incluye una copa y el espectáculo es aceptable, pero al salir y pretender el guía que nos subamos de nuevo al autobús para llevarnos al hotel, mi grupo privado de turistas ya le hace frente, se nos unen una pareja de ingleses y un italiano, me hago cargo de todos ellos y nos vamos caminando y disfrutando de una hermosa noche de verano, mientras el autobús arranca con un guía a quien, desde aquí y pasados los años, pido perdón sinceramente por la noche que le di.

23/5/15

Óscar Arnulfo Romero






     Hoy, 23 de mayo y víspera de Pentecostés para más señas, será beatificado en San Salvador Monseñor Oscar Romero, más conocido por los salvadoreños como San Romero de América. O sea, que la beatificación se le queda corta. Y si el Vaticano se queda corto, no os digo nada si yo me pongo hoy a escribir sobre él, así que mejor traigo unos cuantos enlaces de personas que van a recordarlo con mucha más autoridad y más conocimiento que yo.

     El primero transmite las palabras de Jon Sobrino, a quien tuve el gustazo de conocer, oír y tener cara a cara en dos ocasiones. Y al que busqué con angustia en las fotos de los jesuitas asesinados y tendidos boca abajo en el jardín de su casa en la Universidad Centroamericana, nueve años después del asesinato del propio Romero. Y que, como podéis ver, no se muestra muy entusiasmado con esta beatificación.

     El segundo es de un teólogo granadino que ocupó el puesto de alguno de los asesinados en la UCA, se acostó en su cama y continuó su tarea durante muchos años.

     Y por último, un artículo de un señor al que no tengo el gusto de conocer, pero que tampoco parece que vaya estar hoy tirando cohetes.
 

17/5/15

La consulta




     
     Consulta del oculista, 11,45 de la mañana. Entro en la sala de espera diciendo buenos días (por decir algo) y deben contestarme con un gesto porque no oigo nada a pesar de que la pequeña habitación está llena. Ocupo un sillón libre y observo a mis compañeros de espera, que todos están por parejas. Un señor con su mujer, dos señoras mayores seguramente hermanas por lo mucho que se parecen y dos chicas jóvenes, a una de las cuales han debido dilatarle las pupilas porque está con los ojos cerrados. Silencio absoluto. Un rato después levanto la voz con cierto miedo para preguntar como vamos de tiempo, si van muy retrasadas las citas, y una de las dos hermanas me contesta que sí, que ellas deberían haber entrado hace media hora y todavía están allí. El resto no dice ni palabra. La compañera de la chica de las pupilas dilatadas sale a buscarle un vaso de agua, que se lo bebe y sigue con los ojos cerrados, mientras la otra, cumplida su misión, se sumerge en el móvil. Sigue pasando el tiempo, las revistas que hay no me llaman la atención y, además, me he dejado las gafas, así que miro los ya muy vistos posters usamericanos de las paredes y apago el móvil aunque no hay ni remota posibilidad de que vaya a entrar ya en la consulta. Aparece el oculista que llama a las dos hermanas por su apellido y así me entero de que deben ser parientes de alguien que conozco, pero, claro, ya no puedo decírselo. Un poco después, la que aparece es la enfermera, que me conduce a ese instrumento diabólico del pulsador y las lucecitas que debes atrapar velozmente y, cuando vuelvo a la sala de espera, ha desaparecido el matrimonio y su lugar lo ocupan un padre y su hija que cuchichean en voz baja. Pasa el tiempo lentamente, les llega el turno a las dos chicas jóvenes  y a mí otra enfermera distinta me acompaña a más instrumentos de tortura. Vuelvo a la sala de espera, en donde ya no queda más que la última pareja que llegó y, un poco después, por fin es mi nombre el que pronuncia el oculista y entro en su consulta hora y media después de la cita. 

     Y pienso entonces a donde habrán ido a parar aquellas animadas tertulias que se producían en las salas de espera de los médicos y que hacían más llevadero el plantón. Tertulias en las que te enterabas de la vida y milagros de todos los presentes… y algunos ausentes.


11/5/15

La Cuarta Potencia



Foto de ABC de Sevilla

     España va bien. A pesar de la crisis, somos –Rajoy dixit- la cuarta potencia europea. Nos rescatan, pero pagamos antes del plazo para que no se diga y participamos en proyectos europeos construyendo satélites y aviones. Pero nunca pensamos en las personas anónimas que hay detrás de esos logros, personas que quizá pagan con su vida las medallas que se cuelgan los políticos y el que los demás nos creamos importantes.

     El accidente de Sevilla, cuando un grupo de trabajadores probaba un avión en estado dudoso, me ha recordado aquel amigo –o más que amigo- que describía así su trabajo en el Ejército del Aire:

     -Se detecta una avería en un avión, lo arreglan y yo lo vuelo para probarlo. Si no me estrello, es que está bien y puede seguir en activo. 

     Años después, estando en Madrid, vi su nombre en la prensa y pensé que alguien en su despacho estaría diciendo: ¡Vaya por Dios! Hemos perdido un avión. Y buscaría en los mercados de segunda o tercera mano otro para sustituirlo.

5/5/15

Patxi Andión


     Surgió de pronto, como surgían antes los cantantes. Un día lo veías en un programa de Televisión, te gustaba, y a partir de ahí le ibas siguiendo la pista. Comprabas sus discos o sus cintas, lo oías en la radio y se convertía en objeto de deseo durante un tiempo. A mí me gustó su voz, ronca y un poco rota, como la de mi idolatrado Aznavour. Sus canciones no eran redondas, pero tenían un “algo” que terminaba atrayendo, un romanticismo un poco trasnochado que hablaba de prostitutas al anochecer, de perros muertos y de la frialdad entre una pareja a los 20 años de estar juntos.
     Fue el Che en la ópera Evita y armó el revuelo cuando nos enseñó el trasero en una de aquellas películas del “destape”, un trasero redondito de hombre que ni de joven estuvo delgado. Y se casó en la iglesia de blanco (ella) con una Miss España que también había intentado el cine aportando solo su belleza.
     Lo que haya sido de él no lo se ni me he molestado en buscarlo, porque en realidad no me importa demasiado. Me importa lo que fue: Patxi Andión, una voz sugerente perdida en el pasado y un físico hasta cierto punto atractivo. Lo más probable es que ahora sea un señor barrigudo y calvo, casi tan viejo como yo.