No hace muchos días, una foto de esta_ahi en Flickr
me hizo recordar los veranos de mi infancia cuando, en las calurosas
siestas, nuestros padres nos obligaban a acostarnos mientras ellos
hacían lo mismo y el silencio se apoderaba de los patios, las calles y
las casas. Y en ese silencio, de pronto, llegaba de la calle el pregón
que me hacía saltar de la cama
¡Moras, moritas, moras!
Sin
atreverme a molestar a mi madre, rebuscaba por la casa y en mis
guardados ahorros una moneda que pusiera en mi mano aquel cucurucho
formado con una hoja de parra que, por milagro de la Física (o del
recuerdo), mantenía frescas las moras. Por los mismos días o quizá un
poco más tarde, el mismo hombre traía otro pregón
¡Avellanas frescaaaas!
Y
esta vez no se trataba de temperatura, sino que las avellanas estaban
cogidas antes de tiempo y tenían aun sus hojitas verdes y el fruto casi
lechoso dentro.
Ahora, cuando los veranos son ya muy distintos, cuando aquella casa se perdió en el tiempo y la calle es ya una calle cualquiera camino de cualquier parte, cuando los que estaban conmigo entonces hace ya mucho tiempo que me faltan y el paisaje humano de aquella calle es también otro, el poder evocador de una foto me ha traído a la memoria todo aquello y me he visto niña con toda la vida por delante y un único objetivo: encontrar una moneda para moras o avellanas frescas.
Ahora, cuando los veranos son ya muy distintos, cuando aquella casa se perdió en el tiempo y la calle es ya una calle cualquiera camino de cualquier parte, cuando los que estaban conmigo entonces hace ya mucho tiempo que me faltan y el paisaje humano de aquella calle es también otro, el poder evocador de una foto me ha traído a la memoria todo aquello y me he visto niña con toda la vida por delante y un único objetivo: encontrar una moneda para moras o avellanas frescas.
Foto cedida amablemente por Leodegundia
¡Que bellos y entrañables son los recuerdos de la infancia y la juventud, revividos a la altura de los años!
ResponderEliminarAbrazos
Hay cosas sin importancia como esta que se quedan grabadas en la memoria para siempre, mientras otras más importantes quizá las hemos olvidado.
EliminarYo no recuerdo que se vendieran las moras, cuando era niña nos íbamos a los caminos que estaban bordeados de sebes cargadas de moras y allí las cogíamos. Las comíamos directamente o nos las llevábamos a casa para tomarlas pisadas con azúcar.
ResponderEliminarY las avellanas, que ricas cuando están recién cogidas todavía verdes, esas si recuerdo que se vendían, las traían en unos cestos parecidos a los de este cestín que está lleno de garrapiellos (conjunto de avellanas verdes unidas entre si)
¡Uy, la de años que hacía que no veía esas avellanas frescas! Y no se me ha ocurrido buscarlas en la Red. Gracias por traerlas.
EliminarEn cuanto a las moras, yo no tenía acceso a ellas más que comprándolas, pues aunque vivía en el límite de la ciudad con la Vega, a las zarzas que pudiera haber más o menos cerca, llegaban otros antes que yo.
Tus recuerdos removieron los míos. En casa de mis abuelos, en Paraná,había dos plantas de moras en la huerta, y con mis hermanos y mis primos accedíamos a ellas trepando por los techos del gallinero.
ResponderEliminarEn una oportunidad, alistadas ya para salir, mientras mi madre se ocupaba de mi hermano menor trepamos con mi hermana para tomar algunas moras; recuerdo nítidamente las manchas moradas en los vestidos amarillos con su canesú bordado con rositas rococó, que eran nuestros preferidos.
Como las manchas no se quitaron ese fue nuestro castigo por la travesura.
Si tenías que acceder a ellas trepando quizá tus moras eran de morera y no de zarza ¿no? También manchan de morado cuando están maduras. Esas, las de morera, sí las tenía yo en la puerta, pero no estaban tan buenas como estas de los veranos.
EliminarLas de zarza las tengo en casa(http://www.flickr.com/photos/23588479@N05/3388058287/ ) y me gusta mas comerlas en dulce en dulce.
ResponderEliminarNo ha salido como yo quería
ResponderEliminarPero enlaza perfectamente a tu bueníma foto que no recordaba haberla visto antes.
