Fotografía cedida generosamente por JJ Merelo
No se si sabéis quien es Nicholas Negroponte y la verdad es que yo no estaba muy segura hasta que hace unos días ha estado en Granada en el encuentro MÁS DIGITAL, que engloba dos citas, la Conferencia Internacional de Software Libre y el Encuentro de Dinamizadores de los Centros Guadalinfo. He leído en la prensa varios reportajes sobre él y sus intervenciones en estas jornadas y, aunque muchas de estas informaciones no las he entendido, otras no sabía de que estaban hablando y el resto me sonaban a chino, sí me he enterado de lo que ha dicho en las entrevistas porque hablaba clara y sencillamente.
Ha alabado mucho a Granada, a su nivel de informatización, a la red Guadalinfo, el Software Libre del amigo JJ, las ideas de los jóvenes emprendedores y se ha sentido “como en casa” en una cueva del Sacromonte, ya que vive en una isla griega, en un pueblo del siglo X. Pero lo que más me ha llamado la atención es algo que dice en una entrevista con Javier F. Barrera, parte de la cual reproduzco aquí.
Esta Navidad, cuando una amiga me deseaba felicidad, yo dije que esa palabra me parecía demasiado grande, que me conformaba con menos. Pues bien, de ese tipo de felicidad creo que es de la que habla Negroponte, de ese acomodarnos en nuestra realidad, de crear nuestra propia realidad. Siempre he pensado que cuando no podemos cambiar lo que nos rodea, las circunstancias en que vivimos, tenemos que cambiarnos a nosotros mismos en relación con ellas, tenemos que reflexionar sobre nuestra vida, asumir sus limitaciones y sacar el mayor provecho de ellas. Esa es la única forma de no caer en las depresiones que tan corrientes son en nuestra época, la única forma de que podamos sentirnos deprimidos pero sin entrar en lo patológico. Es lo de aquel libro tan conocido de Lou Marinoff, Más Platón y menos Prozac. O sea, más reflexión y menos pastillas.
Ha alabado mucho a Granada, a su nivel de informatización, a la red Guadalinfo, el Software Libre del amigo JJ, las ideas de los jóvenes emprendedores y se ha sentido “como en casa” en una cueva del Sacromonte, ya que vive en una isla griega, en un pueblo del siglo X. Pero lo que más me ha llamado la atención es algo que dice en una entrevista con Javier F. Barrera, parte de la cual reproduzco aquí.
J.F.B. –Ha conocido de primera mano, en una serie de encuentros organizados, a los representantes de la sociedad granadina y andaluza. ¿Cómo resumiría sus inquietudes? ¿Qué preguntaban?
N.N. –Hubo muchas preguntas. La típica clase de preguntas que hacen los economistas, los empresarios. Sorprendentemente, al final de la comida del jueves (en el Parador de San Francisco), hubo una última pregunta excelente. Maravillosa.
J.F.B. -¿Y de que trataba esa pregunta?
N.N. –Planteaba el tema de la felicidad. Me preguntaba como podemos ser más felices con la tecnología. Nunca me lo habían preguntado. No es solo esto. Esta misma mañana, una periodista encantadora me ha vuelto a preguntar durante su entrevista por la felicidad. Increíble. Mi reflexión es que en esta región hay una propensión a la felicidad. Le preocupa la felicidad. No se si tanto como en Bután, que tiene un índice que es el PIV (algo así como “Índice de la Felicidad del País) Pero lo cierto es que hay que distinguir entre la felicidad y el placer, que se encuentra en un buen vino, la comida, el sexo o los amigos. Pero la felicidad surge por el significado que nos da la vida.
Esta Navidad, cuando una amiga me deseaba felicidad, yo dije que esa palabra me parecía demasiado grande, que me conformaba con menos. Pues bien, de ese tipo de felicidad creo que es de la que habla Negroponte, de ese acomodarnos en nuestra realidad, de crear nuestra propia realidad. Siempre he pensado que cuando no podemos cambiar lo que nos rodea, las circunstancias en que vivimos, tenemos que cambiarnos a nosotros mismos en relación con ellas, tenemos que reflexionar sobre nuestra vida, asumir sus limitaciones y sacar el mayor provecho de ellas. Esa es la única forma de no caer en las depresiones que tan corrientes son en nuestra época, la única forma de que podamos sentirnos deprimidos pero sin entrar en lo patológico. Es lo de aquel libro tan conocido de Lou Marinoff, Más Platón y menos Prozac. O sea, más reflexión y menos pastillas.
Este post es libre, igual que la foto que incluye.