26/6/16

Votando






     Vengo de votar. Sí, ese gesto tan tonto y tan repetido últimamente de meter una papeleta –o dos- en una urna. Antes de irme, había sostenido una “conversación” por WhatsApp con un amigo del que me separa toda una generación, un amigo que no vivió la dictadura porque era un niño cuando murió Franco y que todo lo que sabe de ella es leído o contado. Sabe de vencedores y vencidos, conoce dolorosamente los crímenes que se cometieron, el horror que vivió la generación de sus padres, pero no conoce lo que vivimos los que protagonizamos, menos trágicamente, el fin de la dictadura y la transición, aquella transición larga que no se acababa nunca y que ahora tanto se pone en cuestión. Este es nuestro “guasapeo”:

     Él -No te creas que tengo muchas ganas de votar

     Yo -¿No?

     -No va a servir pa ná

     -Ves los pueblos estos

     -Y sabes que nada va a cambiar.

     -A o B

     -B o A

     -Yo sí tengo

     -Si??

     -Las primeras veces que voté me temblaba la mano

     -Al dar la papeleta

     -Habíamos soñado con eso

     -Habíamos luchado

     -Nos habíamos arriesgado

     -Es una democracia de pantomima

     -Al final nada cambia

     -O

     -Como decían por ahí

     -Todo cambia para seguir igual.

     -Tú no puedes verlo de la misma forma.

     -No. No puedo.

     Aquí se interrumpió la conversación por fallo en su cobertura y me fui a votar. Ya no me tiembla la mano, pero sigo siendo consciente cuando voto de que, a pesar de todo, estoy realizando algo importante, algo que no todas las personas que habitan este puñetero mundo pueden hacer. 

  

19/6/16

Violencia





     Haciendo limpieza de papeles me encuentro dos recortes de periódico que no recordaba que los hubiera guardado.

La Línea de la Concepción.
Dos menores, de 14 y 16 años, golpean a un anciano porque les recriminó haber ensuciado la pista de skate. El anciano cae y se golpea la cabeza, los menores huyen abandonándolo en un charco de sangre. Muere en el hospital poco después.
  
Granada.
En un autobús queda un asiento libre y dos jóvenes  se apresuran a ocuparlo al ser más rápidos que una anciana, que también pretendía sentarse. Un señor mayor que lo presencia, les recrimina por su “mala educación” y los chicos lo agreden de forma que tienen que llevarlo al hospital, donde le suturan una herida en la cabeza con 7 puntos.  


     Estos son solo dos ejemplos de los muchos que leemos o presenciamos continuamente y que confirman lo que ya hablábamos en una ocasión del aumento de la violencia en los jóvenes, de las reacciones desmesuradas que se producen a las primeras de cambio y, casi siempre, contra personas mayores. 

     Pero es que sigo quitando papeles para reciclar y tengo ante mis ojos las noticias recientes de los asesinatos de Orlando. Y me pregunto si no tendrá algo que ver lo uno con lo otro. ¿En que clase de mundo están creciendo nuestros niños?

11/6/16

Com-padecer


     Tenemos una lengua muy rica, llena de matices, pero pocas veces nos fijamos en lo que realmente significan algunas palabras. Y una de ellas es el verbo compadecer, que solemos interpretar como sentir pena por alguien, cuando realmente no es ese su verdadero sentido o, al menos, no el principal sentido.

     Nos dice el DLE que procede del latín compăti y que su primera acepción es: Compartir la desgracia ajena, sentirla, dolerse de ella. 

     O sea,  que compadecer es padecer-con, no es solo ayudar a llevar una carga “desde afuera”, sino llevarla también, soportarla sobre los propios hombros, conseguir que parte del sufrimiento que padece una persona recaiga sobre nosotros y desear padecerlo en lugar de ella.