EliminarHoy precisamente hemos estado cogiendo moras de zarza, aquí a 50 pasos de mi casa. Ya está hecha una estupenda mermelada y unas pocas para tomar con yogur. Mañana más, que me quedé sin azúcar para hacer mermelada para varios meses.
ResponderEliminarMe ha encantado el último párrafo de tu post, a la nostalgia de calles, casa y tantas personas perdidas, le superó la magia de ser, por unos instantes, aquella niña.
Yo decía antes que no era nostálgica porque "la nostalgia no es ya lo que era" (Simone Signoret dixit) pero se ve que no había llegado a la edad, pues ahora me sale la vena a cada paso.
Eliminar¡Qué recuerdos! Aunque en realidad sigo viviendo las moras y las avellanas. Este año casi no hay moras al menos en Broto, cuando hay abundantes, entre mi mujer y yo las cogemos para hacer mermelada y licor de moras. En cuanto a las avellanas, ya han venido un par de vecinos a mi casa de 9 a 10 de la mañana, para tratar de hacer una foto a la ardilla que ha encontrado el sitio ideal para alimentarse de mis avellanos.
ResponderEliminarEn esa situación yo terminaría sin avellanas y con una ardilla muy gorda.
EliminarTodos habláis de árboles y de zarzas completas, pero en mis recuerdos no hay nunca moras ni avellanas en abundacia, sino solo un puñadito en un cucurucho. Está visto que ni en eso ha sido generosa la vida conmigo....
EliminarEstoy de pie delante de la biblioteca, esperando a que mi mujer y una amiga que casi no puede caminar tomen un café, hagan unas compras y las vuelva a llevar a casa.
EliminarEl motivo de mi comentario es que acabo de hacer unas fotos a un ardilla grande y gorda, pero desgraciadamente ha sido atropellada y está tirada en la cuneta, había pensado publicar algo, pero creo dormirá el sueño de los justos.
Con respecto a las moras, de crío en Bailo (Huesca), el pueblo de mi padre, íbamos los chiquillos a cogerlas al campo, y más de uno cogía alguna diarrea, ya que con el calor bebíamos de cualquier fuente que hubiera cerca. Nunca había conocido que las vendieran.
¿Pero has hecho las fotos antes o después del ardillicidio? Porque si ha sido antes podrás recordar que has sido el último que la vio viva. ¡Pobre ardilla fuera de su hábitat!
EliminarEn cuanto a las moras, en la Granada de la posguerra se vendía todo lo que fuera comprable y comible, hasta las plantas silvestres cogidas en el campo, como las collejas y los hinojos.
Desgraciadamente tomé la foto después del ardillicidio. Esta mañana ha aparecido otra ardilla en mi jardín más grande que la que fotografié viva publicada en el blog, pero no la he conseguido ver, la ha visto mi mujer, al final tendremos que poner un guardería de Sciurus vulgaris. O dicho de manera vulgaris ardillas.
EliminarY al final del verano tendrás toda una colección de fotos de ardillas vivas y muertas
EliminarRecuerdo que un verano el panadero nos traía el pan en burro y que nos dejaba montar a mi hermano y a mí un ratito. Pero ese es un recuerdo de mañanas y no de tardes.
ResponderEliminarSeñor Salamandra, usted es todavía demasiado joven para ser nostálgico.
EliminarEso me gustaría pensar a mí.
EliminarPero desde que terminé el primer curso de preescolar, supe que no volvería a pisar ese aula y lloré, la nostalgia es algo que duerme como un gato dentro de mi cabeza.
Pues hay que regalarle ese gato a Leodegundia, ya que la nostalgia es mirar atrás cuando ya no hay nada por delante.
EliminarMoras son aquí frutos de un árbol, la morera.
ResponderEliminarLas hay blancas y negras, o al menos he conocido estas dos. La Morus nigra (http://es.wikipedia.org/wiki/Morus_nigra)
es un árbol que hubo frente a esta casa desde que vivo aquí.
Cuando el avance del progreso ¿? derrumbó lo que fuera el muro y modificó la playa de cambios del FFCC, la morera también cayó, quedando una amplia explanada para el acceso, un edificio recuperado donde puede ver uno los vestigios de lo que fue el FFCC, como trofeos de guerra (perdida). La mora daba a todos los chiquillos del barrio grandes satisfacciones (nada como el fruto prohibido....).
También yo disfruté esas moras negras, dulces, que dejaban los dedos teñidos y también la ropa.
Ahora ya han plantado muchos jóvenes árboles en el parque que hay detrás, pero no es lo mismo. Como la nostalgia...
