En la Carrera del Darro de Granada, a la altura de la iglesia de San Pedro y San Pablo, se encuentra situada la Casa de Castril, llamada así por el señorío que ejercieron en el pueblo de Castril los descendientes de Hernando de Zafra, a quienes perteneció.
Es uno de los más bellos palacios granadinos y su portada ha sido atribuida a Diego de Siloe, aunque -según Gallego Burín- denota en algunos detalles manos menos expertas, por lo que podría ser obra de Sebastián de Alcántara con ciertas influencias de Jacobo Florentino, con el que Alcántara trabajó en la Capilla Real. Está profusamente decorada con multitud de figuras y adornos de un modelado perfecto y sobre la clave del dintel destaca una reproducción de la Torre de Comares, blasón que los Reyes Católicos concedieron al primer señor de Castril, su secretario Hernando de Zafra, por el importante papel desempeñado en las capitulaciones de Granada. Corona la portada una amplia cornisa tallada y la fecha de 1539.
A la derecha hay un balcón en esquina cegado y sobre él la inscripción Esperando la del cielo, que dio lugar a una romántica leyenda.
Se cuenta que el tercer señor de Castril, también de nombre Hernando de Zafra, tenía una hija llamada Elvira, de la que sospechaba se veía a escondidas con un galán no digno de su alta alcurnia, por lo que una noche se presentó de improviso y la encontró en su habitación acompañada de un paje. Montó en cólera e hizo que sus sirvientes colgaran al pobre paje del balcón, a pesar de que este alegaba que el verdadero amante había huido por ese mismo sitio y él solo pretendía avisar a su señora de la llegada de su padre. Viendo que no conseguía convencer de su inocencia al señor de Castril, invocó repetidamente a la justicia divina, pero Hernando de Zafra no se apiadó, sino que le dijo que cuando muriera tendría todo el tiempo del mundo para esperar esa justicia. Así que mandó tapiar el balcón y grabar sobre él la inscripción Esperando la del cielo, para que sirviera de aviso a quien osara acercarse a su hija, la cual quedó también encerrada tras el balcón tapiado para evitar peligros.
Pasado el tiempo se supo que el paje decía la verdad y que el que cortejaba a Elvira era don Alfonso de Quintanilla, hijo de una de las familias principales de Granada, pero enemiga del señor de Castril.
Este edificio fue adquirido por el Estado en 1923. En él se instaló el Museo Arqueológico y también estuvo allí el Museo de Bellas Artes hasta su traslado al Palacio de Carlos V.
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Es uno de los más bellos palacios granadinos y su portada ha sido atribuida a Diego de Siloe, aunque -según Gallego Burín- denota en algunos detalles manos menos expertas, por lo que podría ser obra de Sebastián de Alcántara con ciertas influencias de Jacobo Florentino, con el que Alcántara trabajó en la Capilla Real. Está profusamente decorada con multitud de figuras y adornos de un modelado perfecto y sobre la clave del dintel destaca una reproducción de la Torre de Comares, blasón que los Reyes Católicos concedieron al primer señor de Castril, su secretario Hernando de Zafra, por el importante papel desempeñado en las capitulaciones de Granada. Corona la portada una amplia cornisa tallada y la fecha de 1539.
A la derecha hay un balcón en esquina cegado y sobre él la inscripción Esperando la del cielo, que dio lugar a una romántica leyenda.
Se cuenta que el tercer señor de Castril, también de nombre Hernando de Zafra, tenía una hija llamada Elvira, de la que sospechaba se veía a escondidas con un galán no digno de su alta alcurnia, por lo que una noche se presentó de improviso y la encontró en su habitación acompañada de un paje. Montó en cólera e hizo que sus sirvientes colgaran al pobre paje del balcón, a pesar de que este alegaba que el verdadero amante había huido por ese mismo sitio y él solo pretendía avisar a su señora de la llegada de su padre. Viendo que no conseguía convencer de su inocencia al señor de Castril, invocó repetidamente a la justicia divina, pero Hernando de Zafra no se apiadó, sino que le dijo que cuando muriera tendría todo el tiempo del mundo para esperar esa justicia. Así que mandó tapiar el balcón y grabar sobre él la inscripción Esperando la del cielo, para que sirviera de aviso a quien osara acercarse a su hija, la cual quedó también encerrada tras el balcón tapiado para evitar peligros.
Pasado el tiempo se supo que el paje decía la verdad y que el que cortejaba a Elvira era don Alfonso de Quintanilla, hijo de una de las familias principales de Granada, pero enemiga del señor de Castril.
Este edificio fue adquirido por el Estado en 1923. En él se instaló el Museo Arqueológico y también estuvo allí el Museo de Bellas Artes hasta su traslado al Palacio de Carlos V.
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