28/8/15

Olvidar


     ¿Qué creíais? ¿Qué se iba a terminar agosto sin que yo pusiera una de mis canciones antiguas y romanticonas? Pues no os libráis, ya que aquí traigo a Dyango,  antes de que su voz tomara ese tono rasposo que a mí me gusta. 

Olvidar

Autores:  P. Luján, O. Toscano 
Canta:  José Gómez (Dyango)



20/8/15

El Eros







     Allá por mi prehistoria, un jesuita aficionado a la psicología me pronosticó que jamás tendría una depresión por más que me deprimiera. Yo entonces no entendí esto y lo achaqué a que soy persona abierta, que cuenta sus cosas, como ya habréis comprobado todos los que venís por aquí. Sin embargo, no hace mucho y lo menos cincuenta años después de esta buenaventura, creo que lo he entendido al ver, publicado por un antiguo amigo, un fragmento de La agonía del Eros, de Byung-Chul Han, en el que dice cosas como esta:

Eros y depresión son opuestos entre sí. El Eros arranca al sujeto de sí mismo y lo conduce fuera, hacia el otro. En cambio, la depresión hace que se derrumbe en sí mismo.

     Ahí está la clave, en el Eros. O sea, que las personas que nos hemos enamorado en menos que canta un gallo, las que a estas alturas del partido conservamos la libido como salida de fábrica, las que, cual perro callejero, nos encariñamos con todo aquel que nos presta un mínimo de atención y sufrimos a manta por lo que les ocurre a los amigos y demás parientes, esas personas podremos estar con el ánimo por los suelos, podremos sentirnos la persona más desgraciada del mundo, pero nunca –y cuando digo nunca quiero decir nunca- nunca, queridos amigos, tomaremos Lexatín.
   

11/8/15

Marieta


     Con la muerte de Javier Krahe he recordado la que considero su mejor canción, Marieta, que no es suya, sino un arreglo de la Marinette de Brassens. Y, con estas canciones, ha venido también el recuerdo de algo que me ocurrió siendo muy joven. Y no porque entonces existiera esta canción, sino porque siempre que la he oído he pensado que así me sentí yo entonces. ¿Conocéis alguna palabra que equivalga a gilipollas en femenino? Pues eso.
     Ocurrió que, teniendo unos 18 o 19 años, mis amigas y yo conocimos a un grupo de chicos de fuera de Granada, pero que estudiaban en esta Universidad y que uno de ellos, el más guapo, era cojo, había tenido una lesión de cadera jugando al fútbol y cojeaba bastante. A mí me gustó desde el principio y creo que yo también a él, pero era muy huidizo y, cuando nos encontrábamos con ellos, él casi siempre decía que tenía prisa y se iba. Los amigos lo disculpaban y, en confianza, nos contaban que tenía un gran complejo de inferioridad por su cojera, sobre todo delante de las chicas.  Y así debía ser, pues en una ocasión que conseguimos que no se fuera y emparejó conmigo, cuando íbamos hablando tan animados y congeniando, al subir distraído un escalón, hizo lo que hacía con sus amigos: se apoyó en mi hombro. Y a partir de ese momento se chingó todo. Retiró la mano rápidamente, se puso serio y a la primera ocasión se fue a su casa.
     Pero resulta que un día sus dos amigos más íntimos me citaron y me hablaron de lo que ya sabía, de que estaba muy acomplejado y que pensaba que no podía gustarle a ninguna mujer, así que –según ellos- lo que había que hacer era curarle ese complejo y la persona indicada para ello era yo (¿?). Y ahí me tenéis a mí que, entre que me gustaba y este encargo, me olvido del recato propio de la época, organizo mi artillería, me lanzo a tumba abierta y le demuestro a las claras que estoy por todos sus huesos. Misión cumplida. En poco tiempo da el cambiazo, ya no se encierra en su casa, alterna, se le ve con chicas… y un día aparece con novia, una compañera de facultad. O sea, que lo hice tan bien, tan bien, que ni rastro de complejo. Pero yo  me quedé como el gilipo-o-o-llas de Marieta.  





