30/4/12

La cita






Bajo un farol, con lluvia, sin estrellas,
empezamos a andar lado con lado. 

 

Hoy he metido tu nombre en Google y no ha salido nada a pesar de que, por tu profesión, deberías estar en alguna parte. Pero es posible que ya no estés en ninguna, quizá desde hace mucho tiempo sin que yo me haya enterado. Y “he vuelto la mirada atrás, al tiempo que pasó para recordarte”, a aquellos años en los que todo estaba nuevo, comenzando.

Le llamábamos salir y era solo eso. Dar un paseo, ir al cine o sentarnos en un bar. Pero solos. Y era el primer paso serio que podía terminar en un noviazgo y hasta en boda. Antes de eso había un largo periodo de acompañamientos, de encuentros más o menos casuales, quizá de salidas en grupo, hasta que un día te decía: ¿Quieres salir conmigo el sábado? Y tú, generosamente y como quien tiene la sartén por el mango, accedías y fijabas la hora y el sitio de la cita. Por lo general él ya conocía tu casa de haberte acompañado alguna vez, así que lo mejor era que te recogiera en la puerta y de esta forma las vecinas podrían seguir murmurando sobre tu mayor o menor éxito con “los hombres”. Que de hombres tenían todavía poco, pero démoslo por válido.

Esta podía ser la primera cita y la última si las cosas no marchaban bien, si no había sintonía o si alguno de los dos comprobaba que no le gustaba el otro. Él no volvía a llamar o tú ponías un pretexto para no volver a salir. Pero también podía venir una segunda cita y una tercera, ir intimando, hasta que un día él “se declaraba” y ya tenías novio formal. Ya podías ir cogida de su mano o con su brazo a modo de bufanda, ya le podías permitir algún que otro beso o meterte mano en las últimas filas del cine.

Tú no te declaraste realmente, más bien lo provoqué yo cuando aquella noche insinuaste un bostezo y te dije que mejor dejábamos de salir porque te aburrías conmigo. Pero juraste y perjuraste que era todo lo contrario, que estabas enamorado de mí y querías que fuéramos novios. Quisiste besarme, yo dije que era pronto aun y me llevaste a casa. Al sentarme a cenar con mis padres tenía mariposas en el estómago y no me pasaba la cena y, al comentarlo mi madre, yo dije: es que no todos los días se le declaran a una. Mi madre me dio con el pie por debajo de la mesa, mi padre se hizo el loco y yo me fui a mi cuarto a disfrutar a solas de mi nueva situación. 
 
Yo tenía 17 años, tú 20, hace mucho tiempo de eso y ni siquiera se si estás muerto.
 

Nota al margen. Perdóname, L. Ya se que fue un 23 de abril, pero el Día del Libro siempre te ha restado protagonismo. 
 

23/4/12

Día del Libro



Hoy, Dia del Libro, traigo aquí el corto que ha ganado este año el Oscar, The Fantastic Flying Books of Mr. Morris Lessmore, realizado por William Joyce y Brandon Oldenburg en 2001. De él han dicho sus autores: Inspirado en la misma medida, por el huracán Katrina, Buster Keaton, El Mago de Oz, y un amor por los libros. Yo añado: y por Charlot.

Aunque es un poco largo, vale la pena verlo





16/4/12

Dialŏgus interruptus



El DLE define la palabra DIÁLOGO como: Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos y es una de las definiciones de una palabra más exactas que yo he encontrado. Fijémonos en el dato alternativamente, que es clave para lo que vamos a tratar.

Ya hemos hablado aquí varias veces de las relaciones que mantenemos por medio de correos, de cómo podríamos compararlas con las relaciones que se dan en el mundo real, cuando nos encontramos de una forma física, cara a cara. No hace mucho, a principio de año, dijimos casi todo lo que se puede decir sobre el tema, pero quizá no quedó muy clara la diferencia entre el contacto esporádico que se produce por un motivo concreto, que empieza y termina en sí mismo a pesar de que esas personas mantengan un cierto grado de amistad, y lo que es un diálogo sostenido a lo largo del cual dos personas se van conociendo, se van mirando la una a la otra y terminan por mirar la vida juntas. Y esa comunicación, ese intercambio personal es el que se rompe cuando una de esas dos personas deja sin contestar un correo.

