Una señora conocida me dijo un día hablando de Rocío Jurado: Me gustan las coplas que canta porque son “de mucho drama”. Y tenía razón. La copla, nuestra copla andaluza, es un auténtico muestrario de todos los dramas que se pueden dar entre las personas. Amores contrariados, hijos sin padre, traiciones a destajo, amantes sin derechos civiles ni Seguridad Social… Cualquier situación en la que haya un culpable y una víctima está contemplada en la copla.
Sin embargo, hay algo en lo que no se suele reparar y que yo creo debería ser objeto de un estudio profundo: los problemas de incomprensión que nos plantean estas letras, las incógnitas que sus autores dejaron sin aclarar.
Tomemos como ejemplo la copla Cinco farolas, de Ochaíta, Valerio y Solano, que han interpretado cupletistas famosas de todos los tiempos, desde doña Concha Piquer hasta la actual Isabel Pantoja, pasando por la ya mencionada Rocío Jurado. Vamos a oírla con atención antes de entrar a analizarla.
Aquí tenemos a un señor y una señora que viven en casas colindantes o cercanas, unidas por una vereda (más concretamente, vereíta) que tiene hierba o no la tiene según se transite por ella. Hasta aquí vamos bien, porque todos sabemos que la hierba no crece si se la pisa con frecuencia. Pero esto nos plantea una pregunta: ¿Es que esa vereda es particular para sus casas? Porque parece que si no la pisan ellos no la pisa nadie. Lo cual nos lleva a otra incógnita: ¿La vereda está en el campo, en un pueblo o en la ciudad? De eso no nos dicen nada. O sí, pues nos dan una pista con esas cinco farolas. Pista que despista más que nada, ya que tanta farola junta no es muy propia de una ciudad… pero tampoco de un pueblo y mucho menos del campo. Si, al menos, fueran faroles, podrían ser de adorno en la fachada, pero ¿farolas? No se, no se…
Como somos personas de mundo, caemos en la cuenta de que al otro lado del charco se le llama vereda a lo que aquí es acera y esto nos abre una nueva vía de investigación. ¿Es una vereda en el campo o una acera, sea de pueblo o de ciudad? Sin embargo, nada en esta historia nos lleva a suponer que se desarrolle pasado el océano, por lo que quizá debamos abandonar esa idea.
Retomemos por tanto las cinco farolas, que están alumbradas por cinco luceros azules. Raro, ¿no? Comúnmente, la luz de las farolas oculta a los luceros, pero estos deben ser muy brillantes cuando alumbran a las farolas. ¿O será que las farolas están apagadas y son los luceros los que alumbran? No. Está claro que esas farolas lucen, ya que más adelante se nos dice que se apagaron.
Pasemos por alto los amores de este señor y esta señora que, al parecer, terminaron como el rosario de la aurora después de cinco largos años de ir y venir por la vereda, obviemos también a ese pregonero que no sabemos quien es ni lo que pregona y vamos ahora a fijarnos en el papel que desempeñan las vecinas (o vecindonas) en esta historia.
Son vecinas que hablan mucho, lo dice claro, y que a una de ellas le gusta dar malas noticias, pues ¿a santo de qué irle con el cuento a esta señora de que el de la vereda va a casarse con otra? Son ganas de incordiar y meter la pata, de conseguir que la señora se enfade y haga cualquier locura, que ya está hablando de cordeles en la garganta y eso me da mala espina. Mujer, déjalo estar, pues lo mismo el de la casa vecina, cuando se le pase el arrebato de la boda vuelve a darse paseítos por la vereda camino de la otra casa mientras contempla las farolas y los luceros azules. Que ya se sabe que el hombre es un animal de costumbres y han sido cinco años, nada menos. Cinco añitos cabales, para más señas.
Resumiendo. Que esto puede ser bonito y bien cantado, pero claro, lo que se dice claro, les puedo asegurar que no está.
Sin embargo, hay algo en lo que no se suele reparar y que yo creo debería ser objeto de un estudio profundo: los problemas de incomprensión que nos plantean estas letras, las incógnitas que sus autores dejaron sin aclarar.
