30/9/17

De la vejez y otras soledades






     Recibo este correo de una amiga que me habla de alguien a quien he cambiado el nombre por privacidad. Como veréis, se trata de una amiga que vivía cerca de ella, en su casa de toda la vida, y a la que los hijos han trasladado a un piso pequeño para que, según ellos, esté más cómoda.  

     El correo dice así, con algunas modificaciones por el mismo motivo de preservar su intimidad. 


     He estado visitando a Marta casi todos los días, pues todos los de su familia han viajado dejándola sola en su nuevo apartamento, y está muy depresiva. No recuerdo si te conté que yo no estuve de acuerdo en que se cambiara de forma tan urgente, pero los hijos en cuanto encontraron un apartamento de su agrado, la trasladaron en dos días y luego se fueron todos de vacaciones. La pobre se siente como si la hubieran ingresado en una residencia y, para colmo, en total soledad. 
     En la casa que está cerca de la mía, vivía desde hace casi medio siglo y han pasado por ella todos sus nietos y bisnietos en distintas épocas. La conocen  todos los vecinos y comercios del barrio, y bastaba tan solo abrir la puerta para que entablara un diálogo con alguno de ellos.
     Por la velocidad en que se hizo el traslado no ha podido terminar de decidir de qué cosas se va desprender definitivamente, ni ha podido hacer las modificaciones en el apartamento para adaptarlo a su gusto y necesidad. Como vive sola con sus casi 90 años, necesita tener todas las cosas a su alcance, ni muy arriba ni muy abajo, porque aunque se desplaza solo ayudada por un bastón, no puede agacharse ni subirse a una escalera.
     Está además muy dolida con sus hijos porque comenzaron a hablar de la venta de la casa el mismo día que la trasladaron. No me lo ha dicho en forma clara pero creo que hay un interés monetario.

     Hasta aquí el correo. Sin comentarios por mi parte. 

24/9/17

¡Habemus Metro!





     Metro-Tranvía-Tren Ligero, que es un poco de cada cosa. Pero a los que no sois del terreno os voy a contar una historia que habla mucho de la idiosincrasia granadina, de que por algo se dijo que todo el posible en Granada.

     Allá por los años 90, a alguien se le ocurrió pensar que por qué Granada, la ciudad con el monumento más visitado de España, no tenía un Metro como las ciudades importantes, y como aquí todo se discute hasta la extenuación, empezaron las discusiones. Que si por el centro, comunicando el sur de la ciudad con el norte, que si es mejor comunicar los pueblos del cinturón que generan un montón de tráfico y atascos monumentales, que si…. Lo del centro estaba difícil por el río Darro que lo cruza cubierto, por las calles estrechas y las casas antiguas con pocos cimientos, así que se decide que mejor empezamos por comunicar el área metropolitana que es más fácil y barato, pues puede ir en superficie y eso está chupao. Vamos, como la antigua red de tranvías que tenía Granada y que abandonaron estúpidamente.

     Pero sí, sí. La Junta de Andalucía, madre del cordero, no contaba con un alcalde cabezón, en todos los sentidos, que se empeña en que el Tranvía tiene que ser Metro, tiene que ir subterráneo, y empiezan de nuevo durante años las discusiones, el tira y afloja con la Junta, que no quiere gastar tanto dinero, pero que al final accede a que se soterre  bajo el Camino de Ronda, donde nos encontramos con otro río, el Genil, que para colmo de males, discurre en superficie, pero muy por debajo de esa antigua carretera que ahora es calle. O sea, que hay que bajarse poco menos que al infierno de Pedro Botero para pasar por debajo del río. Quedan, por tanto tres tramos distintos, los de los extremos en superficie y el central subterráneo.

     Mientras tanto, estamos ya en 2007, que desde 1998 en que se presentó el primer proyecto, ya ha llovido cuando empiezan las obras a bombo y platillo en uno de sus extremos. Van en superficie, así que no hay demasiados problemas, pero lo grave llega cuando empiezan en el tramo subterráneo. Restos arqueológicos, pinchazos en las tuberías del gas, inundaciones de las conducciones de agua… Pero en fin, que no cunda el pánico porque todo esto es normal cuando se abre en canal una de las arterias principales. Y en ese punto entra esta que escribe como víctima. Esa calle es mi paso para ir al super y ahí me tenéis saltando zanjas con el carro de la compra, pasando entre unas vallas al ir y por otras al volver porque ya las han cambiado de sitio. Pero todo sea por la causa, porque algún día podamos ver bajo esos escombros un reluciente Metro circulando.

Y ENTONCES, LLEGA LA CRISIS.

