28/3/15

Teresa de Cepeda y Ahumada (28.3.1515-4.10.1582)




     Hace ya algún tiempo, veíamos aquí la recreación de una conferencia que pronunció Federico García Lorca en Buenos Aires. Hoy, cuando conmemoramos el V centenario del nacimiento de Santa Teresa, quiero recordar otra conferencia de esa misma visita a la ciudad argentina, pronunciada el 20 de octubre de 1933 en la Sociedad de Amigos del Arte de Buenos Aires y en la que el poeta habla de la santa diciendo: 
     Recordad el caso de la flamenquísima y enduendada Santa Teresa, flamenca no por atar un toro furioso y darle tres pases magníficos, que lo hizo; no por presumir de guapa delante de fray Juan de la Miseria ni por darle una bofetada al Nuncio de Su Santidad, sino por ser una de las pocas criaturas cuyo duende (no cuyo ángel, porque el ángel no ataca nunca) la traspasa con un dardo, queriendo matarla por haberle quitado su último secreto, el puente sutil que une los cinco sentidos con ese centro en carne viva, en nube viva, en mar viva, del Amor libertado del Tiempo.
     La conferencia se titula Teoría y juego del duende y no la enlazo porque está en la Red en numerosos sitios y en varios formatos, pero os recomiendo que la leáis si queréis disfrutar de un texto lleno de vida, poesía y “duende”. Lo mismo que os aconsejo alguna lectura de aquella monja carmelita del siglo XVI, Teresa de Ávila,  que, independientemente de que la Iglesia la subiera a los altares, fue una mujer notable y una escritora de gran valía. 

21/3/15

¡Ay, el móvil!





     Llevamos ya un tiempo que es inevitable, en blogs, redes sociales y conversaciones de todo tipo, denunciar el abuso del móvil por los jóvenes, siempre enganchados a él, y son muy frecuentes las caricaturas de chicos y chicas en grupo, pero cada cual mirando a su móvil, aislados en un mundo que está detrás de esa pantalla, comunicándose con personas que están distantes y no con las que tienen enfrente. Sin embargo, con lo aficionada que yo soy a rechazar ciertas costumbres de los jóvenes, me temo que en este caso no voy a poder hacerlo, porque los mayores nos hemos incorporado a esa esclavitud del teléfono con tanto entusiasmo que podemos darles sopa con honda.

     Hace unos días, me reuní con unas amigas en una cafetería para echar un rato de charla, pero cuando la reunión iba más o menos por la mitad, a una de ellas le sonó el móvil y empezó a hablar. Apartó un poco hacia atrás su asiento y el resto seguimos con nuestra conversación. Bastante rato después, nos levantamos para irnos y tuvimos que ayudarle a meterse el abrigo porque continuaba hablando y no podía hacerlo con una sola mano. Salimos del local, allí se separaba una del grupo y tuvo que darle un toque en la espalda para despedirse, caminamos un trecho con ella detrás hablando y, al llegar a donde se separaba para ir a su casa, nos dijo adiós con la mano y se perdió en lontananza con el móvil en la oreja.

     Curiosamente, no comentamos el hecho quizá porque a las otras les parecía normal, pero yo me fui pensando que para eso, para pasarse el rato hablando con alguien que no estaba presente, no tenía necesidad de pasar frío ni gastarse en la consumición. En su casa, en un sillón y en compañía de su teléfono hubiera estado más cómoda.
       

14/3/15

Decíamos ayer...

 



     Me refiero a la semana pasada, cuando en los comentarios hablaba de que “podo” mi prosa quizá demasiado. Pero no siempre fue así. Veamos.

     Allá por los años dorados, yo tenía una prosa muy barroca, influenciada por los escritores que leía entonces y, sobre todo, por un periodista que luego fue famoso y con el cual había tenido una pequeña historia antes de irse a los Madriles en busca del triunfo. Una prosa con un adjetivo delante y otro detrás de cada sustantivo, con metáforas y retruécanos por doquier. Pero, mira por donde, a un amigo locutor de radio le encargan un programa de presentación de discos sin que él tenga ni idea de música “moderna”. Era la época en que los locutores de estas emisoras locales hacían de todo y lo mismo servían para un roto que para un descosido, así que el amigo, sabiendo que yo estaba por entonces bastante puesta en el tema, me pide ayuda y me propone que yo le escriba los comentarios a los discos y él me “pagará” con algún disco de los que regalan las discográficas a las emisoras y al personal. Y empiezo a escribir aquellos comentarios partiendo de la solapa del disco y con lo que buenamente se del asunto.
  
     Ya en el primer programa me di cuenta de que aquello no funcionaba, que mi forma de escribir no encajaba con un programa así, que mi prosa no servía para ser leída en voz alta a través de las ondas. De modo que empecé a podarla. Suprimo adjetivos, acorto oraciones en las que mi amigo se quedaba sin aire, quito de aquí y de allá hasta dejarla en el puro esqueleto.  Y como, por entonces, la poesía estaba también en mi vida, las metáforas y demás florituras las reservé para ella. Y en esas estamos todavía.
  
     O sea, recordando a don José: yo soy yo y mi historia.

6/3/15

Andaluces y andaluzas






     Con motivo de la celebración del Día de Andalucía el pasado sábado, me he hartado de oír esa aberración lingüística que es lo de andaluces y andaluzas y he pensado con terror en la de cosas semejantes que nos quedan por sufrir a lo largo de este año, en que se empalmará una campaña electoral con otra. La de españoles y españolas, compañeros y compañeras que nos van a caer y, hasta es posible que, en pleno fragor del combate, lleguemos al sublime miembros y miembras, con que nos obsequió aquella ministra de cuyo nombre mejor no me acuerdo.