Tomemos como ejemplo la copla Cinco farolas, de Ochaíta, Valerio y Solano, que han interpretado cupletistas famosas de todos los tiempos, desde doña Concha Piquer hasta la actual Isabel Pantoja, pasando por la ya mencionada Rocío Jurado. Vamos a oírla con atención antes de entrar a analizarla.
Aquí tenemos a un señor y una señora que viven en casas colindantes o cercanas, unidas por una vereda (más concretamente, vereíta) que tiene hierba o no la tiene según se transite por ella. Hasta aquí vamos bien, porque todos sabemos que la hierba no crece si se la pisa con frecuencia. Pero esto nos plantea una pregunta: ¿Es que esa vereda es particular para sus casas? Porque parece que si no la pisan ellos no la pisa nadie. Lo cual nos lleva a otra incógnita: ¿La vereda está en el campo, en un pueblo o en la ciudad? De eso no nos dicen nada. O sí, pues nos dan una pista con esas cinco farolas. Pista que despista más que nada, ya que tanta farola junta no es muy propia de una ciudad… pero tampoco de un pueblo y mucho menos del campo. Si, al menos, fueran faroles, podrían ser de adorno en la fachada, pero ¿farolas? No se, no se…
Como somos personas de mundo, caemos en la cuenta de que al otro lado del charco se le llama vereda a lo que aquí es acera y esto nos abre una nueva vía de investigación. ¿Es una vereda en el campo o una acera, sea de pueblo o de ciudad? Sin embargo, nada en esta historia nos lleva a suponer que se desarrolle pasado el océano, por lo que quizá debamos abandonar esa idea.
Retomemos por tanto las cinco farolas, que están alumbradas por cinco luceros azules. Raro, ¿no? Comúnmente, la luz de las farolas oculta a los luceros, pero estos deben ser muy brillantes cuando alumbran a las farolas. ¿O será que las farolas están apagadas y son los luceros los que alumbran? No. Está claro que esas farolas lucen, ya que más adelante se nos dice que se apagaron.
Pasemos por alto los amores de este señor y esta señora que, al parecer, terminaron como el rosario de la aurora después de cinco largos años de ir y venir por la vereda, obviemos también a ese pregonero que no sabemos quien es ni lo que pregona y vamos ahora a fijarnos en el papel que desempeñan las vecinas (o vecindonas) en esta historia.
Son vecinas que hablan mucho, lo dice claro, y que a una de ellas le gusta dar malas noticias, pues ¿a santo de qué irle con el cuento a esta señora de que el de la vereda va a casarse con otra? Son ganas de incordiar y meter la pata, de conseguir que la señora se enfade y haga cualquier locura, que ya está hablando de cordeles en la garganta y eso me da mala espina. Mujer, déjalo estar, pues lo mismo el de la casa vecina, cuando se le pase el arrebato de la boda vuelve a darse paseítos por la vereda camino de la otra casa mientras contempla las farolas y los luceros azules. Que ya se sabe que el hombre es un animal de costumbres y han sido cinco años, nada menos. Cinco añitos cabales, para más señas.
Resumiendo. Que esto puede ser bonito y bien cantado, pero claro, lo que se dice claro, les puedo asegurar que no está.
:-) La copla es así, drama, para poder darle una interpretación con fuerza que eso atrae mucho a los oyentes.
ResponderEliminarBuen estudio el que hiciste sobre la letra de esta canción pero me parece que no lo ves del todo claro, así que te ayudaré a descifrar. Empezando por la vereíta que va de una casa a la otra, creo que utilizan esa palabra porque es como mas entrañable ya que decir camino o acera implicaría a un montón de gente pasando por un lugar que se supone sólo para el amor.
Durante cinco años la hierba no creció de tanto pisotearla los amantes pero al acabarse el amor la hierba cansada de ser pisoteada crece de nuevo reivindicando sus derechos a nacer y crecer libremente.
