Bajo un farol, con lluvia, sin estrellas,
empezamos a andar lado con lado.
Hoy he metido tu nombre en Google y no ha salido nada a pesar de que, por tu profesión, deberías estar en alguna parte. Pero es posible que ya no estés en ninguna, quizá desde hace mucho tiempo sin que yo me haya enterado. Y “he vuelto la mirada atrás, al tiempo que pasó para recordarte”, a aquellos años en los que todo estaba nuevo, comenzando.
Le llamábamos salir y era solo eso. Dar un paseo, ir al cine o sentarnos en un bar. Pero solos. Y era el primer paso serio que podía terminar en un noviazgo y hasta en boda. Antes de eso había un largo periodo de acompañamientos, de encuentros más o menos casuales, quizá de salidas en grupo, hasta que un día te decía: ¿Quieres salir conmigo el sábado? Y tú, generosamente y como quien tiene la sartén por el mango, accedías y fijabas la hora y el sitio de la cita. Por lo general él ya conocía tu casa de haberte acompañado alguna vez, así que lo mejor era que te recogiera en la puerta y de esta forma las vecinas podrían seguir murmurando sobre tu mayor o menor éxito con “los hombres”. Que de hombres tenían todavía poco, pero démoslo por válido.
Esta podía ser la primera cita y la última si las cosas no marchaban bien, si no había sintonía o si alguno de los dos comprobaba que no le gustaba el otro. Él no volvía a llamar o tú ponías un pretexto para no volver a salir. Pero también podía venir una segunda cita y una tercera, ir intimando, hasta que un día él “se declaraba” y ya tenías novio formal. Ya podías ir cogida de su mano o con su brazo a modo de bufanda, ya le podías permitir algún que otro beso o meterte mano en las últimas filas del cine.
Tú no te declaraste realmente, más bien lo provoqué yo cuando aquella noche insinuaste un bostezo y te dije que mejor dejábamos de salir porque te aburrías conmigo. Pero juraste y perjuraste que era todo lo contrario, que estabas enamorado de mí y querías que fuéramos novios. Quisiste besarme, yo dije que era pronto aun y me llevaste a casa. Al sentarme a cenar con mis padres tenía mariposas en el estómago y no me pasaba la cena y, al comentarlo mi madre, yo dije: es que no todos los días se le declaran a una. Mi madre me dio con el pie por debajo de la mesa, mi padre se hizo el loco y yo me fui a mi cuarto a disfrutar a solas de mi nueva situación.
empezamos a andar lado con lado.
Hoy he metido tu nombre en Google y no ha salido nada a pesar de que, por tu profesión, deberías estar en alguna parte. Pero es posible que ya no estés en ninguna, quizá desde hace mucho tiempo sin que yo me haya enterado. Y “he vuelto la mirada atrás, al tiempo que pasó para recordarte”, a aquellos años en los que todo estaba nuevo, comenzando.
Le llamábamos salir y era solo eso. Dar un paseo, ir al cine o sentarnos en un bar. Pero solos. Y era el primer paso serio que podía terminar en un noviazgo y hasta en boda. Antes de eso había un largo periodo de acompañamientos, de encuentros más o menos casuales, quizá de salidas en grupo, hasta que un día te decía: ¿Quieres salir conmigo el sábado? Y tú, generosamente y como quien tiene la sartén por el mango, accedías y fijabas la hora y el sitio de la cita. Por lo general él ya conocía tu casa de haberte acompañado alguna vez, así que lo mejor era que te recogiera en la puerta y de esta forma las vecinas podrían seguir murmurando sobre tu mayor o menor éxito con “los hombres”. Que de hombres tenían todavía poco, pero démoslo por válido.
Esta podía ser la primera cita y la última si las cosas no marchaban bien, si no había sintonía o si alguno de los dos comprobaba que no le gustaba el otro. Él no volvía a llamar o tú ponías un pretexto para no volver a salir. Pero también podía venir una segunda cita y una tercera, ir intimando, hasta que un día él “se declaraba” y ya tenías novio formal. Ya podías ir cogida de su mano o con su brazo a modo de bufanda, ya le podías permitir algún que otro beso o meterte mano en las últimas filas del cine.
Tú no te declaraste realmente, más bien lo provoqué yo cuando aquella noche insinuaste un bostezo y te dije que mejor dejábamos de salir porque te aburrías conmigo. Pero juraste y perjuraste que era todo lo contrario, que estabas enamorado de mí y querías que fuéramos novios. Quisiste besarme, yo dije que era pronto aun y me llevaste a casa. Al sentarme a cenar con mis padres tenía mariposas en el estómago y no me pasaba la cena y, al comentarlo mi madre, yo dije: es que no todos los días se le declaran a una. Mi madre me dio con el pie por debajo de la mesa, mi padre se hizo el loco y yo me fui a mi cuarto a disfrutar a solas de mi nueva situación.
