En los tiempos de la posguerra y en un barrio construido cuando la ciudad se fue extendiendo hacia el sur, los niños jugábamos en la calle, pues no había peligro de tráfico ni ningún otro. Solo un peligro en potencia: los niños del Matadero. Un barrio limítrofe de gran pobreza entonces, cuyos niños entraban en nuestro campo de vez en cuando y nos atacaban a mansalva, de tal forma que cuando alguien avisaba de que llegaban se producía una desbandada y cada uno a su casa. ¿Por qué hacían esto? Simplemente porque nosotros éramos los ricos y ellos los pobres, aunque la única diferencia visible era que nosotros teníamos zapatos y ellos sandalias de goma o alpargatas. Nadie tenía mucho entonces, pero nosotros teníamos un plato en la mesa y ellos solo hambre. Claro que esto lo entendí más tarde, pues entonces no podía comprender qué les habíamos hecho a aquellos niños para que trataran de rompernos la cabeza en cuanto nos poníamos a tiro. Yo no conocía entonces otro Marx que Groucho y las teorías sobre la lucha de clases no me quitaban el sueño.
Feliz Navidad
Hace 1 día
Hace muchos años, en una calle de Zaragoza, sin asfaltar, sin que pasaran coches, jugando al gua, a marro, a las canicas, a los huesos, a carreras con chapas... recuerdo que media docena o más niños estábamos tan tranquilos hasta que un grandón, venía a estropearnos los juegos y dos o tres de nosotros huíamos despavoridos cuando lo veíamos aparecer, todavía no se que es lo que querría de nosotros, aunque recuerdo que nos trataba de robar las canicas, nos destrozaba los agujeros que habíamos hecho, si jugábamos a carreras con chapas nos las trataba de quitar, así que la mayoría poníamos pies en polvorosa.
ResponderEliminar¿No tenía amigos o simplemente quería estropearnos los juegos?
En nuestro caso, iban más allá de estropearnos los juegos, pues se dieron auténticas agresiones, sobre todo a niñas, pero tampoco ninguna sabíamos entonces lo que es la violencia de género, solo que aquellos niños eran más fuertes que nosotras y nuestra única defensa era salir corriendo.
EliminarEs que cuando se es niño hay muchas cosas que no se entienden, lo malo es que cuando se llega a mayor no se quieran entender.
ResponderEliminarLo malo es también que las entendamos a fuerza de experiencias. Una cosa positiva de entonces es que, cuando había un grupo de niños de nuestro barrio jugando, podíamos estar tranquilas sabiendo que ellos nos iban a defender al igual que el militar del uniforme, cosa que no estaría yo tan segura de que ocurra ahora.
EliminarLos tiempos cambian que es una barbaridad y hoy, desgraciadamente, no es fácil encontrar un defensor cuando te encuentras en apuros. Triste, pero cierto.
EliminarComo que dentro de poco cantaremos un villancico que dice: ...porque en esta tierra ya no hay caridad. Ni solidaridad ni nada, solo egoismo.
EliminarSiempre ha sido así. Yo también fui pobre, muy pobre, pero nosotros no atacábamos a los que tenían más, porque cuando eres emigrante, refugiado eres agradecido y el tener algo más no es motivo de odiar a nadie. A día de hoy no se lo que es la envidia ni detesto a lo que tiene más. Otra cosa es el acumular, robar y explotar al que no tiene.
ResponderEliminarPor lo que yo recuerdo, en aquella época no había muchos ricos en Granada, pues hasta las grandes familias arrastraban las consecuencias de la guerra. Solo había una clase emergente: los odiados -y envidiados- estraperlistas, que hacían negocio vendiendo en el mercado negro a causa del racionamiento.
EliminarSI, las teorías sobre la lucha de clases en los colegios de frailes entre médicos y enfermeras, eran terribles,
ResponderEliminarEstaban los que jugaban a médicos y enfermeras y los que no.
Y los que no jugaban a médicos y enfermeras, ahora, se mueren por jugar todos los dias a médicos y enfermeras.
-¿La reconozco, señorita?
decía, el jocoso Groncho
Un saludo marxiano
Hace tiempo que hojeé ese libro de ahí al lado, pero me parece recordar que la cosa no iba por ahí, que las clases de las que hablaba eran otras y no tenían la menor intención de jugar.
EliminarDesencuentros entre dos realidades... Nacer en una u otra orilla de la vida marca, con tintas bien diferentes, la infancia. Desgraciadamente, esas diferencias de entonces permanecen inalterables.
ResponderEliminarYo creo que, en este momento, las diferencias son mayores pero más banales, que un niño ahora se "traumatiza" más si no tiene la Wii de su compañero, que aquellos niños cuando comían patatas cocidas sabiendo que nosotros teníamos tortilla (con las patatas cocidas también por falta de aceite) ¿Cual era la diferencia entonces? Un huevo. Un huevo y un chorrito de leche para aumentarlo, porque también estaban contados.
