16/12/24

MUFACE, la película




      Escribí aquí por primera vez de Muface cuando, en la pandemia, los médicos cerraron las consultas y los mutualistas nos quedamos sin nadie que nos firmara las recetas para nuestros medicamentos. Llegaron luego las vacunas y volví a escribir al vacunarme de la primera cuando mis amigas estaban ya citadas para la segunda. O sea, que si no cogí el bicho fue pura suerte. Tercera vacuna y os cuento aquí mis problemas para encontrar donde me pincharan. Que si en los Centros de Salud no hay vacunas para nosotros, que si estamos "en la privada"... Conseguí vacunarme y os conté entonces que a punto estuve de llevarle una caja de bombones a quien me dio cita en un Centro de Salud cercano  Conté también el caso inédito de aplazármela para otro día cuando ya estaba con el brazo desnudo porque "necesitaban esa vacuna para un señor citado detrás de mí". De la Seguridad Social , por supuesto. Por último, también escribí  no hace mucho de Muface y las “Fake News”, de los bulos y las falsas noticias que circulaban. En todas estas ocasiones, he mencionado a Muface, el sistema sanitario en el que estoy desde que se fundó y que, con sus ventajas y sus inconvenientes, es al que estoy habituada, el que atendió a mis padres en su enfermedad final y el que esperaba me atendiera a mí también en ese momento.

      Pero ha llegado la renovación del contrato con las aseguradoras, estas han rechazado la licitación del gobierno...y se ha armado la marimorena. La ministra de Sanidad dice primero que no tiene ni idea de este asunto y que tampoco le importa. Luego, alguien se lo explica muy por encima y entonces dice que no hay problema, que nos acoge la SS en su seno sin la menor dificultad porque ella tiene un informe según el cual no somos ni un millón de personas, ya que ha habido una desbandada de funcionarios jóvenes hacia la SS. Y que "obligarán" a las aseguradoras a prolongar su asistencia hasta octubre del año que viene para irnos pasando a la SS poco a poco. Estupenda noticia. Lo malo es que el ministro de la Función Pública, que es al que le cae este marrón, tiene otro informe que le advierte de que podemos ser cuatro millones entre las tres mutualidades (Muface, Isfas y Mugeju) más los 8.000 funcionarios destinados en el extranjero y los beneficiarios incluidos en cada tarjeta y que, además, un 78% estamos en las aseguradoras. Y que no se les puede obligar a prolongar el contrato porque, según la ley, la licitación tendría que haber sido tres meses antes del fin del contrato y no es así, por lo que solo están obligadas a seguir prestando servicio un mes, hasta el 31 de enero. O sea, que la cosa no pinta tan fácil como la ve su colega de Sanidad, pero como está muy pendiente de que el presi lo nombre jefazo en Madrid, le da largas al tema consultando a las aseguradoras sobre los costes de su asistencia. Por último y como guinda del pastel, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo nos dice que Muface tiene que desaparecer, todos pasar a la SS y que se inyectarán los fondos necesarios a las comunidades autónomas, con lo que todos seremos felices y comeremos perdices. Se le olvida decir de donde van a sacar, de aquí al 1 de febrero, los hospitales, clínicas, médicos y enfermeras necesarios para ese aumento descomunal de pacientes, pero es comprensible su fallo porque no se puede estar en todo. 

      Visto lo visto, la primera pregunta que se me viene a la cabeza es si los informes a los ministros los hace Tezanos y la segunda que a que santo podemos encomendarnos, porque en manos de estos ministros vamos “apañaos”. 

      ¿Pero sabéis lo que más me preocupa y hasta me duele? Pues la poca empatía hacia nosotros que estoy notando en el resto de la población. Unos, porque no están informados ni saben de qué va la cosa y otros porque parece que se frotan las manos al pensar que "a los señoritos privilegiados de la Privada se les van a acabar los privilegios”. Hasta en personas que trato estoy viendo esa postura y la verdad es que me duele. Me duele porque no existen esos privilegios y porque esta situación le puede costar la vida a muchas personas, sobre todo a muchos viejos y parece que eso no le importa a nadie. Un buen porcentaje de españoles lo está pasando mal y lo va a pasar peor...y hay quien se alegra.


