Hace unos días, me saltó a la vista en el periódico la esquela de un señor cuyos apellidos me sonaban. Al principio no caía, pero poco a poco empecé a recordar algo que me ocurrió hace muchos, muchos años.
Empecé a salir con un chico que me gustaba. Era inteligente, culto, educado, atractivo físicamente… vamos, un mirlo blanco, el novio que toda madre desea para su hija y el novio que toda hija espera. En la segunda o tercera tarde que pasamos juntos, me cayó en la blusa una pequeña mancha que apenas se notaba, ya que estaba en un sitio poco visible. A la siguiente ocasión que nos vimos, nada más sentarnos en el bar, el futuro novio apartó mi chaqueta y buscó donde se había producido la mancha y, no viéndola, me dijo:
-Menos mal que has lavado la blusa, pues si llega a estar hoy la mancha no hubiera salido más contigo, ya que eso indicaría que eres descuidada.
A lo que yo le contesté:
-La que no sale más con alguien tan retorcido soy yo. Buenas tardes.
Me levanté y me fui.
Como a estas alturas de la historia habréis supuesto, el de la mancha y el de la esquela eran el mismo hombre y, en todo este tiempo, tantos y tantos años, solo lo había recordado una vez. Cuando leí el relato de Pardo Bazán, El encaje roto, y pensé: De buena me libré entonces.
Como la protagonista de la historia, tuviste oportunidad de conocer a la otra persona justo a tiempo, algo que no siempre sucede, y pudiste reaccionar. Coincido con la apreciación de la autora de que en ocasiones son pequeños detalles los que marcan el devenir de nuestra vida.
ResponderEliminarSupongo que si hubiéramos seguido tratándonos le hubiera visto más detalles, pues, afortunadamente, ya no ocurre como en los tiempos de la Pardo Bazán, que se iba al matrimonio sin conocerse apenas.
EliminarHiciste muy bien, nadie está exento de una pequeña mancha, hasta paseando, cuando notas algo raro y mirando hacia arriba ves al que está regando las macetas, o incluso la paloma de turno que no ha llegado al escusado.
ResponderEliminarAdemás, no se trata solo de una mancha, sino de juzgar por las apariencias.
Eliminar"Era inteligente, culto, educado, atractivo físicamente…" Y un cretino, añado. Si le hubieras dejado pasar esa circunstancia, igual su siguiente salida hubiera sido darte a planchar unos pantalones para comprobar si sabías dejar bien hecha la raya.
ResponderEliminarPues ese cretino había llegado a catedrádico de la Universidad. Así salen luego los alumnos...
EliminarLo de "inteligente, culto, educado, atractivo físicamente… vamos, un mirlo blanco" era solo apariencia ¿no?. Gracias a la mancha, de lo que te libraste. Ya ves, no siempre una mancha es algo malo.
ResponderEliminarPues ya ves como engañan las apariencias...
EliminarSi así se empieza... a saber cómo se podría haber acabado. A ese suceso se le puede considerar un golpe de suerte. Bendita mancha.
ResponderEliminarNo había sido el primer detalle, pues antes de esto ya me había dado cuenta de que un día me miró las piernas por detrás y no con cara de recrearse en ellas... sino de ver si llevaba la costura de las medias derecha.
EliminarUn suave, que decimos por aqui
ResponderEliminarTe libraste de buena
Y de ser viuda ahora... (Aunque creo que no hubiera aguantado tanto)
Eliminar"inteligente, culto, educado, atractivo físicamente...", sí... pero el don de la discreción y la sutileza no lo tenía.
ResponderEliminarMe alegro de no tener que darte el pésame en estos días...
¿Me imaginas escribiendo aquí una entrada de viuda desconsolada por semejante tipo?
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