A lo largo del mucho tiempo que ya llevo en esto de los blogs, más de una vez me he acordado de algo que me ocurrió cuando tenía 17 o 18 años. Por entonces, yo oía mucho la radio y, en una emisora local, había un programa muy parecido a lo que ahora son los blogs. Los oyentes escribían cartas bajo pseudónimo, aunque había que poner el nombre auténtico, que no aparecía, como en los comentarios de los blogs la dirección de correo. En esas cartas -que leía el locutor- se planteaban temas, se discutían, se contestaban unos a otros... Igual que un blog. Y eran siempre las mismas personas, los mismos pseudónimos, también igual que en un blog. Y, entre carta y carta, emitían una canción elegida por el autor/a de la carta. Yo empecé a escribir con el pseudónimo de Muerte Pequeña, el único que he usado antes de Senior Citizen, y elegí eso, tan extraño, porque mi primera respuesta fue a un chico que usaba el pseudónimo de Antoñito el Camborio, el personaje de García Lorca. Tomé las obras de este poeta, miré y miré... y ningún nombre me gustaba, hasta que tropecé con la Canción de la muerte pequeña, en donde dice:
Un hombre solo, y ella
una muerte pequeña.
Voces de muerte, la soledad de la que hablaba siempre el Camborio de la radio… ni de encargo.
Éramos todos muy jóvenes, se notaba, y algunos muy tontos con comentarios muy tontos. Sólo este y pocos más se salvaban, entre ellos una chica que estaba enferma y escribía y oía desde su cama. Aquello duró varias temporadas, que yo empezaba y terminaba siempre pidiendo la misma canción, la del vídeo de más abajo. Y ocurrieron muchas cosas, la más triste que la chica enferma murió y alguien nos convocó a una misa a la que acudimos todos, mirándonos los unos a los otros sin saber quien era quien. Mientras, el locutor sí nos había ido conociendo de uno en uno y yo, personalmente, inicié con él una amistad que duró hasta que se marchó de Granada.
Por medio de él supe que aquel Antoñito el Camborio quería conocerme. Me negué, insistió, y al final me dejó una carta en la emisora, un sobre decorado por un dibujo alusivo a mi pseudónimo y un remite con su nombre completo. Dentro, una cita: tal día, a tal hora, en tal sitio. Para entonces yo ya tenía novio y él sabía algo de mi participación en el programa... pero no todo. Más que nada porque para él esto eran "novelerías" mías. Por tanto, no le dije nada de la cita y, después de mucho dudarlo, acudí, pero me quedé en la acera de enfrente, pues mi intención era sólo verlo, sin que me viera. Pasó largo rato y nadie que pudiera responder a lo que yo esperaba se presentó en la puerta del Banco de España, por lo que me volví a mi casa. Luego supe por el locutor que él también estaba allí, pero también en otro sitio, mirando sin ser visto, y que, aunque me localizó, no quiso acercarse al ver que mi intención no era tomar contacto con él. Le escribí, entonces, una carta disculpándome y diciéndole que tenía novio, que a él no iba a gustarle, etc. etc. Y ahí terminó todo. Poco tiempo después, el locutor se marchó de Granada y el programa terminó.
Hace unos cuantos años supe que el compañero fallecido de un poeta granadino, bastante bueno y conocido, se había llamado igual que aquel Antoñito el Camborio. ¿Sería el mismo? Imposible saberlo. O quizá no tan imposible, pues cabría mostrarle a este poeta aquella carta y aquel dibujo que debe estar en algún rincón de mis cajones. Pero, ¿vale la pena? ¿No es mejor dejarlo así?
Una historia de las timideces de otro tiempo. Hoy son casi infinitas las relaciones de buena amistad que surten en estos medios sociales. En fin, ya no hay vuelta atrás.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero, en el fondo, es lo mismo. El mismo deseo de ser invisibles o de tener una libertad que no se tiene cara a cara. Es lo de siempre, que no nos importa que nos vea desnudos quien no nos conoce vestidos.