Yo tenía 17 años, tú 20, hace mucho tiempo de eso y ni siquiera se si estás muerto.
Nota al margen. Perdóname, L. Ya se que fue un 23 de abril, pero el Día del Libro siempre te ha restado protagonismo.
De alguna forma, por similitud, me siento coprotagonista de esta historia que tiene mucho más que ver con el pasado que con las historias de los jóvenes de hoy.
ResponderEliminarAunque mis fechas son más remotas que las tuyas, supongo que las circunstancias y las costumbres eran las mismas.
EliminarQué forma tan bonita de iniciar las relaciones.
ResponderEliminarSí que es cierto que hoy en día las cosas van de modo distinto.
Tu historia me ha emnocionado y me ha hecho sonreír :)
Supongo que en todas las generaciones hay cambios, pero quizá hubo más entre la mía y la de mi madre que entre las madres y las hijas de ahora, pues solo 18 años antes de esto para mi madre era inconcebible salir sola con el novio aunque fuera ya conocido y aceptado por su familia.
EliminarUna historia muy bien presentada mezclando el hoy y el ayer. ¡Que tiempos aquellos! que diferente a la forma de relacionarse hoy en día, antes se seguía una largo camino, sin prisas, hoy se va por los atajos. Quizás los jóvenes no entiendan esa forma de proceder lo mismo que a nosotras nos cuesta entender y asimilar la suya.
ResponderEliminarNo nos cuesta tanto si consideramos que también nosotras nos veíamos muy modernas respecto a lo anterior.
EliminarPues cuando yo empecé con la Sra. Salamandra las cosas no fueron tan diferentes, pero eso es que me voy haciendo mayor y que siempre hemos sido muy clásicos. Y lo de google es raro, porque por mi nombre de verdad salgo hasta yo.
ResponderEliminarQue honor... He llegado a la categoría de clásica. Algo así como las sillas Luis XV.
EliminarTienes razón en que ya érais modernos. Un tío-abuelo mío, que debe ser como doce años mayor que tú, no podía salir solo con mi tía-abuela cuando cortejaban. Les hacían ir acompañados de un hermano o primo adolescente, al que mandaban a comprar palomitas o caramelos para tener algo de intimidad y darse cuatro besos. Así lo cuenta él.
ResponderEliminarMi padre hablaba de que cuando llevaba a mi madre al cine tenía que cargar también con su hermana y le costaba doble, como si tuviera dos novias. En realidad yo tuve suerte, pues mis padres eran algo más liberales que otros, ya que había amigas que tenían que recurrir a un montón de argucias para poder salir solas con un chico.
EliminarAhora que recuerdo, NaaN. ¿Te acuerdas cuando en el blog de Alena discutimos porque ella hablaba de unas situaciones de represión que yo no había vivido? Fue cuando mencioné mi pantalón pirata del año 1955 y tú quisiste verlo. Y es que cada uno habla de la feria según le ha ido y en la misma época se pudieron vivir circunstancias muy distintas.
EliminarMe acuerdo de la foto, pero no de la discusión.
EliminarEs cierto que cada cual viene de unas circunstancias particulares, de familia, clase social, situación geográfica...
En este caso, ella hablaba de su experiencia en un pueblo de Castilla y yo de la mía en una ciudad universitaria del sur. La suya era un poco posterior a la mía, pero a pesar de eso reflejaba un ambiente mucho más atrasado incluso en la forma de vestir, que es lo que motivó lo del pantalón pirata.
EliminarSerá que yo también soy de la misma época, pero creo que la forma de relacionarse de entonces era mucho mas romántica que lo de ahora, no crees?
ResponderEliminarPues no lo se, pues yo ahora me relaciono más bien poco en ese aspecto...
EliminarBrillante respuesta.
Eliminarnirene, aunque parezca que hoy en día todo se hace de un modo más superficial, enamorarse es enamorarse, y las mariposas en el estómago no han desaparecido.
Cada época establece diferentes modos de relación, sobre todo de la amorosa. Y es verdad que algo de ritmo pausado había en estas a las que te refieres, pero creo que algunas también eran demasiado largas y tediosas, y al final los novios acababan casándose por costumbre y porque era lo que todos esperaban que hicieran. Eso sí, las "declaraciones" eran muy variadas y hasta graciosas; las mariposas en el estómago creo que también las padecían los chicos, a juzgar por lo nerviosos que se ponían en el momento de declararse.
