Seguimos en agosto, pero hoy no hay música sino poema. Mío, para más señas. Pero como está escrito hace muchos agostos (y a saber si fue agosto o diciembre cuando garabateé ese papelito perdido en un cajón) os voy a librar del compromiso de decirme que es buenísimo, que soy el no va más como poeta, así que cierro los comentarios y esta semana os doy vacaciones. Y me las doy yo, de camino, que así no tengo que echar mano de la falsa modestia para contestarlos. Ahí va, yo me lavo las manos y que sea lo que Dios quiera.
Hay un silencio espeso en todos los rincones
de mi casa,
un silencio viscoso
que cuelga de las lámparas,
que me envuelve y me ahoga,
que ata mis tobillos con pesadas cadenas
a la cama.
No hay una voz, ni un grito
que pronuncie
mi nombre, ni unos ojos
que reflejen mi cara.
El aire se ha hecho denso,
apaga mis palabras.
Ya ha llegado la noche, ya hay un silencio oscuro
allí donde tú estabas.