Metro-Tranvía-Tren Ligero, que es un poco de cada cosa. Pero a los que no sois del terreno os voy a contar una historia que habla mucho de la idiosincrasia granadina, de que por algo se dijo que todo el posible en Granada.
Allá por los años 90, a alguien se le ocurrió pensar que por qué Granada, la ciudad con el monumento más visitado de España, no tenía un Metro como las ciudades importantes, y como aquí todo se discute hasta la extenuación, empezaron las discusiones. Que si por el centro, comunicando el sur de la ciudad con el norte, que si es mejor comunicar los pueblos del cinturón que generan un montón de tráfico y atascos monumentales, que si…. Lo del centro estaba difícil por el río Darro que lo cruza cubierto, por las calles estrechas y las casas antiguas con pocos cimientos, así que se decide que mejor empezamos por comunicar el área metropolitana que es más fácil y barato, pues puede ir en superficie y eso está chupao. Vamos, como la antigua red de tranvías que tenía Granada y que abandonaron estúpidamente.
Pero sí, sí. La Junta de Andalucía, madre del cordero, no contaba con un alcalde cabezón, en todos los sentidos, que se empeña en que el Tranvía tiene que ser Metro, tiene que ir subterráneo, y empiezan de nuevo durante años las discusiones, el tira y afloja con la Junta, que no quiere gastar tanto dinero, pero que al final accede a que se soterre bajo el Camino de Ronda, donde nos encontramos con otro río, el Genil, que para colmo de males, discurre en superficie, pero muy por debajo de esa antigua carretera que ahora es calle. O sea, que hay que bajarse poco menos que al infierno de Pedro Botero para pasar por debajo del río. Quedan, por tanto tres tramos distintos, los de los extremos en superficie y el central subterráneo.
Mientras tanto, estamos ya en 2007, que desde 1998 en que se presentó el primer proyecto, ya ha llovido cuando empiezan las obras a bombo y platillo en uno de sus extremos. Van en superficie, así que no hay demasiados problemas, pero lo grave llega cuando empiezan en el tramo subterráneo. Restos arqueológicos, pinchazos en las tuberías del gas, inundaciones de las conducciones de agua… Pero en fin, que no cunda el pánico porque todo esto es normal cuando se abre en canal una de las arterias principales. Y en ese punto entra esta que escribe como víctima. Esa calle es mi paso para ir al super y ahí me tenéis saltando zanjas con el carro de la compra, pasando entre unas vallas al ir y por otras al volver porque ya las han cambiado de sitio. Pero todo sea por la causa, porque algún día podamos ver bajo esos escombros un reluciente Metro circulando.
Y ENTONCES, LLEGA LA CRISIS.
Se cierra el grifo del dinero, las constructoras van abandonando, las obras se ralentizan o se paran, nos quedamos con todo levantado y esta que escribe -y salta zanjas- empieza a dudar que alcance a ver el Metro reluciente. Pero como todo pasa y todo llega, aunque lo nuestro es pasar, en 2012 parece que la cosa se va animando, se ven de nuevo los trabajadores y las máquinas, levanto mis ojos al cielo el día que cruzo por un suelo llano y asfaltado camino del super, las obras avanzan y, después de algunos tropiezos que a estas alturas del partido ya no tienen importancia, en este año de gracia de 2017, en el mes de febrero, con la fresca, se dan por terminadas y empiezan las pruebas “en blanco”, o sea, sin pasajeros y a velocidad de tortuga.
Y aquí llega, esplendorosa, la “malafollá granaína”. Estas pruebas, que en ciudades vecinas duraron un par de meses, aquí se alargan y se alargan hasta siete. ¿Por qué? Pues porque los granadinos, con tantos años de ver las vías sin uso en nuestras calles, nos hemos acostumbrado a ellas y no nos cabe en la cabeza que por allí pasen vagones que pueden hacer pupa si te pones delante, así que en esos siete meses se ha visto de todo, desde coches aparcados en las vías, hasta grupos de jóvenes tomando el sol en el césped que hay entre ellas y, por supuesto, coches y personas que cruzan por donde les viene en gana y que han provocado algún que otro choque, sin víctimas, afortunadamente. Y cuando el Metro tiene que parar por estas causas, los técnicos le llaman “incidencias”, que cuando parece que van disminuyendo, resulta que aumentan en agosto, el mes con menos tráfico y menos gente. (Recordad lo de la malafollá) Por tanto, la fecha de apertura al público se va retrasando, hasta que ya la cosa es insostenible y se deciden a inaugurarlo el pasado jueves, cruzando los dedos para que no ocurra nada. Y en esas estamos, con nuestro Metro-Tranvía-Tren Ligero funcionando con gran éxito y con el santo Patrón de los ferrocarriles haciendo horas extraordinarias al cuidado de los granadinos, que siguen pensando que esas vías en las calles son de adorno.