4/8/15

El sur




En este tremendo verano que nos ha tocado soportar y dado que aun estamos en el centenario de Santa Teresa de Jesús, quiero recordar aquí lo mal que le fue a la santa en estas tierras del sur y el mal recuerdo que se llevó de los andaluces.

Santa Teresa visita por primera –y única- vez Andalucía en el 1575, cuando el 16 de febrero llega a Beas de Segura, en la provincia de Jaén, a fundar el convento que hace el número diez de sus fundaciones y el primero andaluz. El día 24 funda el convento y permanece en él hasta el 18 de mayo que parte para Sevilla. De la estancia en Beas no parece que tuviera una mala opinión, pero también es verdad que ella no consideraba este pueblo como propiamente Andalucía, ya que dice así en el capitulo 24 del Libro de las fundaciones:

Yo, aunque siempre había rehusado mucho hacer monasterio de estos en Andalucía por algunas causas (que cuando fui a Beas, si entendiera que era provincia de Andalucía, en ninguna manera fuera, y fue el engaño que la tierra aún no es del Andalucía, de creo cuatro o cinco leguas adelante comienza, mas la provincia sí), como vi ser aquélla la determinación del prelado, luego me rendí (que esta merced me hace nuestro Señor, de parecerme que en todo aciertan), aunque yo estaba determinada a otra fundación, y aun tenía algunas causas que tenía, bien graves, para no ir a Sevilla.

O sea, que empieza mal. Empieza fundando en Andalucía pero convencida de que no está en Andalucía.  De todas formas, por una serie de circunstancias se ve obligada a encaminarse a Sevilla para la fundación de otro convento. Y ahí empiezan sus tribulaciones y sus quejas, pues nada más salir de Beas ya está diciendo:

Luego se comenzó a aparejar para el camino, porque la calor entraba mucha,

Y en el siguiente párrafo:

Por prisa que nos dimos, llegamos a Sevilla el jueves antes de la Santísima Trinidad, habiendo pasado grandísimo calor en el camino; porque, aunque no se caminaba las siestas, yo os digo, hermanas, que como había dado todo el sol a los carros, que era entrar en ellos como en un purgatorio.
Pero es que un poco más adelante también nos dice:
  
No os dejaré de decir la mala posada que hubo para esta necesidad: fue darnos una camarilla a teja vana; ella no tenía ventana, y si se abría la puerta, toda se henchía de sol. Habéis de mirar que no es como el de Castilla por allá, sino muy más importuno.

Y menos mal que dice inoportuno, pues seguro que pensaba algo más rotundo.

Antes de esto habían pasado por Córdoba y allí se desarrolla un episodio demasiado largo para copiarlo aquí, pero que os aconsejo leáis porque es muy divertido y es fácil encontrarlo en la Red. Seguimos en el capítulo 24 y Santa Teresa cuenta que deciden parar en Córdoba para asistir a misa, ya que es domingo de Pentecostés, y eligen una pequeña iglesia en las afueras para no llamar la atención, pero se encuentran con que en esa iglesia es la gran fiesta de la venida del Espíritu y predica el padre Julián de Ávila, por lo que la iglesia está llena y con tal barullo que la santa casi sale corriendo

Cuando yo esto vi, diome mucha pena, y, a mi parecer, era mejor irnos sin oír misa que entrar entre tanta baraúnda.

Pero Julián de Ávila las obliga a entrar con gran expectación de la concurrencia, ellas se refugian en una capilla y, al terminar, tienen de nuevo que cruzar la iglesia. Y este es el recuerdo que aquello le deja:

Yo os digo, hijas, que aunque esto no os parecerá quizá nada, que fue para mí uno de los malos ratos que he pasado, porque el alboroto de la gente era como si entraran toros. Así no vi la hora que salir de allí de aquel lugar; aunque no le había para pasar la siesta cerca, tuvímosla debajo de una puente.

Una vez en Sevilla y con el precedente de este viaje, todo son inconvenientes y problemas, no se entiende con los sevillanos y la ciudad le parece el colmo del desorden y pecaminosa donde las haya. Hasta que funda el convento el 26 de mayo y sale de Sevilla el 4 de junio para no volver nunca. Y así resume en la carta a una de sus monjas aquella experiencia