Imaginaos dos personas sentadas frente a frente en un café con unas tazas delante. Una de ellas cuenta su último viaje, la enfermedad de un familiar o la desastrosa reparación del fontanero. La otra la escucha, pero al terminar su disertación guarda silencio, recorre el local con la vista, cruza unas palabras con alguien de la mesa de al lado, quizá se levanta para ir al aseo y, al volver, abre un periódico y se pone a leer. Cuando termina su lectura, es posible que se marche sin decir nada, pero también puede ser que repare en la persona que tiene enfrente y pase a hablarle de los estudios de sus hijos, de ese dolor que tiene asentado en el estómago o de lo sucias que están las cortinas.

Me pregunto y os pregunto: ¿Es eso diálogo? Pues es lo que ocurre cuando dejamos un correo sin respuesta. Se corta la comunicación, el intercambio que había se convierte en un frustrante diálogo de sordos que solo conduce a la incomunicación de la que tanto nos quejamos. Se habla de la soledad en la sociedad moderna, pero esa soledad la estamos creando nosotros, la construimos paso a paso con estos pequeños detalles. ¿Qué es un correo entre los millones que se cruzan todos los días? Nada o casi nada. Pero puede ser un lazo que une a dos personas o un abismo que las separa. Todo depende de cómo nosotros manejemos ese medio que ha puesto en nuestras manos la técnica moderna.


8/4/12

La muñeca



Se pierde en la noche de los tiempos la primera muñeca que tuvo una niña. Y hablo de niña porque yo lo he sido, sin entrar en el tema del sexismo en los juguetes.

Nos han llegado muñecas de culturas primitivas hechas en madera y arcilla, lujosas muñecas romanas en marfil como las aparecidas en la necrópolis de las Eras de Ontur (Albacete. España), muñecas japonesas en papel (hitogata) y preciosas muñecas con cara de porcelana del s. XIX que se utilizaban como modelos de costura en ausencia de las actuales top.

Tenemos también en todas las civilizaciones objetos de uso común que los niños adoptan como muñecos y uno de los ejemplos más claros son los mamengos argentinos, con numerosas funciones, entre ellas la de muñeco quitapenas.

Pero siempre ha habido un denominador común: la vinculación de una niña con su muñeca. Aquel objeto de trapo, madera o porcelana era algo personal, íntimo, al que estaban unidos muchos sueños, muchas historias compartidas. La muñeca tenía nombre, era única, era ella, nadie podía sustituirla ni suplantarla y cuando una muñeca se rompía, era como si algo nuestro hubiera muerto. ¿Quién no ha ocultado una muñeca vieja negándose a aceptar la nueva que le han regalado? Que podía ser más bonita o más grande, pero no era “nuestra” muñeca.

Sin embargo, no hace mucho estuve en casa de unos amigos y su hija me llevó a conocer su dormitorio. Abrimos la puerta y aquello era impresionante: toda la habitación estaba llena, repleta de muñecas. Paredes, muebles, estanterías… no había un solo sitio que no tuviera una o varias muñecas. La niña tomó una de ellas, la última que había recibido, y me la enseñó. Le pregunté: ¿Cómo se llama? Y se quedó desconcertada, musitando dudosa: Muñeca. No sabía como se llamaba, aquella muñeca tan bonita no tenía nombre. Poseía tantas que ya era imposible vincularse a ellas. Se rompió el lazo que ha unido a una niña y su muñeca desde el principio de los tiempos.

4/4/12

Procesiones






En bastante frecuente que en Granada llueva en Semana Santa, aunque no haya caído una gota en todo el invierno como ha ocurrido este año. Así como en el Corpus se tienen que mojar los toldos, también en Semana Santa es una tradición firmemente arraigada que las procesiones se mojen o no puedan salir de sus iglesias.

Ahora hay muchas cofradías y los días están completos, por lo que si una procesión no puede salir por la lluvia ya no sale hasta el año siguiente, pero antiguamente era frecuente que, al no poder salir en su día, se pasara a días posteriores. Y así un año ocurrió que la cofradía de la Santa Cena, que sale el Domingo de Ramos y que lleva un gran paso con Jesús alrededor de la mesa con los doce apóstoles, no pudo procesionar por la lluvia y la trasladaron al Viernes Santo, el mismo día de salida de la Virgen de la Soledad que acompaña al Santo Entierro. Y como aquí se le saca punta a todo, se cuenta que alguien cantó una saeta a la Virgen que decía así:

Virgen de la Soledad,
no llores ni tengas pena
que tu Hijo está cenando
cerca de la Plaza Nueva.