10/9/09

Los niños de la posguerra



Se ha hablado mucho de los niños de la guerra, los que recuerdan los bombardeos, los refugios y quizá una larga marcha con hambre y frío por una carretera sin fin. También de los que llevaron a otros países y no volvieron nunca.

Pero yo pertenezco a la generación de los niños de la posguerra. De la guerra supe lo que me contaron mis padres: que a mi madre no le gustaban los refugios improvisados en las casas y aguantaba conmigo, impertérrita, protegiéndome con su cuerpo mientras los aviones pasaban por encima de nuestras cabezas. Se también que, durante tres años, hubo en mi casa una maleta llena de latas de leche condensada La Lechera, renovadas periódicamente, por si había que salir corriendo de los unos o de los otros. (Equipaje indispensable pues sabemos que un adulto se alimenta de lo que sea, pero un bebé necesita leche)

Después, cuando mis ojos se abrieron a lo que había alrededor, lo que vi fue escasez y cartillas de racionamiento, tiendas vacías, colas ante los comedores de Auxilio Social, colas en la panadería, colas… No había juguetes, ni ropa, ni chuches. Por las calles de mi barrio pasaba un hombre con una cesta de contenido maravilloso: barritas de regaliz, algunos cromos y pirulís que ponían la boca roja. Pero pocas veces alguien tenía una perra gorda que entregarle, o las suelas de goma de unas zapatillas, que también hacía el trueque.

Pero no nos importaba. A falta de chuches nos comíamos los tréboles de los jardines o los tallos tiernos de los rosales, hacíamos una pelota de trapo y cualquier cuerda nos servía para saltar. Jugábamos en medio de la calle sin miedo a los coches, contábamos historias de miedo cuando las restricciones de energía nos dejaban a oscuras y, en verano, hacíamos collares con los dompedros, biznagas con los jazmines o buscábamos los casi mágicos gusanicos de luz.

Tengo que confesar que, en aquel ambiente de escasez, yo jugaba con ventaja, pues tenía los juguetes que mi padre dibujaba y un carpintero construía en su taller, los trajes de mi única muñeca que cosía mi madre con los retales de los que me hacía a mí, y en mi cuarto suavizaba la luz la pantalla de florecitas rojas que dibujó mi padre.

Cuando todo era gris, cuando no había nada, yo tuve AMOR, que es lo único que un niño necesita para crecer y hacerse adulto.

A Pablo Saldaña, a quien le gustan mis batallitas.

27 comentarios:

  1. Sin duda, los momentos malos pueden dejar recuerdos preciosos. Y bien cierto, lo que los críos necesitan es amor, cariño y atención. Lo único que deseo es que los críos de hoy en día, que no tienen que pasar estas restricciones (la mayoría de ellos) y tienen acceso a golosinas y juguetes, no estén por nada faltados de lo más importante...

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  2. Senior citizen11/9/09 01:25

    No eran momentos malos para nosotros, ya que lo vivíamos como algo natural al ser común para todos. Y, en cierto modo, era mejor. Si ningún niño tenía juguetes, no nos sentíamos mal por no tenerlos nosotros. En cambio ahora un niño se puede "traumatizar" porque no tiene la consola de sus amigos.

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  3. Me ha emocionado esta crónica-relato sobre unos tiempos que fueron malos, pero que nos enseñaron -a todos- a ser mejores. Mucho mejores.

    Con una sencillez y naturalidad desbordantes, has descrito esas vivencias propias que son y fueron inigualables.
    Una lección para quienes somos nietos de la posguerra.

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  4. Senior citizen12/9/09 13:18

    Decía mi padre que todas las generaciones deberían pasar por una guerra para que apreciaran la paz.

    Bienvenido y muchas gracias, Alfa79.

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  5. Tu relato ha traído a mi memoria bellos momentos de mi infancia,donde siempre hubo amor en abundancia, evitando que echarámos en falta cosa materiales.
    Desgraciadamente si bien mis deseos son los mismos de naan,creo que los niños de hoy, carenciados , son mayoría.Y no me refiero solo a los niños de países actualmente con guerras....

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  6. Senior citizen12/9/09 16:12

    Tienes razón, Nirene. Hay millones de niños en el mundo que carecen de lo más básico. Confíemos en que, al menos, cuenten con el amor de su familia, que muchos tampoco pueden tenerlo.

