Siempre he pensado que hay personas que se van y otras que se quedan. Y yo he sido siempre de las que se quedan. Así que he dicho adiós en andenes, aeropuertos, estaciones de autobús y hasta en la puerta de mi casa.
Te he dicho adiós. Adiós. Y me he quedado
con un muerto a la espalda.
Recordaba esto, de hace muchos años, cuando a finales del mes pasado leía en el periódico la historia de Nadia Bondarchuk, una mujer de 75 años, que se ha quedado casi sola en el barrio Berkovets de Kiev, a un paso de Bucha y sus cadáveres en las calles. Todos los que han podido, se han ido a donde han podido, pero Nadia se ha quedado allí, en su dacha, con sus tres perros y su gato sobresaltados día y noche por el ruido de los disparos, con sus gallinas picoteando en el jardín. Y en ese jardín hay algo más, hay tendederos de los que cuelga a secar ropa militar. Y Nadia dice con toda naturalidad: Los chicos vienen cada día por la mañana, después de pasar la noche combatiendo en el bosque, y me dejan la ropa sucia para que la lave. Algunos también desayunan algo y se duchan. Llegan agotados. Yo me encargo de lavar la ropa, la cuelgo al sol y por la tarde pasan a retirarla. No tengo miedo, no me importa morir hoy o mañana. Así que yo me quedo y, al menos, trato de ser útil a mi país y a mi gente.
Nadia es de las que se quedan. Sola o casi sola. Con una lavadora, una ducha y el té siempre caliente para quien pueda necesitarlo.
Estas historias dan otra dimensión a la guerra; es la humanización del desastre. Poner nombre, rostro y cotidianidad nos aproxima todavía más a quienes sufren ese desgarrador día a día.
ResponderEliminarLo malo es que han pasado ya bastantes días desde que esto se contó y, tal como van las cosas, no sabemos si Nadia sigue viva. Ni lo sabremos, seguramente.
EliminarQuizás nunca sepamos qué fue de ella, pero su gesto de resistencia y generosidad nos ha recordado que las guerras las padecen personas como tú y yo, gente corriente que jamás pensó en heroicidades sino terminar sus días en su normalidad, sin más sobresaltos que los habituales, en compañía o en soledad.
EliminarYa es tremendo tener que asistir, a través de una pantalla, al sufrimiento ajeno, impotentes ante el horror, mientras se van sumando días de infamia con una Europa susurrando "que me quede como estoy", incapaz de parar la catástrofe.
No hace mucho, a una amiga que protestaba enérgicamente de que Europa no les está ayudando, yo le dije: El gas ruso. ¿Para ayudarles estarías dispuesta a renunciar al gas, que te permite cocinar, estar caliente en tu casa y ducharte? Pues eso... Que es muy fácil echarle la culpa a los gobiernos, pero la culpa es de todos.
EliminarPor supuesto que Europa es consentidora. Para detener a Putin hace falta mucho más que retenerles los yates a cuatro o cinco oligarcas amiguetes y dejar Moscú sin estanterías de Ikea o huérfano de Facebook. Lo sabe hasta Zelenski, por mucho que apele a los parlamentos de los países europeos y señale las miserias de cada gobierno. Putin invadió Chechenia y no pasó nada. Putin se anexionó Crimea y siguió sin pasar nada... Que termine haciéndose con Ucrania colocando un gobierno títere dependerá, en tiempo, del propio impulso ucraniano, cuyas gentes están sacando fuerzas de donde no hay con unos arrestos increíbles y con un gobierno a cuyas cabezas Putin ya ha puesto precio.
EliminarComo digo antes, Europa está atada y bien atada por el gas, pero eso ya se sabía hace años y no se ha hecho nada. Ni siquiera la mejor cabeza pensante de Europa, la de Merkel, resolvió eso, sino todo lo contrario. Y, como guinda, Sánchez pone las cosas difíciles con Argelia…
EliminarCuando de verdad nos damos cuenta de la magnitud de las guerras, es cuando nos enteramos de estas pequeñas historias, que hacen que las vivamos más en primera persona, aunque el que lo padezca sea otro semejante.
ResponderEliminarLas guerras, como las pandemias, hay veces que se convierten en cifras y esta es laa forma de ponerle cara a esas cifras.
EliminarSon tristes tiempos, amiga. No se qué mas decir ....
ResponderEliminarYo creo que en Europa no ha habido una guerra más cruel desde la primera mundial. En Ucrania no hay límites, da igual bombardear un colegio que un hospital. Ha habido hechos concretos igual de salvajes, como la "Desbandá" de la que hablábamos hace poco, pero así, de forma sistemática, estos bombardeos sobre edificios civiles...
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