4/12/24

4D

 

      El día 4 de diciembre de 1977, un miembro de la Policía Armada no identificado (o encubierto por una Transición aún vacilante), asesinó en Málaga a Manuel José García Caparrós, que participaba en una manifestación multitudinaria y pacífica a favor de la autonomía de Andalucía. Su injusta muerte a los 19 años,  exacerbó  el andalucismo y, poco más de dos años después, votamos un referéndum que reconoció la autonomía por la vía del Artículo 151 de la Constitución, el de las llamadas comunidades "históricas".

      Años después, Antonio Martínez Ares, el carnavalero de Cádiz, pero también el autor de canciones como La vida en gris, compone Era un 4 de diciembre, pasodoble con el que gana el primer premio de agrupaciones su comparsa Los Piratas en el Carnaval de 1998.

      Por último y más recientemente, Rocío Márquez graba una versión, menos bullanguera pero más flamenca, que es la que traigo hoy para conmemorar el día.

 

26/11/24

Harta ya de estar harta


Captura tomada del video de un supermercado extranjero
 

      No sé si estoy harta de ser vieja o de que haya tanto imbécil suelto. De vuelta a mi casa, paso por el super y hago una compra muy pequeña, que aprovecho para cambiar,  pues pagando siempre con el móvil terminas no teniendo ni para el óbolo de la misa. El cajero esta mal de cambio, por lo que le ayudo con monedas para que solo me devuelva billetes y, mientras rebusco en el monedero, la señora que tengo detrás, bastante joven y más pija que un “cayetano”, me enseña su tarjeta y me dice: Debería usted aprender a pagar con esto, que es muy cómodo. Me quedo mirándola y no le contesto porque tendría que haberle dicho: Y usted debería aprender a meterse en sus asuntos. El muchacho de la caja, que me conoce y sabe como suelo pagar, tampoco dice nada, pero se sonríe. 

6/11/24

La Nube de Valencia

 


      En la noche del 18 al 19 de octubre de 1973, una gran riada arrasó La Rábita, una pequeña localidad de la costa granadina, pedanía del municipio de Albuñol. Aun ahora, tanto tiempo después, no se sabe exactamente la cifra de víctimas, pues entonces se dijo que eran cuarenta los muertos y otros tantos desaparecidos, aunque luego se ha simplificado la cifra en “ciencuentaytantos”, como también los vecinos de La Rábita y Albuñol han simplificado aquel trágico suceso llamándolo “La Nube”, con esa costumbre tan granadina y andaluza de definir las cosas grandes con palabras pequeñas, las cosas importantes con palabras sin importancia. (Semejante a llamar al puente de Dúrcal, atribuido a Eiffel, "El Puente de Lata"...)

      Lo llamemos como lo llamemos, aquello fue una gran tragedia, pues, para un pueblo que entonces tenía poco más de 1.400 habitantes, supuso perder una parte importante de su población. Sin embargo, estando todavía bajo la dictadura de Franco, en la que este tipo de cosas se silenciaban, se difundió muy poco y el país no pudo conmocionarse como lo estamos ahora con lo sucedido en Valencia.

      Pero vayamos a Valencia

      Ha pasado una semana y seguimos en shock, seguimos sin terminar de creernos lo ocurrido, pero vemos como todos, desde los famosos hasta la última clienta del super, estamos convertidos en expertos y absolutamente seguros de lo que se debería haber hecho para evitar las víctimas y paliar los daños. Sin embargo, yo pienso que no es el momento, que solo cuando no quede ni un desaparecido por encontrar, cuando todos los vecinos de esos pueblos tengan agua, luz y alimentos, cuando estén bien alojados los que han perdido su casa, entonces habrá llegado la hora de sentarse gobierno y administraciones, recopilar datos de cómo murieron las víctimas, donde estaban, que hacían, que circunstancias se daban en su entorno, que información habían recibido, etc. y confrontar estos datos con los de la AEMET. Afortunadamente, ahora tenemos medios, tenemos ordenadores, tenemos la IA... Metamos los datos en las máquinas y que ellas, sin condicionamientos, sin inclinaciones políticas, sin ideas preconcebidas, nos enseñen a manejar situaciones así, que -seguro- van a ser cada vez más frecuentes. 