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  7. A pesar de todo, el amor sigue .


    Mi padre,cuando nos veia renir por tonterias, decia algo parecido:

    "ustedes no saben lo que es una guerra, necesitarian haberlo pasado y verian que estais sobrads de todas cosas que nunca necesitamos "

    Me regalaron hace mucho un poema, y me permito copiarlo aquí

    doch
    Im vierten Kriegsjahr
    Wenn auch der Abend kalt und traurig ist
    Und Regen rauscht,
    Ich singe doch mein Lied zu dieser Frist,
    Weiss nicht, wer lauscht.

    Wenn auch die Welt in Krieg und Angst erstickt,
    An manchem Ort
    Brennt heimlich doch, ob niemand sie erblickt,
    Die Liebe fort.


    Que, en mi traducción libre, puede entenderse como

    A pesar de todo

    En el cuarto año de guerra
    Aun cuando la tarde es triste y fría,
    y retumba la lluvia
    yo, a pesar de todo, precisamente ahora, canto mi canción,
    e ignoro si alguien oye.
    Aun cuando el mundo se ahoga en guerra y angustia,
    en muchos lugares,
    a pesar de todo, aunque nadie lo vea,
    sigue ardiendo el amor.

    Abril 1912

    Autor: Hermann Hesse

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  8. Senior citizen13/9/09 16:52

    ¿Que puedo decir después de este bello poema?

    Gracias, Nfer, por compartirlo.

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  9. Qué suerte ser afortunados en tiempos de infortunio. Tu historia es muy bonita.
    Tus palabras contrastan con lo que cuentan mis padres sobre su infancia, nacidos respectivamente en el '27 y en el '34.
    Mi padre vivió en sus carnes el infortunio de la esclavitud, años de hambre, como mala compañera, y de penurias varias asociadas a vivir en régimen de servidumbre.
    Las historias de mi madre sobre la época están teñidas de muchos miedos, además de todo lo que significa crecer sin la presencia de un padre.
    Aún así mis padres fueron también afortunados en el infortunio. Vivieron para contarlo y no estuvieron entre los más castigados.
    No creo que yo le desee a mi hijo que pase por una guerra para aprender lo que son los privilegios.

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  10. Fer: Tal vez tus padres vivieron unas circunstancias peores que las mías, o tal vez yo he sublimado mis recuerdos por pura supervivencia. Cuando llegas a mi edad, si no tienes unos recuerdos amables a los que asirte, estás perdida.

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  11. "... si no tienes unos recuerdos amables a los que asirte, estás perdida"


    Siempre tenemos recuerdos amables: o estaríamos perdidos...

    Una palabra, una sola, me basta para llenarme de recuerdos:
    kerosén

    Decir que de niña pasé penurias, sería faltar a la verdad.
    Mi infancia tuvo muchas más exigencias que las infancias actuales. Aunque podrían haberme dado más, me dieron lo que en ese momento era lo mejor, y no me quejo.

    Kerosén es parte indisoluble de mi infancia. Tanto como combustible para las lámparas, para el infaltable calentador, estufa y heladera que eran alimentados a kerosén, como por su uso para limpiar "casi todo".
    El "kerosenero" pasaba por la calle vendiendo, como los heladeros o lecheros, el kerosén en un jarro de un litro.
    Creo que nadie dudaba que tuviera un litro. Era así y ya.
    El envase de kerosén debía estar siempre a mano y lleno o a caminar con un recipiente de zinc para comprarlo si urgía.
    La alcuza....la alcuza, pero con kerosén, que alimentaba el fuego del pequeño tanque de agua para la ducha.
    Una palabra. El poder de una palabra: si sigo con los recuerdos me pilla el día del Señor De Los Milagros (y eso me llevará a Salta, y....)

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  12. Gracias por la dedicatoria, Senior.
    Yo pertenezco a la generación (nací en el 47) de la leche en polvo, la mantequilla y el queso americano, que entrados ya los años cincuenta del pasado siglo llegaron a la escuela pública española.
    Y sí, quedó grabado el nacionalcatolicismo, las novenas y el mes de abril preparando en la escuela bajo la batuta de la maestra el de mayo consagrado a la Virgen.
    Luego, el cine; con sus películas 1, 2 3, 3R y 4(gravemente peligrosa)que en el pórtico de la Iglesia colgaban los censores de entonces advirtiendo de la bondad o maldad de la película con tan suigéneris calificación moral.
    ¡Que tiempos!