EliminarMe pregunto si esos ataques les daban de comer. Quizás habrían conseguido más, que les invitaran a merendar por ejemplo, si se hubiesen acercado con otras intenciones y con una actitud más amistosa. Ni siquiera el hambre puede justificar la violencia. Lo fácil es echar la culpa a los demás; lo difícil es analizar cómo se puede revertir la pobreza.
ResponderEliminarLa violencia no resuelve nada, pero inevitablemente surge de la injusticia. Por otra parte, dudo mucho que hubiéramos compartido la merienda con ellos, pues eran los tiempos en que mi madre me enviaba a casa de mi abuela a merendar porque ellos, por circunstancias especiales, algunas veces tenían pan blanco, aceite de oliva y hasta azúcar para echarle por encima. (De donde me debe venir la afición por esta combinación de manjares)
EliminarEsta mañana he tenido un debato con un chico del trabajo sobre la lucha de clases en la primaria. En concreto, sobre el uso del uniforme escolar.
ResponderEliminarÉl sostenía que en los colegios con uniforme los niños no perciben las diferencias de clase entre unos y otros. Yo sostenía que hay más diferencias que las del vestuario, y aunque vayan vestidos igual todos, se darán cuenta de quién veranea en California y quien en la playa de Mataró (o ni veranea). Y, más allá, que si se visibilizan las diferencias y se enseña a los niños a no ser excluyentes desde pequeños, a que no todos vienen del mismo contexto pero no debemos dejar a nadie fuera del círculo de amigos por ello, se hará un trabajo enriquecedor en clase y aprenderán que tienen que luchar por una sociedad mejor (todavía). Este chico estaba convencido de que no se puede enseñar a los críos a no ser excluyentes. También le he dicho que qué más da, que los colegios donde ahora se lleva uniforme ya van sólo críos del mismo estrato social, así que precisamente para ellos es innecesario.
Casualmente, este otro chico fue a un colegio uniformado elitista, y yo fui a un colegio público. Y cuando le contaba qué casos había en mi clase (un niño que no llevaba calcetines ni en invierno, algunos que eran muchos hermanos y dormían en la misma habitación, algunos no iban a las excursiones), y que precisamente cada vez hay más de esos casos, él ha contestado "no exageres, eso que cuentas son casos muy extremos pero no es la realidad de la mayoría de colegios". Ay, amigo, si hablaras con maestros y profesores de cómo está la situación hoy en día quizás verías que hay más vida de la que conoces.
Mi conclusión, no sé la suya, es que la clase privilegiada no acostubra a darse cuenta de hasta qué punto lo es. Y así, jamás en la vida contaremos con su complicidad en la lucha.
Una amiga que ya no está, cuando el referendum para la autonomía de Andalucía, me dijo: Va a salir NO porque toda la gente que conozco va a votar NO. Yo me eché a reír y le contesté: Pero es que la gente que tú conoces es un puñado… Y, efectivamente, se equivocó y ganó el SÍ. ¿Qué tiene esto que ver con lo que tú dices? Pues más de lo que parece, pues abunda en que mucha gente ve el mundo desde su realidad. Pero no solo la clase privilegiada y en relación con el tema que tratamos, sino que cualquier persona tiende a creer que lo que ella vive es lo “normal”.
EliminarComo tú dices, los uniformes no igualan, pues debajo de ellos subsisten las desigualdades, aunque se han dado casos de colegios públicos que los han establecido por deseo de los padres, dado que un uniforme no cuesta más que otra ropa y evita que el niño -y sobre todo la niña- quiera cambiar de ropa todos los días. Pero de todas formas y aunque los uniformes sean iguales, los niños sabrán quien tiene más y quien tiene menos… o nada, por lo que es necesaria esa educación no excluyente que tú mencionas, pero no solo para el de arriba en relación con el de abajo, pues entonces eso sería paternalismo y no salimos de lo mismo.
Yo estudié en un colegio no elitista, pero privado y con uniforme, y recuerdo una anécdota de entonces que nos puede dar luz sobre lo que es igualar a los alumnos. En mi curso había dos niñas cuyo padre había muerto fusilado por ”rojo” y la situación económica de su familia era muy precaria. Eso lo sabíamos todas porque ellas hablaban claramente, por lo que yo no me explicaba cómo podían pagar el colegio, hasta que un día me confiaron que el sobre del recibo que nos ponían a todas encima del pupitre al empezar el mes, en su caso estaba vacío, no había recibo. O sea, el colegio no les cobraba, pero no lo ponía en evidencia, tenía un cupo de alumnas gratuitas, pero trataba de no establecer diferencias, como otros colegios en los que estaban separadas incluso en el recreo. En ese sentido, los conciertos con los colegios privados han resuelto algo ese problema, pero no del todo y solo en ciertos barrios, pues yo conozco un colegio privado y con uniforme, que está en un barrio marginal y es un muestrario de nacionalidades y razas en el que predominan inmigrantes y gitanos. Y ahí la lucha de clases tiene otros parámetros.