Tengo un amigo que, cuando pasa por un mal momento, rechaza la proximidad de las personas que lo quieren alegando: Necesito mi espacio.
Curiosamente, cuando yo estoy mal, no necesito más espacio, sino todo lo contrario: Necesito que mi espacio se reduzca al círculo de unos brazos rodeándome.
Tal día como hoy enterrábamos a mi padre y yo estaba sola en el cementerio. Había gente, sí, pero no cerca de mí y yo sentía como un vacío a mi alrededor. Un helado vacío. Y allí estaba yo, sola, firme, sin una lágrima, pero dando la vida por un brazo que cobijara mis hombros.
Han pasado 26 años de aquello y aun siento el frío de aquella mañana de febrero en mis hombros desnudos de cariño.
Si hay quien lo recuerda, si hay quien visita su tumba.... sigue vivo.
ResponderEliminarPor el momento, lo hay, lo ha habido esta mañana. Y mis hombros no han sentido ese frío.
EliminarMe temo que me ocurre lo que a tu amigo, cuando las cosas se me tuercen prefiero que nadie se arrime a mi, no se que decirle, no consigo entablar una conversación y me encuentro mucho mejor solo y callado.
ResponderEliminarQuizá sea cosa de hombres...
EliminarHay días grabados a fuego o cincelados e hielo que se guardan para siempre, nítidos, en la memoria.
ResponderEliminarDetrás de ese día, triste, de ese febrero hay otros, felices, de ese padre. Con ese padre. Esos, al igual que los dolientes, también te pertenecen. Y te acompañan.
Un abrazo.
Cierto. Con la ventaja, de que el tiempo nos hace idealizar a las personas que quisimos y solo recordamos lo bueno de ellas.
EliminarTe comprendo perfectamente y comparto ese mismo modo de sentir.
ResponderEliminarUn abrazo.
También ocurre que los que no tenemos ramas... nos agarramos a las raíces.
EliminarEn momentos como ese es muy complicado acertar, porque como bien dices, hay quien necesita estar a solas y quien requiere compañía, consuelo y cariño. Por lo general preferimos no arriesgarnos y preferimos pecar por defecto que por exceso. Deberíamos ser como el resto de animales y disponer de alguna señal de aviso, un color de piel, una plumas o un gesto involuntario que dijera a los demás qué esperamos de ellos.
ResponderEliminarÁnimo, amiga, recordar a los seres queridos que se fueron es siempre duro. Aquí tienes mi abrazo, aunque sea virtual y llegue 26 años tarde.
Muchas gracias. Ojalá aquel día hubiera tenido cerca los amigos que tengo ahora...
EliminarNo se puede cambiar aquel día, pero sí hoy y mañana.
EliminarSi estuviera en el "guasah", correspondería poner una carita sonriente, pero como estoy aquí, solo digo: ¡Gracias!
EliminarMi abrazo de amiga bloguera y para una sembradora de sentimientos. Beso
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