Hace poco, intenté buscar en mi casa
algo que hace muchos años que no veo y no lo encontré, pues debí
cambiarlo de donde había estado y ahora no recuerdo donde lo puse.
Esto es algo que me fastidia mucho, pues me obliga a sacar cosas de
los armarios, que luego hay que volver a meter y ya sabéis lo que
pasa en estos casos: que, curiosamente, luego no caben en donde
estaban. Entonces, me pasó por la cabeza que en las casas debería
haber un buscador como Google al que se le pudiera decir, por
ejemplo, cubiertos y el buscador nos señalaría el cajón de
la cocina, el armario donde están los de las fiestas
y...¡Tatachán!... los que yo estoy buscando. Unos días después,
comenté esto con un amigo y me dijo escuetamente: Inteligencia
Artificial.
Y así es. La IA está aquí, ha
llegado, pero yo, personalmente, siento el vértigo de no saber lo
que es ni lo que puede abarcar. Ignoro sus inconvenientes y sus
ventajas, lo ignoro todo respecto a ella y, por tanto, me es imposible emitir un juicio sobre si es buena o mala. Nunca pude
opinar sobre lo que no conozco y, en este caso, no conozco
absolutamente nada. Nada de nada. Como la mayoría de nosotros,
supongo.
¿Que
pensabais? ¿Que os librabais este verano de tangos? Pues me temo que
no va a ser así, pues el año pasado se me quedó algo pendiente.
Sí,
el verano pasado me tiré mes y medio (nada menos) poniendo vídeos y hablando del tango y de los que lo bailan, pero, sin embargo y lo
confieso ahora, me ha quedado una espina clavada, más bien un
remordimiento, por no haber mencionado siquiera a una de las parejas
más aplaudidas desde hace mucho tiempo: Mariano “Chicho”
Frúmboli y Juana Sepúlveda. ¿Por qué hice eso? Os lo voy a
explicar en un acto de contrición.
En
primer lugar, el tal Chicho me cae gordo, porque he leído
entrevistas en las que pone fatal al resto de milongueros. Viene a
decir que todos lo hacen mal y él solito lo hace bien.
En
segundo lugar, hay veces que “maneja” a Juana como si fuera una
muñeca.
Y,
en tercer lugar, tiene el atractivo de un semáforo. En eso, es la
antítesis de Fernando Jorge. A mi juicio, claro, que siempre será
parcial.
Pero
como soy consciente de la injusticia cometida, voy a tratar de
olvidarme de lo malaje que es el tío y a centrarme en lo bien que
baila y el estilo tan personal que tiene.
Y
como muestra y para que lo conozcáis, aquí está con Juana bailando
una de sus piezas estrella, de la que se pueden encontrar multitud de
vídeos y no veréis dos iguales, pues esa es una de sus
características: se adaptan a la música como ninguna pareja, por lo
que dependen siempre de la versión de la música y de su ejecución.
Con vosotros, Chicho y Juana, en 2014, en una versión muy canyengue
de Milongueo del ayer, de Abel Fleury.
A
continuación los vemos en Tal como soy (Milonga para una armónica)
de Hugo Díaz, de la que hay también muchas versiones, tanto con
armónica como con bandoneón. Esta primera, la original con armónica
del 2017
Y esta muy reciente, de hace unos meses, con el quinteto Beltango y el
bandoneón de Alex
Nikolic.
Otra
de sus milongas favoritas es Quiero verte una vez más de JuanD'Arienzo, que vamos a ver en una versión muy canyengue que les va
como anillo al dedo.
Y,
por último, podemos apreciar como se adaptan a la música de forma
vertiginosa con El Tigre Millán de Canaro en la orquesta de Juan
D'Arienzo
Hasta
aquí, milongas. Pero ocurre que el vals se les da también de
maravilla. El vals criollo, que no es el vienés, como ya vimos el
verano pasado. Atardecer, Luis Alberto Fleitas
Terminamos y estaréis pensando que no los hemos visto bailando tango... pero es que no me gustan. ¿Por qué si son tan buenos en otras cosas? Pues porque son fríos, no hay feeling entre ellos y el tango lo necesita. Otra apreciación personal, por supuesto.
El macasar (Chimonanthus fragans o praecox) es un arbusto procedente de China y Japón, que alcanza una altura de dos a tres metros y que tiene la peculiaridad de que, en pleno invierno, de sus ramas desnudas y leñosas brotan las flores. Unas flores pequeñas, pero con un olor intenso, penetrante y, a la vez, delicado. La historia de Granada está muy ligada a esta planta, que se menciona en poemas árabes. Actualmente es difícil verla, pues sólo se encuentra en algunos jardines antiguos y, sobre todo, en los cármenes y jardines privados. Aquellos que llamó Soto de Rojas “Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos”.