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Hace unos años, se me presenta una amiga con una biblia antigua, heredada de su madre, y diciendo que no encuentra el libro del Eclesiástico. Lo primero que pienso es que podía aparecer como Sirácida, su otro nombre, pero lo busco en donde se supone que está y ni rastro del Libro de la Sabiduría de Jesús ben Sirá. Ante esto, me voy a las primeras páginas y encuentro lo que ya sospechaba: que se trata de una biblia protestante, nada menos que una Reina-Valera, la versión llamada de 1909 y con fecha de edición de 1923. Me pongo tan contenta por el descubrimiento y se lo digo a la propietaria, que pone el grito en el cielo, escandalizada de que su madre, una señora muy católica y piadosa, tuviera algo así en su poder e, incluso, hasta podría ser que la hubiera leído. La tranquilizo diciendo que seguramente no sabía lo que tenía, que por aquella época era difícil encontrar biblias católicas en España y quizá se la vendieron sin decirle que era protestante. O que se la encargó a alguien, o que se la regalaron… Cualquier cosa que liberara a aquella piadosa señora de la enorme responsabilidad de tener “eso” en su poder.
Añado ahora que esta amiga de la Biblia milita en un grupo religioso muy conservador, casi integrista, así que me dice que la va a llevar a su centro de reuniones y yo, tan inocente, se la doy pensando que es solo para que la vean sus compañeras, pero cuando pasados unos días le pregunto por la Biblia, me dice que la ha dejado allí “para que la destruyan a fin de que no le haga daño a nadie.” Entonces, la que pone el grito en el cielo soy yo y casi le pido de rodillas que vaya corriendo a por ella, que es un libro interesante para mí y que, si quiere, se la compro, pero ella sigue en sus trece con que ese libro tan peligroso debe ser quemado junto con otros que, al parecer, también han ido reuniendo. Insisto de nuevo, le digo que eso no le hace daño a nadie, que es una buena traducción muy antigua, pero ante su cerrazón, abandono.
Me quedo imaginando el aquelarre de aquellas señoras quemando libros en la cocina de un piso céntrico y, en mi interior, siento la tentación de desear que se les extienda el fuego y les queme sus muebles de cocina de diseño italiano.
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Historia recordada por esta “conversación” reciente en un post interesante.