     Pero a veces, nos encontramos con el obstáculo de no encontrar eco por la otra parte, de que la persona a la que quisiéramos compadecer en este sentido del que hablo, rechaza compartir con nosotros su dolor y, entonces, la impotencia nos invade y nos convertimos en simples espectadores de algo que nos duele profundamente, de un sufrimiento que nos llega tan hondo como nuestro propio sufrimiento, que ES nuestro propio sufrimiento.     

4/6/16

Palabras bajo el agua





     La historia es conocida. En el verano de 1936, Federico García Lorca está en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, pero ocurre que el 18 de julio es san Federico, el santo de su padre y el suyo, y la familia García Lorca acostumbra a celebrarlo con una verbena en la Huerta de S. Vicente, donde pasan el verano huyendo del calor de la ciudad. Federico quiere pasar ese día con ellos, en su casa y con su familia, así que viaja a Granada desoyendo los consejos de sus amigos, que le advierten de que la situación está mal y Granada no es segura para él. Pero viene y ahí le coge el Alzamiento. Lo que sigue también lo conocemos. En la Huerta detienen a su cuñado, el alcalde Fernández Montesinos, Federico se refugia en casa de los Rosales, lo detienen y lo asesinan en agosto. 

     La Huerta de San Vicente es una casa típica de la Vega de Granada, con un poco de jardín, algo de huerta, árboles frutales, sus palmeras, sus cipreses, indispensables en una casa de ese tipo, y jazmines, muchos jazmines que le acarrean un “dolor lirico de cabeza”.  En aquel tiempo, estaba en plena Vega, pero con el paso de los años, el crecimiento de la ciudad amenazaba con invadirla de cemento y un ayuntamiento ya democrático tuvo el buen acuerdo de comprarla y rodearla de un parque, no una maravilla de parque, pero que al menos le dio respiro y es el pulmón de una de las zonas más masificadas de Granada. 

     Cuando se inaugura el parque, inmediatamente llevo a mi madre a verlo porque está cerca de nuestra casa y, aunque está todavía en su inicio, con los árboles pequeños, mucho sol, unas fuentes muy feas y farolas horribles, tiene una rosaleda muy completa y mi madre disfruta mucho con las rosas, así que vamos con frecuencia. Poco después muere mi madre y yo dejo de ir durante años, hasta que lo recobro y lo convierto en el jardín que no tengo, pasando allí largas horas y conociendo ya hasta su último rincón. Pero un día que no funcionan esas fuentes tan feas, me fijo que en su base, bajo el agua y el cieno amarillo que cubre el fondo, hay algo escrito, meto la mano, remuevo y veo que se trata de unos azulejos con una serie de textos, unos en español y otros en inglés, unos en azul sobre blanco y otros en blanco sobre azul. Me inspiran curiosidad, les hago fotos a base de ponerme chorreando con tanto remover el agua y empiezo a preguntar que es aquello y por qué esos textos están allí. Pero nadie lo sabe, ni los jardineros y ni siquiera los miembros de la Asociación de Amigos del Parque me dan ninguna pista, así que guardo las fotos esperando tener más información. Dos años después y en vista de que la información no llega, las subo a Flickr con la esperanza de que amigos investigadores natos busquen lo que yo no he sido capaz de buscar. Y efectivamente, dos de ellos, Unjubilado y Sofocador, dan con pistas que nos llevan a la solución. 

     Se trata de que, en 2007, hubo en la Huerta una exposición un tanto original y, como parte de ella, se colocaron estos azulejos en las fuentes. Pero como el proceso mediante el cual llegamos a estas conclusiones creo que es entretenido, os invito a leer los comentarios en las fotos y seguir nuestras investigaciones paso a paso. La conclusión está añadida posteriormente en la primera foto, pero os aconsejo que os la saltéis para conservar la intriga. 

     De todas formas, la intriga permanece, pues parte de esos textos, de esos azulejos, no llegamos a saber si se pusieron al mismo tiempo ni por qué.  

     ¿Iniciamos otra investigación?