EliminarBonita canción de una película que no he visto pero que buscaré.
ResponderEliminarLa invisibilidad nos da confianza y nos protege, pero a veces un exceso de protección también nos debilita. Hay que ser valientes y dar la cara, aunque a veces te la partan. En cuanto a hacer más averiguaciones, mejor dejarlo, ¿no? El pasado pasado está.
La película se llamaba en español Brumas de traición y era la clásica película de la posguerra europea con unos alemanes perversos y unos americanos buenísimos. Y la americana guapa que parece traidora y no lo es.
EliminarCada tiempo tiene sus formas de entablar relaciones sociales con personas desconocidas, con o sin strip-tease espiritual. También estuvo en boga el intercambio epistolar, hoy superado por esa inmediatez de la mensajería instantánea. En realidad, todo se resume en la necesidad humana de intercomunicación.
ResponderEliminarTú lo has dicho: la comunicación. Que a algunas personas nos ha sido indispensable desde niñas y que seguramente seguirá así mientras podamos expresarnos por el medio que sea. Una persona muy querida para mí estuvo cinco semanas sin poder comunicarse y no imagino tormento mayor en esta vida.
EliminarEs mejor dejarlo así.
ResponderEliminarEstá perfecto
Un saludo
Por supuesto que se queda así, más que nada porque quizá al poeta le removiera esa carta un dolor ya suavizado por el tiempo. Si es que se trata de la misma persona, que creo que sí, pues el apellido no es corriente.
EliminarRecuerdo que yo por aquella época era muy tímido, también lo soy ahora, pero saco valor de la timidez y ya he conseguido desterrarla un poco.
ResponderEliminarNo creo que aquello fuera timidez por mi parte, sino solo el rechazo a cambiar de nivel una relación, rechazo que también he tenido siempre en los blogs y que pocas veces he superado.
EliminarO sea, que los dos queríais ver sin ser vistos y los dos dejasteis pasar la ocasión, así que mejor dejar las cosas como estaban y quedarte con la carta de recuerdo de un momento que puso ser y no fue.
ResponderEliminarY a saber donde está esa carta, ya que hace muchos años que no la he visto, aunque recuerdo perfectamente el dibujo que tiene en el sobre.
EliminarDicen todos los que me conocen que tengo la mente dirigida al mal. Muerte pequeña (petite mort) buscar en google imágenes.
ResponderEliminarY de pronto me viene a la cabeza la imagen de un duelo a pistola en el que dos se miran, no se ven y no se disparan.
Un poco extraño todo... ¿No? Más fácil, el poema de Benítez Carrasco "La muerte pequeña de Andalucía":
EliminarSi vas a Andalucía,
que Dios te ampare
de la muerte pequeña
de sus cantares
Que Andalucía
puede muy bien matarte
por bulerías.
Cuando se empina Cádiz
para cantar,
los ingleses se asoman
a Gibraltar.
Y nos envía
una muerte pequeña
por alegrías.
Dios te guarde, viajero
por tu jornada,
de una muerte pequeña
de mi Granada.
No se la siente,
y en media granaina
viene tu muerte.
...Etc, etc.
Señor Citizen, buenas tardes. Soy Raquel, una periodista granadina que trabaja en un proyecto nuevo en nuestra ciudad. Me gustaría poder contactar con usted en privado para comentarle una posible colaboración en relación a su temática preferida: el macasar. ¿Podría facilitarme su correo o indicarme cómo puedo contactar con usted directamente? ¡Gracias!
ResponderEliminarLo siento, pero no me gusta publicar mi dirección, así que le ruego busque otra forma de comunicarse conmigo.
EliminarBuenos días. Le dejo mi dirección: info@alhondiga17.com para que pueda escribirme ahí y así yo pueda explicarle. Es que si no, no veo otro modo. ¡Gracias por atender mi petición!
ResponderEliminarSaludos.