Como he dicho más arriba, en mi puerta también había una morera, que se secó quizá por malas podas para que las ramas no entraran por los balcones. En 1954 ya se estaba secando cuando escribí este poema, el único que vio la luz antes de que empezara a dejarlos en la Red por aquí y por allá.
EliminarSiempre el mismo paisaje detrás de mi ventana,
siempre los mismos montes,
los mismos campos,
siempre los mismos pájaros
cantando tristes
de madrugada.
No habrá nunca un ayer,
ni nunca habrá un mañana.
Mis canciones, perdidas,
huirán
por la distancia.
Y me quedaré mirando el árbol
de la podrida rama.
Por todo el camino que rodea casa de mis padrinos (donde pasaba los veranos de pequeña) había montones de ellas. Y cuando llegaba la época, mi madre y yo salíamos a coger cestos de ellas y hacíamos mermelada. Era deliciosa, pero lo más importante, era un rato genial.
ResponderEliminarEstá visto que todos tenemos alguna anécdota relacionada con las moras, la tuya bien reciente, las nuestras más lejanas.
EliminarMe estás dando hambre....
ResponderEliminarSerá hambre de moras, porque que yo recuerde no hemos hablado de bocadillos de jamón....
EliminarTratándose de hincar el diente cualquier cosa me sirve.
EliminarPues cuidado, que ya sabes que no pesan los años sino los kilos. Para la excursiones, me refiero.
EliminarLa mermelada ha quedado riquísima, Senior, ¿Te envío un par de botes por correo?
ResponderEliminarLo que dices de que no tenías moras en abundancia (ni otras cosas) supongo que está relacionado con la época de la que hablas, pero, además, la gente que tenía abuelos en pueblos y aldeas o vivía en zonas rurales, tenía la posibilidad de ir a buscarlo al campo. Y si tus parientes no tenían determinados frutales, se "robaba" la fruta de los vecinos Yo fui niña de ciudad, pero pasaba gran parte del verano en la aldea de mi padre. Esa fue para mí otra vida, la más libre y auténtica, la más divertida y lúdica, siempre había algo por descubrir y aprender, con olores nuevos, intensos y entrañables.
Realmente yo vivía muy cerca del campo, en la linde de la ciudad, pero también otras muchas personas que llegaban a las moras antes que yo, y también pasé algunos veranos en un pueblo, pero era muy pequeña y no salía de aquella casa y de su huerto, que eso sí, tenía unos árboles frutales que recuerdo perfectamente como me gustaba bajar por la mañana y coger para el desayuno la fruta que había caído de madura que estaba.
Eliminaral principio me estaban ustedes liando, no sabía si ustedes distinguían entre el fruto, la mora de la morera, y la zarzamora de la zarza,
ResponderEliminarpero leyendo veo que sí, que es otro hermoso modismo, que nos invita a platicar...
La zarza aguanta con el fruto colgando hasta entrado el invierno, y es cuando está dulce dulce, cuando están caídas las hojas en los caminos busca en las zarzas aunque raro será que no lo defienda y salgas ilustrada de que
"una zarza es una zarza,
es una zarza, y una mora una infiel.
mis 2 modestas afoticos en mi cuaderno de campo
http://www.anarkasis.net/plantas_medicinales/zarzamora/zarzamora.htm
un saludo
Y otra zarzamora es esta. Ahora voy para el campo a ver esas fotos....
EliminarVistas las moras en cantidades que dan para múltiples cucuruchos de hojas de higuera. Posible negocio en tiempos de crisis...
EliminarPienso cuál de nuestras cantantes podría comparar (cosa que no se debe hacer) con Lola Flores ¡qué mujer!
ResponderEliminarPues mira, a mí no me gustaba, como no me gustan las tonadilleras que hacen parodias desmesuradas de la copla. Creo que la copla se puede cantar de forma más comedida sin que pierda su carácter, como hizo Carlos Cano.
EliminarInteresante.Muy interesante.
EliminarMe permito una comparación: cuando en la ciudad de Salta (Argentina) el turismo no era "industria sin chimeneas" (u otro eufemismo cualquiera)había un lugar donde los cantores, compositores y demás músicos se reunían espontáneamente, para placer del público que compartía otras mesas.
Pero llegó el turismo, y estos lugares perdieron su carácter para ser "mejor vendidos" a los turistas.