     Se cierra el grifo del dinero, las constructoras van abandonando, las obras se ralentizan o se paran, nos quedamos con todo levantado y esta que escribe -y salta zanjas- empieza a dudar que alcance a ver el Metro reluciente. Pero como todo pasa y todo llega, aunque lo nuestro es pasar, en 2012 parece que la cosa se va animando, se ven de nuevo los trabajadores y las máquinas, levanto mis ojos al cielo el día que cruzo por un suelo llano y asfaltado camino del super, las obras avanzan y, después de algunos tropiezos que a estas alturas del partido ya no tienen importancia, en este año de gracia de 2017, en el mes de febrero, con la fresca, se dan por terminadas y empiezan las pruebas “en blanco”, o sea, sin pasajeros y a velocidad de tortuga.

     Y aquí llega, esplendorosa, la “malafollá granaína”. Estas pruebas, que en ciudades vecinas duraron un par de meses, aquí se alargan y se alargan hasta siete. ¿Por qué? Pues porque los granadinos, con tantos años de ver las vías sin uso en nuestras calles, nos hemos acostumbrado a ellas y no nos cabe en la cabeza que por allí pasen vagones que pueden hacer pupa si te pones delante, así que en esos siete meses se ha visto de todo, desde coches aparcados en las vías, hasta grupos de jóvenes tomando el sol en el césped que hay entre ellas y, por supuesto, coches y personas que cruzan por donde les viene en gana y que han provocado algún que otro choque, sin víctimas, afortunadamente. Y cuando el Metro tiene que parar por estas causas, los técnicos le llaman “incidencias”, que cuando parece que van disminuyendo, resulta que aumentan en agosto, el mes con menos tráfico y menos gente. (Recordad lo de la malafollá) Por tanto, la fecha de apertura al público se va retrasando, hasta que ya la cosa es insostenible y se deciden a inaugurarlo el pasado jueves, cruzando los dedos para que no ocurra nada. Y en esas estamos, con nuestro Metro-Tranvía-Tren Ligero funcionando con gran éxito y con el santo Patrón de los ferrocarriles haciendo horas extraordinarias al cuidado de los granadinos, que siguen pensando que esas vías en las calles son de adorno.
     

11/9/17

La Desbandá




Foto tomada de eldiario.es


     Empezando el verano, se publicó en la sección de Cartas al Director de IDEAL, una carta que me llamó la atención. La firmaba un señor que escribe con frecuencia y trata diversos temas, pero en esta ocasión trataba un tema personal, aunque de forma distinta a como podría esperarse.

     Poco antes se había hablado en el mismo periódico de la llamada “Desbandá”, uno de los hechos más terribles de nuestra Incivil Guerra, y este hombre contaba que su madre la vivió, que en ella perdió toda su familia y solo encontró muchos años después a un hermano tras una larga búsqueda. Una tragedia por la que pocas personas pasan, pero lo notable es que este hombre de lo que se quejaba era precisamente de que los de la Memoria Histórica quisieran remover aquello con afán reivindicativo, quisieran mantenerlo vivo, sin olvido ni perdón. ¿Por qué esta postura cuando se supone que tendría que ser la contraria? Volvamos atrás para ello.

     Ocurre que, por sus apellidos, siempre he sospechado que este señor era hermano de un antiguo amigo con el que perdí el contacto, pero ahora esta carta me lo confirma, ya que aquel amigo me contó hace muchos años esta misma historia y me la contó de la misma manera, sin odio, sin rencor. O sea, que estos hermanos conocieron la historia de su madre, pero ella supo transmitírsela de forma que no crecieran con odio, porque sabía que eso podría marcarlos para toda su vida y ella no quería esa carga para ellos. Otras mujeres por la época vivieron tragedias semejantes y callaron después ante sus hijos, seguramente por el mismo motivo, pero ella no pudo, tenía que buscar a su hermano, todos se enteraron, sus hijos también.

     Y ahora, tantos años después, uno de ellos escribe una carta en IDEAL pidiendo algo que parece contradictorio, pero que para mí está muy claro. Sencillamente, está pidiendo que nadie eche por tierra la labor que su madre hizo con ellos, probablemente con mucho sacrificio, que nadie levante la polvareda de odio que su madre no quiso.

     Hoy, después de un verano de víctimas y verdugos, con tantos motivos para odiar, con tanto odio circulando en redes y medios, yo quiero recordar a esta mujer y a todas las mujeres que han vivido, viven y vivirán tragedias que no quieren legar a sus hijos. Los parieron con amor, los criaron con amor y no quieren odio para ellos.