Las farolas a los ojos de las personas enamoradas son siempre luceros que queda mucho mas poético y cuando el amor se acaba los luceros ya no tiene sentido que alumbren por eso se apagan.
En cuanto a las vecinas esas si que debieron de llorar por el amor finalizado, se quedaron sin su ración de cotilleo diario con el que disfrutaban un montón poniendo a bajar de un burro a su vecina a la que por supuesto ahora intentarán consolar.
Para interpretar la letra de las canciones hay que ir mas allá del significado de las mismas, hay que echarle imaginación y romanticismo en grandes cantidades porque de otra manera muchas no se entienden.
¡Que viva la copla!.
Menos mal que tenemos a una norteña que nos aclara los intríngulis de estas coplas, a pesar de no conocer del todo el "idioma". Y en cuanto a romanticismo... pues no se que te diga, pues la señora, despechada, quiere que le quemen la boca al de la vereda nada menos que con carbones encendidos.
ResponderEliminar:-) Eso es un decir ya que esa furia queda muy bien en el drama pero al final si el vuelve a su lado se lo perdona todo y la hierba de la vereíta volverá a desaparecer. Jaja, romanticismo puro pero con garra.
ResponderEliminarConfío en que fuera así, pues el hombre no iba a quedar muy presentable para la boda con eso de los carbones...
ResponderEliminarA mi me parece que la vecina tiene razón en haberle dicho porque cinco años son cinco años aunque los llamemos añitos y como la letra no aclara en que época sucede este asuntillo, debemos suponer que es mas o menos de cuando se escribió. Si en cinco años no han pasado de mantener corta la hierba de la vereíta y la dama en cuestión no ha hecho nada por apurar la cosa, actuando sumísamente e ignorando todas las corrientes del feminismo que se pintan hasta por las paredes, allá ella y que se cuelgue nomás, asegurandose de que el cordel sea lo suficientemente fuerte porque suele suceder que los cordeles sí suelen cortarse por lo más fino y no como ciertas relaciones que se mantienen por costumbre y comodidad pero que evitan todo tipo de compromiso.
ResponderEliminarLo de las cinco farolas es posible suponiendo que la vereíta en cuestión tiene por lo menos dos cuadras de largo: en dos cuadras y en una noche clara quizá tenga uno la suerte de poder ver los cinco luceros visibles sin telescopio: Luna, Venus, Marte, Júpiter y Saturno (Podríamos a confundir a la estrella Sirio con alguno de ellos, y dejar de lado a la luna, pero rara vez está en fila con los otros) pero me parece que la insistencia con el número cinco (cinco añitos, cinco luceros, cinco farolas) tiene más que ver con la lógica formal de la cuestión poética que con otra cosa.
Además en dos cuadras que el señorito recorre habitualmente hay muchas posibilidades de que se cruce con alguna vecina algo más decidida y poco proclive a andar sujetándo el cuello (de ella, aunque no de él) con cordeles como según parece ha ocurrido.
Por este lado del Atlántico donde también se cocinan los porotos, tenemos una letra parecida en el tango “Caminito” que de tanto regar con llanto, ha sido borrado por los cardos y ya no se ven ni su borde de tréboles ni sus juncos en flor.
Lamento disentir respecto a las teorías del astrónomo Sofocador, pero él no conoce la idiosincrasia de la mujer andaluza, siempre sumisa y siempre dependiente de los deseos de "su hombre", tanto para hacerle un buen gazpacho como para conformarse con que fije la boda para después de la cosecha... no se sabe de que año. Por otra parte, la distancia de dos cuadras entre una casa y la otra es demasiada para ir caminando un señorito andaluz, que la haría a caballo, animal que no se menciona en absoluto en esta historia. Sí estoy más de acuerdo en que es sospechosa esa fijación en el número cinco, que podría ser un recurso poético del autor, pero también un referente a los días de la semana en que se produce ese paseo vereda arriba y vereda abajo, pues el fin de semana probablemente el vecino lo estuviera ya dedicando a la candidata a boda en algún pueblo cercano.
