28/5/14

Jugando a los 80





     El otro día me hablaba un amigo de que, cuando lo visitan sus nietos pequeños, termina destrozado, pues ahora los niños no saben jugar solos y hay que jugar con ellos, “entretenerlos para que no se aburran”, y él no está ya para esos trotes. Me acuerdo entonces de lo que decía no hace mucho el Sr. Salamandra de que tenía que hacerles los deberes a sus hijas, lo asocio con un comentario de la Sra. Anarkasis sobre el infantilismo de los adolescentes actuales y me pregunto si no tendrá algo que ver lo uno con lo otro, los nietos de mi amigo y los adolescentes que serán dentro de pocos años.

Cedo la palabra a los que tienen hijos o nietos.


20/5/14

Pico Águila







     En el 2008 dejamos a La Fermina jubilada y camino de su pueblo –Gualchos- para cuidar de su madre, pero desde entonces han ocurrido muchas cosas. La madre murió y ella tuvo varios accidentes, que la obligaron a permanecer en reposo y fuera de su casa durante un tiempo. El justo, porque Fermina no puede estar quieta, no puede dejar a su gente de la Zona Norte, y así ha seguido su labor con la Asociación Adultos Cartuja organizando la publicación de este libro, el acto de presentación en el salón de actos de Caja Granada y, como obra cumbre de la Asociación, el centro de Pico Águila, la niña de sus ojos.






     A dos kilómetros de Gualchos, en lo más alto de la Contraviesa, ese paraíso sin descubrir al sur de Granada, Fermina ha ido construyendo poco a poco lo que formalmente se llama Centro de Educación Medioambiental, que funciona todo el año y está abierto a todos los que quieran utilizar sus instalaciones, pero que principalmente está destinado a recibir en verano esos niños de la Zona Norte que adelgazan cuando cierra el comedor escolar y pasan el día en la calle expuestos a los peligros de un barrio difícil. Gitanos, payos e inmigrantes de numerosas nacionalidades tienen sus vacaciones en Pico Águila donde respiran aire puro, se alimentan como es debido, aprenden a cuidar los animales de la granja, a cultivar la tierra y bajan a la playa en un cuarto de hora a disfrutar del mar. Ese Mediterráneo que es paisaje desde su alojamiento y que, en los días claros, alguno señala una línea, difusa en lo azul, diciendo: allí nací yo. 


13/5/14

Elecciones





     En noviembre de 1975 murió Franco y el 15 de junio de 1977 fueron las primeras elecciones. Algunos, los más viejos, recordaban elecciones de antes de la guerra, pero para la mayoría era la primera vez que votábamos un Parlamento y acudimos con toda la ilusión del mundo. En mi colegio electoral pagamos la novatada y la votación se detuvo por no se que problema con las papeletas, teniéndonos en cola cerca de dos horas, pero sin embargo nadie se quejó, todos lo tomamos con paciencia y hasta con un cierto alborozo, como si con ello estuviéramos contribuyendo a la llegada de aquello que habíamos esperado tanto tiempo. Así que se formó tertulia entre los que nos conocíamos por la vecindad y hasta hubo uno que subió a su casa a por unas banquetas de cuarto de baño para que se sentaran las dos señoras más mayores del grupo.

      Han pasado los años y, de todos los que estábamos allí aquel día, solo quedo yo. Y en la foto fija de mi memoria, algunas figuras se van difuminando hasta desaparecer, quedando solo la calle, el colegio electoral y, si acaso, las dos banquetas de cuarto de baño donde estuvieron sentadas mi madre y la madre de un amigo.

     Ahora, en vísperas de unas elecciones europeas en las que entonces ni soñábamos, quiero recordar aquel primer día en que entregué  mi sobre con la mano temblorosa de emoción y quiero decir –a gritos, si es necesario- que no dejaré de votar mientras viva o sea capaz de llegar a un colegio electoral. Aunque no sepa a quien votar, aunque me tape la nariz y mire para otro lado, yo seguiré votando en recuerdo de aquellos que estuvieron conmigo un 15 de junio y en homenaje a tantas personas que dieron su vida o su libertad para que yo pueda hoy meter una papeleta en una urna.

6/5/14

El coro







     Como podéis ver, esta es la foto de un coro, concretamente del coro Schola Gregoriana Illiberis, que lleva 30 años estudiando, interpretando y difundiendo el canto gregoriano en conciertos, conferencias y actos litúrgicos.

     Pero volvamos a la foto. ¿Que veis? Algo que salta a la vista. Es un coro de personas mayores y solo hay una joven, que destaca precisamente por eso. Pues bien, no se cuantos coros habrá en Granada, pero yo conozco varios y en todos pasa lo mismo: casi total ausencia de jóvenes. Podríamos pensar que los jóvenes no quieren estar con los mayores y tienen sus propios coros, pero no es así. Quizá han cantado en el coro del colegio empujados por sus profesores o sus padres, pero en cuanto deciden por sí mismos ya se dedican a otras cosas. ¿Qué cosas? Esa es la cuestión, pues también conozco multitud de ONGs y tampoco en ellas hay jóvenes. Y varias residencias de ancianos donde las voluntarias que van a planchar o a atender a los que necesitan más cuidados, también son mayores o, incluso, tan ancianas como los que están atendiendo. Es más, este invierno fue la recogida de alimentos en los supermercados organizada por el Banco de Alimentos y todos los voluntarios eran de tal edad que a las dos de la tarde no se tenían de pie. Y era sábado, cuando no hay clase y los jóvenes tienen el día libre.

     Ante esto, me pregunto: ¿Dónde están los jóvenes? Las estadísticas nos dicen que hay muchos en paro, que muchos también ni estudian ni trabajan. ¿No tienen aficiones que los hagan asociarse en una tarea constructiva? ¿Por qué no emplean su tiempo libre en ayudar a los demás? ¿No les importan las necesidades del prójimo?  Diréis que siempre estoy con lo mismo, que siempre estoy criticando a los jóvenes, pero es que siento miedo de pensar en las manos tan poco solidarias que va a estar la sociedad del futuro.