Sin ofender, que hay en mi país quienes han ido y vuelto felices de conocer el lugar por donde pasaron tan buenos poetas, hoy convertido en un lugar de culto...y muy lejos de lo que mereció esta zamba, Valderrama.
Perdón,no "toma" el enlace, lo dejo así:
http://www.youtube.com/watch?v=TgF7245Xl2Q
Más interesante aun tu enlace que me ha dado ocasión de oír al gran Cafrune y a la preciosa voz de "La Negra" en una zamba que no conocía y que habla de un local que debió ser mágico en sus buenos tiempos. Todas las cosas que nacen del pueblo y son del pueblo terminan por comercializarse quizá para sobrevivir. Aquí teníamos el Sacromonte, el barrio de los gitanos, que habitaban las cuevas excavadas en la ladera de una colina del valle de Valparaíso y allí bailaban y cantaban flamenco de forma espontánea para ellos mismos y para artistas y poetas que quisieran compartirlos, como le ocurría a García Lorca. Salieron de allí grandes bailaoras como la Canastera o la Golondrina, a las que yo vi bailar, y se empezaron a montar espectáculos en las cuevas más grandes, aunque aun no de forma demasiado comercial. Pero ocurrió que por los años 50 unas lluvias muy grandes hundieron varias cuevas causando víctimas y los gitanos fueron evacuados de su barrio traslandándolos a viviendas preconstruídas en un suburbio y luego al barrio de Almanjáyar, con lo que las cuevas se abandonaron hasta que de unos años acá se han rehabilitado algunas, otras nuevas se excavaron y fueron ocupándolas extranjeros que buscaban el tipismo y las maravillosas vistas de la Alhambra y la ciudad que se divisan desde esa ladera. Por otra parte, los pocos gitanos que permanecieron y otros que han vuelto, con los años han revivido aquellas zambras a las que ahora solo van turistas, incluidos ilustres como la señora de "Mojama", pero yo creo que el ambiente auténtico que se respiraba entonces no va a volver nunca.
EliminarAños atrás, cansados de ver la ...globalización de ese local, fuimos a uno donde jamás hubiera ido por motu proprio. El local era un viejo caserón ampliado con lonas, pero ..
Eliminar¡pero qué hermoso! los cantores de "verdad" - anónimos casi todos ellos - iban en familia a formar grupos. Tengo casualmente el registro de una generación completa, la madre, el hijo y el nieto (que ya debe ser bastante mayor).
La señora, "coplera" con su caja
su hijo;
y el nietecito.
Esa noche llovía como llueve en Salta en enero...pero el ambiente era el auténtico,aunque nos curtíamos de frío como comento en las fotos.
Esos son lguares que permanecerán ...confío en ese joven y su hijo que ya pasaron cinco años y tendrá claro qué es lo auténtico y qué lo "turístico".
Nota: por esos lados es normal empinar unas copas de vino, tanto que muchas canciones lo citan como un "testamento" ¡ y qué canciones!
Tienes un magnífico documento de ese local y de toda una familia que conservaba el canto tradicional sin comercializarse ni "globalizarse". Aquí en el Sacromonte, este gitano que, curiosamente, tiene los ojos azules, intenta conservar las raíces flamencas de antaño en espectáculos comerciales para turistas, pero no se si lo consigue, pues el último bailaor que yo creo más auténtico ya ha muerto después de una carrera sin deamasiado éxito quizá por su manera tradicional de entender el baile.
EliminarYo nunca he probado las avellanas frescas. Es más, ni sabía que por aquí fueran tan abundantes como para venderlas por la calle.
ResponderEliminarMoras? Es tradición familiar que vayamos a cogerlas todos los septiembres a un sitio concreto de la Sierra de Huétor. Y hacemos mermelada. Unas veces sale mejor, otras peor...
Saludos.
No creo que las avellanas fueran más abundantes en aquella época, sino, simplemente, que aquel hombre tenía un avellano a mano y, como he dicho más arriba, entonces todo el mundo se las ingeniaba para sacar unas pesetas vendiendo cualquier cosa, hasta flores silvestres vi vender. Y lo mismo con las moras, hace falta tener mucha necesidad para ir al campo, llenarse de arañazos y venir a la ciudad para vender unos cuantos cucuruchos de moras en agosto a las cinco de la tarde. Fíjate si se vendían cosas impensables, que el hombre de las chuches del que hablaba en este post que tú conoces, llevaba también en su cesto algarrobas y palodú, una raíz que a mí me tenían prohibida porque tragabas tierra con ella.
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