Hoy, Viernes Santo, cuando los cristianos recordamos a un hombre colgado de la cruz por Amor, creo que es el día indicado para hablar de esta palabra, para hablar de un sentimiento tan grande que incluye muchos sentimientos.
Los españoles somos muy miedosos al usar esta palabra y manejamos otras como cariño o aprecio con tal de no pronunciarla en toda su dimensión. Incluso el diccionario de la RAE, pasadas las primeras acepciones, entra de lleno en el componente sexual de la palabra. Sin embargo, en la Biblia y concretamente en el Nuevo Testamento, la palabra griega con la que Juan designa al amor –Agápê- es un comodín que sirve para todo, ya que Agápê es entrega de sí mismo y esa entrega se da a todos los niveles y en todos los casos. Se ama a Dios y se ama a la pareja, pero también se ama a los padres y los hijos, al amigo más cercano y hasta se considera a cualquier persona un hermano al que amar (Agapáô)
Pero –siempre hay un pero- el amor lleva emparejada otra palabra que hasta rima en castellano: la palabra dolor. No hay amor sin dolor, pues cuando se ama, todo duele más que si se es indiferente y hay personas que evitan amar para no sufrir dolor, pero a otras –aquellas del Eros- el Agápê nos coge siempre de lleno y así nos va en la vida. No nos deprimiremos ni tomaremos Lexatin, pero lo pasamos mal, os lo aseguro. De eso doy fe. Y firmo.
En Granada, Viernes Santo de 2016. Año de la Misericordia (Éléos), otro sinónimo del amor en el Nuevo Testamento. Para más señas.