30/1/14

Paridad




     Hace unos años se mudó a la casa en donde vivo un vecino con el que pronto hice amistad porque ya lo conocía profesionalmente. En la primera Junta de Comunidad que se celebró después de su llegada, se presentó sin su mujer y, cuando le pregunté que por qué no había ido, dado que sería la ocasión de conocer a los vecinos, me contestó extrañado: ¿Ella aquí? ¿Para qué? En esto no pinta nada. Lo suyo es hacer el arroz que le sale muy bueno. Yo me sonreí  pensando que lo decía en broma, pero pronto comprobé que era totalmente en serio. Y aquel hombre tenía en ese momento no mucho más de 50 años. 

      Poco después, su mujer me confesó, con la tranquilidad de lo irremediable, que no sabía ni donde su marido tenía “los papeles” y que, si le ocurría algo, ella podría verse en un apuro.

     Malo y machista por parte de él, pero también malo y machista por parte de ella, que había consentido una situación así. En estos tiempos y en parejas aun jóvenes me parece inaudito, pero sin embargo es más corriente de lo que pensamos.


24/1/14

Pasarela





     Dios me libre de caer en el ridículo de criticar a esas chicas bellísimas que desfilan en las pasarelas, pero a quien critico es a los que las hacen desfilar así. ¿Os habéis fijado en las caras de enfadadas que llevan todas? A alguna de ellas le cedería mi puesto en la cola de un banco con tal de no enfrentarme con su mirada fiera y hostil. Lo que me lleva a echar de menos la sonrisa de Claudia Schiffer, aquella alemanota con curvas y los brazos más largos y bonitos que he visto en mi vida.

17/1/14

El fracaso



     
      Hay quien se considera fracasado si no progresa social o económicamente en la vida, si no llega a situarse en el lugar que desea o que piensa que merece. Hay quien aspira a un puesto alto en la empresa, política, profesión o afición y si no lo alcanza siente en su boca el sabor amargo del fracaso.
     Sin embargo yo, que en una vida que ya va siendo larga he puesto siempre mi objetivo en las relaciones humanas, es ahí en donde cuento los fracasos, en donde las amistades perdidas, los amores que no llegaron a término o las personas que se me fueron de las manos sin apenas tocarlas, van cayendo sobre mí como despiadadas losas, me van sepultando día tras día bajo un peso para el que solo tengo un nombre: fracaso.  Sabiendo, como en el poema de Rosales, que

....jamás me he equivocado en nada
         sino en las cosas que yo más quería.
                         

11/1/14

La suerte a plazos





     El día 2, Andrés Cárdenas publicó en su columna de IDEAL un artículo muy de su estilo, mezcla de humor y ternura, que yo pensaba copiar aquí en parte, por ser largo para este blog y por aquello de los derechos de autor. Pero resulta que lo ha llevado a su blog, así que puedo enlazarlo sin ningún problema, para que lo leáis y penséis como yo en que la suerte, a veces, sabe hacer las cosas.

5/1/14

La Estrella





     Allá por los años cuarenta del pasado siglo, la Cabalgata de Reyes llegaba al centro –igual que ahora- procedente del norte de la ciudad y mi padre me llevaba a verla a la calle San Juan de Dios. Vivíamos –igual que vivo ahora- en la parte sur, así que cruzaba la ciudad de la mano de mi padre, presurosos para que nadie me impidiera estar en primera fila y verla bien. Y allí estábamos mi padre y yo, en el borde de una acera desde donde se podía divisar el principio de la calle, con el mismo frío de esta noche de enero.
  
     Pero lo que no era igual era la cabalgata, pues no había carrozas, ni luces, ni altavoces, ni personajes de cuentos o películas. Solo los Reyes montados en caballos y, delante, abriendo la comitiva, un paje portando en alto una estrella luminosa. Una Estrella mágica, que nadie sabía de donde le llegaba la luz y que aun ahora no imagino como la iluminaban con la precariedad de los medios de entonces, pero que en la oscuridad de una calle de la posguerra se veía llegar a distancia.

     Y allí empezaban mis nervios. Era verla aparecer en el principio de la calle y la ilusión de la espera se desbordaba invadiéndome, el corazón se me instalaba en la garganta y la emoción no me dejaba respirar a través de la bufanda. La Estrella avanzaba hacia mí y ya no importaba si detrás venían los Reyes y sus caballos. La Estrella lo era todo. La había visto, flotando en la oscuridad, y ya todo era posible en aquella noche fría del cinco de enero.