24/10/24

Niños



      Brujuleando por la Red, me tropiezo con algo que me ha dejado pensativa y bastante indignada. Es una de esas cosas que don Google nos pone delante sin que tenga nada que ver con lo que estamos buscando y está en una página en la que te asaltan los anuncios y casi ni te dejan leerlo. 

      Parece ser que una adolescente ha contado en una red social que un niño muy pequeño la acosa hasta delante de sus padres, con la complacencia de ellos, que le ríen la gracia. Pero lo más grave es que le contestan chicas de todas las edades a las que en algún momento les ha ocurrido igual y hasta una mujer adulta que cuenta como al besar al hijo de unos amigos, el niño le tocó el pecho con gesto malicioso, ante las risas de sus padres. Y en varios de los comentarios se habla de niños de cuatro, cinco y seis años. 

      Visto esto, ¿nos van a extrañar las violaciones en grupo de menores de edad?

 

16/10/24

El bando de los perdedores

 



      Crecisteis juntas, desde primero de bachillerato erais uña y carne. Teníais la misma edad y la misma estatura, por lo que os colocaban juntas en la fila de pasar lista, unos años ella delante y otros tú según la que hubiera dado un “estirón” durante el verano. Los domingos os turnabais en las casas, tú disfrutabas del bullicio de hermanas y primos en su casa y a ella le gustaba la tranquilidad de la tuya, tus libros y como cocinaba tu madre. La primera adolescencia pasó rápida y llegó el amor. Tú lo estrenaste con aquel francés de Lanjarón y ella con uno de los vecinos de enfrente. Hasta que un día apareció en vuestras vidas aquel muchacho de los ojos verdes. Las dos os quedasteis prendadas de ellos y tú escribiste en la libreta de las tapas rojas:

      Para verte a mi lado dando vueltas a la plaza
      bajo los tilos
      y bajo el frío aire de otoño que hacía mover sus ramas.

            Pero empezó el juego sucio. Las amigas de la pandilla la ayudaban a ella en su conquista y los amigos te ayudaban a ti. Mientras, el dueño de los ojos verdes no parecía decidirse por la una o la otra. Y aquello os enfrentó. Hasta que a ti te sobrepasó la situación y la llamaste para ir a su casa “a hablar”. Llevabas el discurso bien aprendido, lo habías meditado despacio y pensabas decirle: Mira, amiga, vamos a jugar limpio, vamos a dejar que sea él quien elija entre las dos, sin intervención de nadie más, ni siquiera nuestra.

      Lo malo fue que, nada más llegar, ella sacó el álbum de fotos donde estabais juntas, empezasteis a decir: ¿Recuerdas? Y a reír juntas como antes de que llegara el muchacho de los ojos verdes. Y tú te fuiste sin haber dicho nada de lo pensado, te echaste a un lado y le dejaste el campo libre. Algún tiempo después, te dijo que ya eran novios, que se casarían y se irían lejos. Tú estuviste en la boda, conservaste la amistad con ella, pero perdiste al hombre que quizá te hubiera hecho feliz. No sabías entonces que acababas de ingresar en el bando de los perdedores y que permanecerías en él el resto de tu vida, que tu vida sería una sucesión de pérdidas, que todos tus sueños los harían realidad otras personas y todos tus deseos los cumplirían las demás, nunca tú. Que cada vez que tocaras la felicidad con la punta de tus dedos, algo se interpondría para dejarte con las manos vacías.

      Otra perdedora, Elena Martín Vivaldi escribió:

      ¿De que voy a vivir ahora
      si lo he perdido todo?

      Pero Elena siguió viviendo sin nada hasta su final. Y ahora, tú también estás llegando a tu final sola y sin nada. Y sigues perdiendo, también se esfuman tus pequeños sueños de cada día y tus pequeños deseos de cada hora. Estás en el bando de los perdedores y lo estuviste siempre ¿No lo sabías?