ResponderEliminarMe gustaría conocer la opinión de las mujeres del Centro Carmen de Burgos.
ResponderEliminarY es posible (aunque muy rebuscado sería) que el “lucero” sea un caballo con una mancha blanca en la cara, que llega cinco días a la semana como dices.
Estas coplas están escritas o reflejan un época en la que centros como ese ni se soñaban. Y lo del caballo mejor lo dejamos, pues reconocerás que es demasiado suponer. Yo me inclino por unas casas muy cercanas, ya que una larga vereda que solo transitan ellos me parece bastante improbable.
ResponderEliminarPues aunque poco se de mujeres andaluzas y menos de astronomía, creo que la interpretación de Leodeguntia es la mas acertada. Tratándose de amores existen toda clase de licencias poéticas y la vereíta puede ser desde un sendero hasta el camino entre un pueblo y otro.
ResponderEliminarY en cuanto al contenido de las coplas ¿te haz detenido a escuchar la letra de muchos de nuestros tangos?
nirene: Ya nos ha recordado Sofocador a Caminito, pero yo misma también puse bajo sospecha a Noche de Reyes. Está claro que vuestra música tradicional y la nuestra tienen muchos puntos de contacto.
ResponderEliminarGracias, Senior, por la "jartá" de reír que me he dado con tu lacerante comentario sobre la letra de esta copla. Y gracias también la los comentaristas por sus válidas aportaciones, aunque tú seguías en tus trece poniéndoles trabas a sus interpretaciones.
ResponderEliminarYo me aproximo mucho a la interpretación que hace Leodegundia. Creo que la vereíta es el camino entre los dos lugares en los que viven los dos enamorados (o amantes) que, evidentemente, no viven en el mismo pueblo. Entre ambas casas hay cinco farolas, como puntualizabas tú, Senior, no es creíble por la época. Las cinco farolas (o luceros) marcan justamente la distancia entre el pueblo o lugar de uno y otro; bien podrían ser pueblos o cortijos, es decir, entre ellos hay cinco núcleos de vida. Identifica lucero-farola con lugar o pueblo o cortijo. Y ese ir y venir de él a lo largo de cinco años de relación ha provocado que en la vereda no pueda crecer la hierba. Porque es él el que va siempre a donde ella vive, nunca al revés. Se ve que el número cinco es, para el autor de la letra, un número mágico.
Creo que esta suposición se sostiene más en el hecho de que si el caballero tuviese amorios con otra chica en el mismo pueblo, ella se hubiese enterado enseguida (aunque tuviera una venda en los ojos) porque lo comentarían todas las vecinas a la mínima oportunidad y desde luego mucho antes de que se fuese a producir la boda. Es una única vecina la que en persona le va a decir a ella la noticia de la que se ha enterado, bien porque la vecina haya ido al pueblo donde él vive y se enteró allí o bien porque alguien de ese pueblo (la típica correveydile) se lo ha dicho a ella aprovechando un mercado o feria o lo que fuese.
Respecto a que quiere que le echen carbones encendidos en su boca, es justificable por el despecho que siente tras la fechoría que el individuo en cuestión le ha hecho. Responde también al carácter andaluz, que puede jurar y perjurar espontáneamente y enfadarse muchísimo pero en poco tiempo lo ha olvidado y no guarda rencor alguno. Además, el castigo quiere que se lo haga otra persona (ella no sería capaz de hacerlo, pues sigue enamorada), pero lo dice una sola vez. Sin embargo, repite lo que le dice a su madre como pidiéndole consuelo, que la vereíta está cuajada de hierba; es decir, que en verdad él ya no viene a verla, que la chica se ha quedado sola.
