En este tremendo verano que nos ha tocado soportar y dado que aun estamos en el centenario de Santa Teresa de Jesús, quiero recordar aquí lo mal que le fue a la santa en estas tierras del sur y el mal recuerdo que se llevó de los andaluces.
Santa Teresa visita por primera –y única- vez Andalucía en el 1575, cuando el 16 de febrero llega a Beas de Segura, en la provincia de Jaén, a fundar el convento que hace el número diez de sus fundaciones y el primero andaluz. El día 24 funda el convento y permanece en él hasta el 18 de mayo que parte para Sevilla. De la estancia en Beas no parece que tuviera una mala opinión, pero también es verdad que ella no consideraba este pueblo como propiamente Andalucía, ya que dice así en el capitulo 24 del Libro de las fundaciones:
Yo, aunque siempre había rehusado mucho hacer monasterio de estos en Andalucía por algunas causas (que cuando fui a Beas, si entendiera que era provincia de Andalucía, en ninguna manera fuera, y fue el engaño que la tierra aún no es del Andalucía, de creo cuatro o cinco leguas adelante comienza, mas la provincia sí), como vi ser aquélla la determinación del prelado, luego me rendí (que esta merced me hace nuestro Señor, de parecerme que en todo aciertan), aunque yo estaba determinada a otra fundación, y aun tenía algunas causas que tenía, bien graves, para no ir a Sevilla.
O sea, que empieza mal. Empieza fundando en Andalucía pero convencida de que no está en Andalucía. De todas formas, por una serie de circunstancias se ve obligada a encaminarse a Sevilla para la fundación de otro convento. Y ahí empiezan sus tribulaciones y sus quejas, pues nada más salir de Beas ya está diciendo:
Luego se comenzó a aparejar para el camino, porque la calor entraba mucha,
Y en el siguiente párrafo:
Por prisa que nos dimos, llegamos a Sevilla el jueves antes de la Santísima Trinidad, habiendo pasado grandísimo calor en el camino; porque, aunque no se caminaba las siestas, yo os digo, hermanas, que como había dado todo el sol a los carros, que era entrar en ellos como en un purgatorio.
Pero es que un poco más adelante también nos dice:
No os dejaré de decir la mala posada que hubo para esta necesidad: fue darnos una camarilla a teja vana; ella no tenía ventana, y si se abría la puerta, toda se henchía de sol. Habéis de mirar que no es como el de Castilla por allá, sino muy más importuno.
Y menos mal que dice inoportuno, pues seguro que pensaba algo más rotundo.
Antes de esto habían pasado por Córdoba y allí se desarrolla un episodio demasiado largo para copiarlo aquí, pero que os aconsejo leáis porque es muy divertido y es fácil encontrarlo en la Red. Seguimos en el capítulo 24 y Santa Teresa cuenta que deciden parar en Córdoba para asistir a misa, ya que es domingo de Pentecostés, y eligen una pequeña iglesia en las afueras para no llamar la atención, pero se encuentran con que en esa iglesia es la gran fiesta de la venida del Espíritu y predica el padre Julián de Ávila, por lo que la iglesia está llena y con tal barullo que la santa casi sale corriendo
Cuando yo esto vi, diome mucha pena, y, a mi parecer, era mejor irnos sin oír misa que entrar entre tanta baraúnda.
Pero Julián de Ávila las obliga a entrar con gran expectación de la concurrencia, ellas se refugian en una capilla y, al terminar, tienen de nuevo que cruzar la iglesia. Y este es el recuerdo que aquello le deja:
Yo os digo, hijas, que aunque esto no os parecerá quizá nada, que fue para mí uno de los malos ratos que he pasado, porque el alboroto de la gente era como si entraran toros. Así no vi la hora que salir de allí de aquel lugar; aunque no le había para pasar la siesta cerca, tuvímosla debajo de una puente.
Una vez en Sevilla y con el precedente de este viaje, todo son inconvenientes y problemas, no se entiende con los sevillanos y la ciudad le parece el colmo del desorden y pecaminosa donde las haya. Hasta que funda el convento el 26 de mayo y sale de Sevilla el 4 de junio para no volver nunca. Y así resume en la carta a una de sus monjas aquella experiencia