      Abres la libreta de las pastas azules, la que sucedió a la libreta de las pastas rojas, y lees:

      No queda nada ya, todo se ha ido,
      nada vendrá porque ya nada espero.
      El tiempo ya se acaba y solo tengo
      mi soledad y un verso en cada mano.
      Mi soledad y un verso. En esta tarde.
 
    

30/9/24

Legítimas y acreditadas

 



      Ahora que tanto se habla de la comida sana, de los alimentos procesados, de que un producto no lleve más de cinco ingredientes, yo he recuperado por casualidad algo que he tomado desde niña, pero que había dejado de comprar quizá por no verlo en los supermercados que frecuentaba.
      Hablo de las tortas de aceite, que antes llamábamos "sevillanas" o simplemente de Inés Rosales, por ser esta la marca más conocida. Aunque no era esa la única, pues estas tortas son tradicionales en toda Andalucía Occidental, digamos que son "de toda la vida", ya que se hacían en las casas siglos antes de que a una señora de Castilleja de la Cuesta, provincia de Sevilla, se le ocurriera vender en la carretera y la estación las tortas que le enseñó a hacer su madre y esta aprendió de la suya. Tortas tan simples que no tienen más que tres ingredientes: harina, aceite de oliva y azúcar. Y unos granos de matalahuva, que le dan el ligero sabor a anís. Solo eso. Ni conservantes, ni acidulantes, ni espesantes, ni edulcorantes... ni nada. Más sano, imposible. Ni más bueno. Y quien no las haya probado, que se compre un paquete y verá como no miento.
Nota: Que conste que no tengo nada que ver con ninguna empresa fabricante de tortas sevillanas (aunque un pariente de mi madre las fabricaba en Córdoba hace muchísimos años) y que conste también que ese paquete de arriba lo he pagado religiosamente en el supermercado donde ahora me las ponen delante en exposición cada vez que entro.

17/9/24

Visitas turísticas

 


      En el Patronato de la Alhambra se está estudiando lo que llaman un Plan Director, que replantee las visitas al monumento y establezca nuevos itinerarios, pues tal como está y a pesar de restringirse el número de visitantes, hay momentos en que está masificada y eso daña un monumento tan delicado e, incluso, perjudica a los visitantes, que ven gente en lugar de belleza.

       Ante esto, lo primero que me viene a la memoria es la cantidad de veces que he pensado lo bueno que sería poder distinguir las personas que van porque disfrutan con ello de las que solo buscan la foto ante la Fuente de los Leones para decir: he estado ahí. Y, de esta forma, facilitarlo a los primeros y ponérselo difícil a estos últimos. Difícil y caro, si es preciso.

      Una amiga, cuando se jubiló de una profesión relacionada con las Artes y las Letras, se afilió de voluntaria en la cárcel y su misión era acompañar como guía a grupos de reclusos en visitas a monumentos y museos de la ciudad, dándoles unas sencillas explicaciones sobre lo que estaban viendo. Me contaba entonces que encontró en estos grupos personas nacidas y vividas aquí que no solo no conocían la Alhambra, sino que ni siquiera habían entrado nunca en la Catedral, Capilla Real, Casa de los Tiros, Corral del Carbón...y demás etcéteras. Vio también que había algunos que se habían apuntado a esas visitas para salir unas horas de su encierro, pero que otros se quedaban extasiados ante lo que estaban viendo y costaba arrancarlos de allí. Recuerdo que me emocionó aquello y pensé que estas personas de vidas complicadas merecerían estar en libertad y entrar gratis a todos esos monumentos.

      Curiosamente, unos días después, coincidí con esta amiga y su grupito de reclusos en un museo, me sumé al grupo y disfruté lo más grande compartiendo con ellos la visita y ayudando a la guía en sus explicaciones.