Vamos a ver, Mafalda. Pongamos un poco de sensatez en esto. La vereíta no puede ser muy larga porque en ese caso la transitarían más personas. ¿Tú has visto alguna vez un camino que una solo dos casas de distinto pueblo? No se en Galicia, pero en Andalucía es sumamente complicado evitar que alguien pise tu tierra y no digo nada tu camino. Así que yo sostengo -ante un juez si es necesario- que estas dos casas están muy próximas, aunque a algo más de un tiro de piedra, pues si fuera así el de la boda se la hubiera llevado. Y esa identificación de las farolas con los núcleos de población que hay entre ellos me parece demasiado sofisticada, dándose el caso, además, que ese trayecto no lo hace un señorito andaluz caminando ni loco, como ya he dicho antes. ¿Para que están entonces los caballos enjaezados? Y aquí no se menciona ni uno, pues entonces quizá pasaríamos a hablar de Ojos verdes y eso es ya otra copla.
ResponderEliminarPor tanto, sigo sosteniendo que la de las farolas está cerca y la futura esposa puede ser que en otro pueblo, lo cual corresponde bastante bien al clasico sistema del hombre andaluz -sea en el campo o en la ciudad- con una esposa oficial y una "querida" lo más cerca posible para hacer una escapadita de vez en cuando. De ahí que diga que esta señora no debería tomarse lo de la boda tan en serio, ya que lo más probable es que, en cuanto la esposa esté en su casa haciéndole el almuerzo, él siga transitando la vereda que volverá a estar sin yerba en un dos por tres.
¿Y si fuera una farola de estas?
ResponderEliminarEs una posibilidad a contemplar, amigo Sofocador. No me encaja mucho una farola de este tipo en una vereda llena de "yerba", pero cosas más raras se han visto en la tierra de María Santísima.
ResponderEliminarRealmente, esto de las farolas es el mayor enigma de toda la historia, ya que el resto se ajusta, más o menos, a las más hondas tradiciones de esta tierra, visitada sucesivamente por numerosos pueblos que no lograron cambiarlas.
Copla... No hay otra como Limosna de amores.
ResponderEliminarSaludos.
Lo que yo digo, Pablo. Otra señora engañada como la de la vereda, y que la pobre dice:
ResponderEliminarYo no necesito tus pobres caudales,
ni quiero que cumplas aquel juramento;
me basta y me sobra que llores canales,
comido de pena y de remordimiento.
Nada menos que canales....
Para una vez que no quería actuar con sensatez, vas tú y me lo tiras por la borda. Pues vale, las cinco farolas es un recurso expresivo para que emparejen con los cinco luceros que ven en la noche y con los cinco años de relación. Sin más explicación. (Conste que no me convence mucho, pero bueno.)
ResponderEliminarLa farola que propone Sofocador es la repera, es una farola actual imitando a la forma de las antiguas; aunque éstas no solían tener tantos faroles o focos de luz juntos.
¡Lo que da de sí la letra de una copla! ¿Seguiremos...?
En esta copla hay aun muchas cosas oscuras (a pesar de las farolas), pues no se si te has dado cuenta de como empieza:
ResponderEliminarYo no escucho lo que dicen
las lenguas de vecindonas
porque de sobra yo se
por quien está su persona.
O sea, que ya desde el principio parece que las vecinas rumorean que el de la vereda no es trigo limpio, pero ella cierra los ojos y está convencida de que la quiere con locura, simplemente porque sus visitas no le faltan. ¡Si seremos tontas las mujeres!
¿Qué sería de las canciones populares si el desamor no existiera?
ResponderEliminarCopla, tango, canciones irlandesas o balcánicas... ¿Cuántos "hombres de la vereda" habrán sido material de canción?
¿Y cuantas mujeres como la de las farolas?
ResponderEliminarEntre amores y desamores hay versos, coplas, muros y veredas ("vereas").
ResponderEliminarLas veredas sirven para unir, o para desplazar (desunir). Pueden ser puentes de encuentro o muros de desencuentro. De igual forma que lo hace una copla.
Después de la hierba, volverá a crecer la hierba.
Y después de esta historia volverá a haber muchas historias parecidas. Dicen que el amor es como una goma que sostienen tirante dos personas con los dientes, de forma que cuando una la suelta, a la otra le da en plena cara.
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