.... no fue mejor
Hace muchos años, allá por los 60 del pasado siglo, volvía un otoño de Madrid con mis padres en un TAF o TER, no recuerdo que tren in-comunicaba a Granada
por aquella época. Y volvía con un catarro de campeonato, con fiebre y
tosiendo sin cesar. Muy cerca, en los asientos vecinos, viajaba también
un señor muy importante de Granada, un banquero dueño de un banco ya
desaparecido, que estuvo todo el viaje fumando puros y llenando de humo
el vagón. Si alguien conoció aquellos trenes, recordará que tenían los
asientos de cuatro en cuatro enfrentados, o sea dos frente a dos, y este
señor había comprado los cuatro asientos para no tener a nadie al lado
ni enfrente, con lo que por lo visto pensaba que era suyo todo el tren y
allí estaba el buen señor con un puro tras otro y el aire del vagón
irrespirable. Pero lo curioso -visto a esta distancia- es que nadie, ni
el revisor ni ningún pasajero osó decirle nada y ni siquiera mi padre,
preocupado por como iba yo, se atrevió a rogarle que dejara de fumar
antes de que se colapsaran mis pulmones.
Y
es que entonces, un señor tan importante era dueño y señor de la vida y
hacienda de los que no éramos tan importantes. Mucho había llovido
desde la Edad Media, pero las cosas no habían cambiado apenas en algunos aspectos.
Los cambios son muy muy lentos. En concreto, respecto al tabaco, hasta hace un par de años que quedó prohibido hacerlo en locales público era tal y como lo cuentas. En cuanto al comportamiento de ese señor, aunque ya no es lo mismo, todavía me resuena aquella frase tan repetida: "¿Sabes usted con quién está hablando?
ResponderEliminarUn abrazo
Como los tiempos cambian, los descendientes de este señor ya no son lo mismo y la realidad es que Granada le debe mucho a esta familia en el terreno artístico. Pero entonces las cosas eran así, las clases estaban mucho más distantes.
EliminarNo voy a negar que tengas razón, pero el fumar en los trenes sin importar a los fumadores si molestaban o no, no era sólo de personas pudientes, cualquiera podía hacerlo pues no estaba prohibido y tener consideración con el resto de los viajeros sólo dependía de la educación que tuviera el fumador.
ResponderEliminarEso es cierto, pero cabía la posibilidad de que el revisor le rogara buenamente al fumador que se contuviera un poco dado que había personas tosiendo, pero en este caso el revisor no lo hubiera hecho ni aunque medio vagón tosiera a coro.
EliminarVaya tela. Esas cosas para mí son impensables. Como cuando se podía fumar en los hospitales.
ResponderEliminarPues en los hospitales se sigue fumando. A escondidas, pero fuma hasta el propio personal.
EliminarEs, como dices, una cuestión de perspectiva: en aquél entonces, una actitud como la de aquél individuo era imposible que fuera afeada por nadie. Es más, si lo hubiera sido, es posible que alguno -y la autoridad "competente" en primer lugar- hubiera salido en defensa de Don X de X y Z-Ruiz de H.
ResponderEliminarPurita Edad Media, de la que sólo nos hemos alejado un poco.
En este caso, don X R-A y G de la C. ¿Quien es el guapo que se atreve con alguien de tantos apellidos?
EliminarYo he fumado mucho en el trabajo, y en los sitios donde me miraban con malos ojos, me abstenía de hacerlo, cuando subía a arreglarles el ordenador a los jefes, había dos que fumaban y otros dos no, así que a los primeros, incluso les ofrecía tabaco, aunque nunca me aceptaban ya que fumaban "rubio" y a los otros si iba con él encendido, antes de entrar en su despacho lo apagaba y lo tiraba.
ResponderEliminarEl problema es que aquello era un vagón cerrado en el que pasábamos lo menos 11 horas, que era lo que tardaba entonces un tren de estos a Madrid. Y gracias, pues el exprés nocturno tardaba 12.
EliminarSiguen fumando algunos jefes donde trabajo... y es un hospital.
ResponderEliminarY las visitas también fuman en las salas de espera sin que nadie les diga nada. Son más rigurosos en los bares que en los hospitales.
EliminarRaro... por acá ha tenido mucho éxito la prohibición de fumar en lugares cerrados. Pero hace años eran muy comunes situaciones como la que describes.
ResponderEliminarAquí ahora es también raro ver a alguien fumando en un bar, una tienda o cualquier oficina y es frecuente ver a los empleados en la puerta echando un cigarro de vez en cuando. Es más, los bares han habilitado terrazas al aire libre con estufas para que el público pueda fumar sin infringir la ley, pero como digo más arriba, alguna vez he visto fumar en salas de espera de hospitales. Abren la ventana, echan el humo hacia afuera... pero fuman. También ha habido negocios resistentes a la ley a los que no les ha ido muy bien.
EliminarUno, que viajó y viajó en tren por motivos profesionales, para si hubiera querido el olor a habano. Carbonilla hasta en las cejas y horas y más horas de retraso. Recuerdo un viaje Barcelona-Palencia. El tren salío a las 10 de la mañana y llegó a Palencia a las 2 de la madrugada, cuando la hora prevista de llegada era las 6 de la tarde.En otro viaje, al cruzar una majuelo, en una cuesta nos dió tiempo a bajar del tren, coger unos racimos de uvas con toda tranquilidad y regresar al vagón.
ResponderEliminarEl olor a habano no era lo malo, que bien buenos serían los puros de ese señor, sino el humo que no dejaba respirar en el vagón cerrado. En cuanto a los viajes largos y a los retrasos tendríamos para escribir un libro, pues yo recuerdo cuatro horas de retraso en un viaje a Almería, que está ahí al lado, de forma que llegamos sin almorzar a las 6 de la tarde cuando nos estaban esperando para hacerlo a su hora. Y recuerdo las 14 horas -sin retrasos- del viaje a Valencia y las 12 que cito más arriba a Madrid en el exprés, y....
EliminarEn esa circunstancia, se unieron la importancia del lanzador de humo y la nula consideración que se deba en esos años a quienes luego se conocieron como fumadores pasivos. No obstante, el buen señor tendría tanto rango como escasa educación, porque escuchar una tos continuada y seguir humo va, humo viene, aun en la época de exaltación del fumeteo, roza cierta perversión.
ResponderEliminarEse señor no oía nada. Estaba en la burbuja de sus cuatro asientos y una especie de muro invisible lo aislaba del resto de los viajeros que no existíamos para él.
EliminarEl que piense que el pasado es mejor merece vivir en ese pasado. Queda mucho por hacer, pero es evidente que ahora vivimos mucho mejor.
ResponderEliminarPor supuesto que en ese aspecto hemos mejorado, somos más libres y tenemos más derechos, pero ¿hemos aprendido a ejercerlos? En los primeros años de la democracia, en un cine y durante la película, un grupo de jóvenes se puso a armar escándalo. El resto de los espectadores empezamos a sisearles y mandarles callar y, entonces, salió una voz entre ellos que decía: ¡Que ha muerto Franco! Ya somos libres... Esa era su forma de entender la libertad y creo que mucha gente la sigue entendiendo así.
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