Hace poco, me contó un amigo que su hijo de 12 años dice de mí que soy una “anciana tecnológica” y esto me ha hecho pensar -una vez más- en lo mal que se está poniendo la vida para las personas de cierta edad, cómo la sociedad evoluciona de forma que las va excluyendo. Nos va excluyendo, diríamos mejor, pues tampoco yo me libro de eso por muy “tecnológica” que sea.
Y me estoy refiriendo a que, en este momento, lo que importa es la mayoría, lo que la mayoría quiere y le va, de ahí que, como los jóvenes son más consumidores, todo se hace pensando en ellos. Por ejemplo, en los bares y cafeterias se están imponiendo esos veladores altos con banquetas inestables, en las que a las personas mayores les cuesta subirse y se dan el morrazo día sí día no. Otro ejemplo podrían ser las tiendas de ropa. Cada vez que voy al centro veo que ha desaparecido una tienda en la que se podía comprar ropa de mayores y en su lugar hay otra de jóvenes. Y al decir de mayores no me refiero a “ropa de señora gorda en día de bautizo”, que esa tampoco me gusta a mí, pero sí a algo con lo que no hagamos el ridículo.
Siguiendo con las compras, otro problema actual para las personas mayores son los envíos de las compras, pues rara es la tienda ahora que te las llevan a domicilio y, si te la llevan, te cobran cantidades estratosféricas por hacerlo, ya que se supone que todo el mundo tiene coche y puede cargar con artículos de peso. Probad a comprar una impresora y veréis lo que pasa. O cargas con una caja que te impide ver el suelo que pisas, o pagas más de lo que te cuesta la impresora… o te quedas sin ella.
Pero el colmo de lo excluyente es la introducción cada vez mayor de la tecnología en todo. Cuando hay personas mayores que ni siquiera se aclaran con los pesos de los supermercados, ya nos podemos imaginar lo que ocurre en esas cajas rápidas sin cajera, donde yo me lo guiso yo me lo como, a base de teclas y pantalla. Y no digo nada de lo que pasa cuando llamas por teléfono a una operadora de telefonía y no hay forma de entenderse con un ser humano, solo máquinas y máquinas. Y al menos, las “ancianas tecnológicas” más o menos nos manejamos con todas estas cosas, pero imaginaos una persona mayor, que no sea “tecnológica”, como se las arregla, seguramente tiene que recurrir a alguien, a un hijo o pariente que se lo solucione. O sea, nos hacen dependientes antes de tiempo, pues no hace tanto una persona mayor podía, por ejemplo, llamar a su compañía de teléfonos y explicarle de palabra lo que le pasaba, pero ahora ya tiene que depender de otra persona.
Resumiendo. Que la sociedad está montada para mostrarnos a los mayores la puerta de salida.