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  13. Senior citizen17/9/09 18:08

    La leche en polvo creo que estaba malísima, pero la mantequilla y el queso eran lo mejor que los de mi generación habíamos probado. Eran como "de antes de la guerra". Porque recordarás que a todo lo bueno se le ponía entonces esa etiqueta.

    Lástima que nos costaran cargar para los restos con las bases americanas...

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  14. ¡Estás tergiversando la memoria histórica! ¡No era gris, era en blanco y negro!

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  15. Senior citizen23/9/09 22:10

    Y tú que sabes si no estabas....

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  16. ¡Que recuerdos! Leche condensada o en polvo, cartillas de racionamiento, chocolate que sabía a tierra...
    Todo ello aderezado con unas chapas de botella, que preparábamos los críos con nuestros ciclistas preferidos, para hacerlos avanzar con el dedo entre unas líneas dibujadas en tierra, o con huesos de albaricoque que tirábamos a unas cajas de cartón con agujeros, o las clásicas y hoy abandonas canicas, o la radio galena que mi padre me fabricó para poder escuchar dos o tres emisoras (posiblemente como consecuencia de esto) le cogí afición a las ciencias.
    Saludos

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  17. Senior citizen24/4/10 10:40

    No es que sabía a tierra el chocolate, es que _tenía_ tierra. O algo parecido.

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  18. Tienes razón, el amor que recibe un niño hace que en la misma situación de otros niños, sus recuerdos no sean malos.

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    1. Sabemos que con los años se olvidan las cosas accesorias y solo se recuerda lo importante.

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  19. Son unas vivencias entrañables. Amor. Sí, esa es la medicina. Cuando han pasado los años y afloran los recuerdos, qué maravilloso sentir, reconocer, que, por encima de culaquier otra circunstancia, pervive ese sentimiento.

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    1. Supongo que tratarían de compensar todo lo que no podían darme y el ambiente triste en el que irremediablemente vivía.

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  20. A mi también me gustan tus batallitas...

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    1. Menos mal, pues así suples a Pablo Saldaña, que ya abandonó hace tiempo este macasar y a su dueña.

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  21. He encontrado hoy esta entrada tuya sobre los tiempos difíciles. Que bien escribes, amiga. Que bien describes tu vida de entonces, aunque hayas endulzado los recuerdos ¿Quién no lo hace? Me resulta paradójico leer estas palabras con la guerra de Ucrania tan cerca...

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    1. ¿Como te las has arreglado para aterrizar en una entrada tan antigua? Casi de los principios del blog...

      Sí que resulta paradójico recordar ahora esto, pero es que todas las guerras son iguales, en todas hay víctimas y todas dejan consecuencias durante muchos años. Cuando esa foto (en la que tú habrás reconocido las escaleras) haría dos o tres años que terminó la guerra, el vestido me lo había hecho mi madre y ese muñeco no me lo habían comprado a mí, sino que lo heredé de alguien, pues era "de antes de la guerra" y lo cuidaba como oro en paño, porque sabía que no era sustituíble, que si lo rompía no habría otro.
      Pero mira, yo creo que aquella austeridad obligada en la que vivimos, nos hizo austeros por naturaleza y nos sirvió para saber distinguir lo importante de lo que no lo es. Nuestros padres, que habían sufrido la guerra, sabían que, en aquel momento, lo importante era tener un techo y algo para comer todos los días. Aunque la tortilla de patatas llevara la patata cocida para ahorrar aceite... Y eso nos lo transmitieron, lo heredamos igual que la ropa o los juguetes.

      ¡Ah! Y gracias por tus elogios a mi escritura. Un día de estos me dan el Nobel...

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    2. Llegué por una foto mía del barrio Fígares donde aparecían unas escaleritas muy parecidas. Si, nos darán el Nobel por la constancia de seguir escribiendo ¡sin publicar nada en papel! ;-)

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    3. Desde hace uos días, yo ya no puedo decir eso de no haber publicado en papel... Y hasta aquí puedo leer.

      En cuanto a las escaleritas, serían idénticas, seguro.

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