26/1/23

Carlos Pérez Siquier

 



      Sería por los años sesenta cuando conocí Almería. Fui con mis padres a principio de verano, aprovechando los días de vacaciones durante nuestras fiestas del Corpus y el viaje de ida fue una pesadilla, no solo por la lentitud de los trenes de entonces, sino porque sufrimos una avería, que nos tuvo detenidos durante horas en medio de la nada y con un sol achicharrante sobre el vagón sin aire acondicionado. Por fin llegamos, el hotel nos lo había buscado un compañero de mi padre, nacido allí, y era nuevo y céntrico. Estábamos ya en las habitaciones deshaciendo el equipaje, cuando mi padre me llamó desde el cuarto de baño, con una ventana que dominaba buena parte de la ciudad, por encima de edificios de menor altura. Hizo que me asomara a ella y me dijo: Mira que luz… Que distinta de la nuestra. Era una luz blanca, limpia, deslumbrante, yo diría que casi agresiva. La misma luz que captó en sus fotos el almeriense Carlos Pérez Siquier, que el pasado septiembre se conmemoró el primer aniversario de su muerte. 

      Con este motivo, se han instalado varias exposiciones de su obra, la primera en Madrid, en junio del 22, patrocinada por la Fundación MAPFRE, y en estas fechas, tres en Almería, una de ellas la de ese cartel de arriba, que me trajo el amigo Landahlauts cuando fue a verla en el Centro Andaluz de la Fotografía, situado en el antiguo edificio del Liceo y organizada por la Junta de Andalucía y la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino, que tiene en su museo de Olula del Río un Centro dedicado a él. 

      Aparte de esta, hay otra en el Museo de Arte de Almería y otra más en la Escuela de Arte que lleva su nombre y donde él estudió.

17/1/23

Maltrato




      Por desgracia, hablamos con frecuencia del maltrato en la pareja, de las mujeres que han muerto a manos del que se suponía que la amaba, pero, en otras situaciones, no está la cosa tan clara ni es tan dramática, aunque tenga la misma causa y, muchas veces, sea el principio que lleva a ese terrible final. 

      Hace ya algún tiempo, una mujer de más de 60 años me contaba su historia y la de su separación cuando sus hijas eran pequeñas.

      …me vestía como él quería, me cortaba el pelo, aunque a mí me gustaba largo, no salía más que con él, no tenía amistades propias, mis aficiones desaparecieron, mis gustos eran los suyos… Yo estaba enamorada y me parecía que eso era querer. Hasta que un día se me abrieron los ojos y me dije: Esta no eres tú. Y me vine aquí con mis niñas y solo mis dos manos para sacarlas adelante. Lo pasé mal, trabajaba todo el día como una mula, pero cuando me acostaba por la noche, me ponía el pijama que me gustaba, me tapaba con unas sábanas que había elegido yo y hacía planes para el fin de semana con amigos y amigas que eran mis amigos y mis amigas. Volvía a ser yo, volvía a ser la casi adolescente que un mal día subió las escaleras de una iglesia vestida de blanco… con el traje que llevó mi suegra en su boda y que a mí me sentaba como un tiro. 

8/1/23

En el super

 

Captura tomada a un vídeo de un supermercado extranjero

      El mismo día de la Nochevieja por la mañana y, ante los dos días de fiesta que venían, me acerqué al supermercado más cercano a comprar algo que me faltaba. Al pagar, le deseé al chico de la caja un buen año y que lo pasara bien en esos dos días de vacaciones, pero me contestó: 

      -Buueno, solo uno, pues el lunes tenemos que venir, aunque no abramos. Hay que quitar los artículos de Navidad y colocar las ofertas de enero.

      -Pues vaya, después del trajín de estos días, tenéis derecho a un descanso. 

      -(Mirando de reojo al encargado) Luego nos dan un día libre. 

      -De todas formas, no es lo mismo que tener dos días seguidos. Habrá que organizar una protesta de los clientes…

      De camino a mi casa, estuve recordando cuando abrió en ese mismo sitio el primer supermercado del barrio, que no es este de ahora. Fue hace muchos años, como muy tarde en la Transición, y era de una cadena local, que estaba teniendo mucho éxito por sus precios bajos. Pero era un super pequeño y con unas instalaciones muy deficientes, tan deficientes, que la puerta estaba siempre de par en par y, frente a ella, a dos pasos de distancia, estaban las cajas, por lo que a las cajeras, todas chicas, les daba el frío de la calle directamente y estaban abrigadas hasta los ojos con bufandas, jerséis bajo el uniforme y periódicos dentro de las medias. 

      Daba pena verlas trabajar tantas horas en esas condiciones, por lo que me salió la vena peleona que tenía muy reciente y se me ocurrió organizar una protesta de clientas. Mi plan era reunirnos un grupo en la puerta impidiendo el paso a los clientes, llamar a la prensa y, en cuanto hubiera hecho unas fotos para el periódico del día siguiente, terminar con el asunto antes de que fuera a mayores. Así que empecé hablando con las señoras que conocía, luego con las que no conocía y, al final, con alguna que pasaba por allí… pero todas se me rajaron. Que tenían prisa, que era una hora muy mala, que podía venir la policía antes que la prensa y meternos en un lío, que si menudo es mi marido para estas cosas… Total, que me quedé sola con una señora que estaba dudosa y, de esa forma, no hacíamos nada.

      Años más tarde, recordé esto mientras corría a mi casa para vomitar, porque una chica inexperta de la carnicería, se cortó un dedo delante de mí partiendo pollo con un machete sin guante protector. Pensé de nuevo que había que hacer algo para que las trabajadoras de este super, que era ya un negocio boyante con muchas sucursales, estuvieran mejor tratadas, pero recordando el poco éxito que tuve en la otra ocasión, acallé mi conciencia pensando que ya existían leyes y los accidentes laborales se investigaban. Una disculpa que no me tranquilizó del todo, pues sabía que el encargado que estuvo buscando en el suelo el dedo de aquella chica, diría en el hospital que guante había, pero ella no se lo había puesto. Y el resto de los empleados lo respaldaría por miedo a ser despedidos.

1/1/23

Año Nuevo

 


      Terminando 2009, os felicité el año que entraba con la fachada del Ayuntamiento iluminada y un brillante 2010 sobre el caballo de Ramiro Megías/Pérez Villalta. Así he seguido religiosamente cada Navidad, haciendo la foto en la misma loseta frente al Ayuntamiento, unas veces sola, otras acompañada, unas veces disfrutando, otras triste y casi a la fuerza. Pero ha pasado el tiempo, mucho tiempo, los años no solo pasan, sino que pesan, y este año no he tenido gana de salir "a ver las luces".

      Sin embargo, un día tuve que cruzar al anochecer ese puente sobre el río Genil, que tengo cerca, hice unas fotos del río que nos lleva y, con una de ellas, os deseo a todos que el nuevo año se porte bien con vosotros.