No hace mucho, hablando con el director de un banco, salió a relucir su futuro, el futuro en general de todos los bancos. Me decía que uno de los más importantes está suprimiendo las cajas, lo que antes llamábamos “la ventanilla”, para terminar con toda la gestión de recibos, de reintegro en efectivo, etc. y que solo se use el cajero para estas gestiones. Pero es que añadía que los cajeros también están destinados a desaparecer a corto plazo, a medida que se deje de usar el dinero físico y todas las operaciones se realicen en la Banca Digital. Que este proceso es inevitable e imparable. Yo, entonces, le dije: Sí. Reconozco que las cosas tienen que ir por ahí, pero vais demasiado de prisa, porque estáis excluyendo a toda mi generación, así que lo apropiado sería esperar a que nos vayamos muriendo.
Y es que tengo amigos y amigas de mi edad, incluso con 10 años menos, que no tienen ordenador ni smartphone, la tarjeta bancaria les es desconocida y el cajero es un sitio donde duermen los sin techo. Por tanto, estas personas están incapacitadas para utilizar los servicios de esos bancos del futuro, quedan excluidas de ellos. Su incapacidad puede ser física, que sus cansadas neuronas no den más de sí, o puede ser psicológica: el miedo a lo nuevo, la dificultad de aprendizaje, el temor de no ser capaz… Y no estoy hablando de enfermos o dementes, sino de personas que todavía son independientes y se manejan bien en el mundo donde han vivido. Pero no en un mundo nuevo. Esa es la cuestión.
Es la cuestión y el problema, ya que convierte a estos ancianos en dependientes antes de tiempo, los hace depender de personas de su entorno, cuando ellos están aun en condiciones de ir a un banco cercano, ponerse en la cola con su libreta y su DNI, realizar las operaciones necesarias tratando con un empleado y llevarse a su casa la pensión. Los hay con hijos que pueden –y quieren- desempeñar esta tarea, pero también hay otros que no los tienen o no cuentan con ellos y pasan a depender de otras personas, que pueden ser muy buenas y muy santas... pero otras veces no lo son y los despluman. Lo estamos viendo todos los días en los medios.
Concluyendo. ¿Es lícito que se deje en esta situación a un colectivo tan numeroso? Pertenecen a una sociedad, que han ayudado a sostener, han pagado y pagan sus impuestos, y tienen, por tanto, derecho a recibir de ella unos servicios. Si la banca privada es un negocio y ya no le interesan como clientes, ¿no sería el momento de tener una banca pública que anteponga el servicio al negocio?