 

3/9/24

Una chica de El Ejido

Imagen tomada del periódico IDEAL

       Hace muchos años, cuando ya empezaba a hablarse de la inmigración subsahariana, asistí a una mesa redonda o conferencia, no recuerdo bien, que se celebraba en el salón de una iglesia cercana. Como ya dije en esa ocasión, esa iglesia está situada en un barrio acomodado y conservador y, en el coloquio del final, una señora muy elegante dijo que sí, que muy bien, que pobrecitos africanos, pero que "esa gente" venía a quitarle el trabajo a los de aquí y ella tenía dos hijos en paro que... Creo que no llegó a terminar su perorata, pues en las últimas filas se levantó una chica muy joven que la interrumpió indignada diciendo: ¿Sabe lo que le digo, señora? Pues que usted no comería tomates y pimientos en invierno si no fuera por ellos. Yo soy de El Ejido, mi familia tiene invernaderos y puedo decirle que el trabajo en invernadero es un infierno, que la atmósfera es irrespirable en verano. ¿Y sabe lo que pasa? Pues que un español se marea, lo sacan, se va a su casa y ya no vuelve, mientras un senegalés se marea, lo sacan, se airea un poco, se bebe un vaso de agua... y vuelve a entrar. Y al día siguiente y al otro y al otro, hasta que se le acaba el contrato. Así que si sus hijos buscan trabajo, que vayan a los invernaderos y lo encontrarán.

      No sé si fui yo la primera en aplaudir, pero el aplauso fue unánime y la chica ejidense se sentó un tanto abochornada, mientras la señora de los hijos en paro supongo que deseó meterse bajo su asiento

 

26/8/24

No pensar nunca en la muerte


      Como, en la anterior entrada, hemos hablado abundantemente del tema, he recordado este poema de Manuel Alcántara, que podemos oír de su propia voz y en la de Mayte Martín, autora también de la música.

 

11/8/24

Los sanitarios tienen corazón

 


      En esta semana que ahora termina, se han cumplido 30 años de la muerte de mi madre. Muchos años, mucho tiempo, pero no el suficiente como para que dejara de pasar por mi cabeza "la película" de aquellos días, los flash back que se te quedan fijos en la memoria para siempre. Y recordé cuando, un par de días antes de morir, tuvieron que cambiarle el suero de sitio y la enfermera le pinchó repetidamente sin encontrar la vena, como suele ocurrir con las personas en su situación. La enfermera tiró la toalla y dijo: Voy a llamar a uno del quirófano. Un rato después, llegó un chico vestido de verde que dio con la vena a la primera. Mi madre musitó un débil "gracias” y el chico vestido de verde me miró con los ojos llenos de lágrimas. Se había emocionado porque una mujer anciana, moribunda pero consciente, le había dado las gracias por acertar con su vena al primer pinchazo.

 

2/8/24

La siesta




      Cuando era niña, la siesta en el verano era sagrada para nosotras. No era obligatorio dormir, pero sí estar en reposo, pues nos decían que beneficiaba nuestra salud y nuestro crecimiento y estaban muy mal miradas las familias que dejaban a sus hijos jugando en la calle o en el patio. Nuestra sospecha era siempre que, detrás de esa preocupación por nuestra salud, estaba el deseo de los mayores de echarse una siestecita tranquila, pero era comprensible si ellos trabajaban y habían madrugado, así que una niña buena como yo comprendía la situación y se tumbaba en la cama turca un par de horas. Y como no tenía ningún sueño, en ese par de horas leía todo lo que tenía a mi alcance, empezando por los cuentos o los libros de Celia y variando mis lecturas conforme aumentaba mi edad.

      En uno de esos veranos me tragué la colección completa de Salgari, en otro la de Verne, en otro le metí mano a la biblioteca de mi abuelo recién llegada a mi casa tras su muerte, incluidos los libros que mi padre me señaló como "no apropiados para mi edad", y en otro me leí las obras completas de García Lorca. Recuerdo que cuando llegué al teatro, cada tarde era una obra. Amor, amor, amor y eternas soledades decía Marianita poco antes de que mi madre se levantara a poner la merienda.

      Pienso ahora lo que contribuyeron a mi cultura aquellas pesadas tardes del verano, aquellas no-siestas de mi infancia y adolescencia. Mi estatura física no se desarrolló tanto como nos decían, pero aquellas lecturas fueron conformando la mujer adulta que luego fui.