ResponderEliminarTambién los había que te declaraban un amor volcánico a los dos días de conocerte y cuando tú te lo tomabas a broma, se ofendían tanto que no volvían a dirigirte la palabra.
EliminarMe siento identificada con "aquélla época". La diferencia es mínima, no vivía con mis padres sino en "pensión de señoritas" con horarios estrictísimos controlados por la dueña, que pasaba luego los datos a nuestros padres. Una hora los jueves de 21 a 22, y una hora y algo los días que en el único cine del pueblo había sesión de cine club, con películas que luego discutíamos en el mismo cine, ahí en ese cine alejado del control de la censura pude ver películas prohibidas (bastante deterioradas, por cierto, pero era tan tentador por lo "pecaminoso"...como por ejemplo El Acorazado Potemkin. Todo erotismo (mal chiste, perdón)
ResponderEliminarAhora hay conciencia de la incomunicación y frialdad de los medios que me gustaría compartir con ustedes. Lo verán en este video, que no necesita explicaciones
http://www.wimp.com/disconnectconnect/
Sepan disculpar la mala puntuación, es que hoy tengo pequeños cortes y temía no terminar el comentario. Os dejo tiempo para recuperar el aliento...
ResponderEliminarQue todos hemos visto parejitas de novios o amigos o lo que sea, caminando de la mano o tomando sol en un banco, o un helado, y con la otra mano un cell y la mirada fija en la pantalla...¿para eso están juntos, o se comunicarán por mensajes de texto? (otra mala broma..)
Es cierto que ahora los medios que manejamos son fríos y pueden incomunicarnos, pero también pueden unir a personas separadas por la distancia de forma instantánea. En aquella época, una pareja que tuviera que separarse por motivos de trabajo o estudios, no tenía más medio de comunicación que las cartas, pues el teléfono era caro para usarse con frecuencia. Sin embargo, ahora una pareja puede hablar y verse todos los días por su ordenador aunque estén a miles de kilómetros.
EliminarAñado ahora que también todos nosotros nos estamos comunicando por este medio moderno, ya que no podemos hacerlo de otra forma.
EliminarOff topic: Hoy tengo las respuestas en dos tiempos, con efecto retardado.
Hace años las diferencias entre hombres y mujeres eran mucho más evidentes que ahora, yo tuve suerte de que no tuviera que cargar con nadie y pudiera ir solo con mi novia al cine o al parque, eso si volvíamos como muy tarde a las 10 de la noche. En cuanto a lo que comenta Senior Citizen con respecto a los medios de comunicación, el tiempo que yo estuve en la mili nos escribimos una carta diaria, y no por carestía del teléfono, era, que en Sidi Ifni no había teléfono nada mas que para las cosas oficiales y/o para los altos mandos. Cuando me trasladaron a Canarias la cosa cambió y casi todos los días hablaba por teléfono con mi novia, (me llamaba ella) era telefonista.
ResponderEliminarPues mira que suerte tuviste, pues cuando yo llamaba al del post en el campamento de Villafría, se enteraba todo el campamento de lo que decíamos a través del "telefonisto".
EliminarPor cierto, ¿nadie va a remarcar lo positivo de que hoy en día no se espere la declaración del hombre sino que ambos puedan hacer un paso adelante?
ResponderEliminarPorque este sistema con roles definidos a mí me parece muy romántico, por lo clásico, pero un poco "cárcel".
¿Qué pasaba si el chico era tímido y no se atrevía? ¿Qué pasaba si la chica estaba muy enamorada y no quería esperar tanto?
Yo creo que ese es un gran avance (aunque quedan personas jóvenes que siguen ciñiéndose al sistema de roles definidos).
La cosa no era tan drástica, pues ya has visto que la iniciativa fue mía y lo puse en el aprieto de reconocer que se aburría o decir lo que dijo si quería seguir viéndome. Sin hacerlo directamente, la chica podía ser la que diera el paso adelante.
EliminarEras una avanzadilla, Senior, no cabe duda; pusiste al muchacho en un brete.
ResponderEliminarRespondí a tu comentario en mi blog, por si te interesa.
Sí que fue mérito, pues era difícil de manejar el muchacho. Le llamaban chiquito pero matón...
EliminarHay empresas que borran tu nombre y tus fotos de Internet. Quizás él haya solicitado el servicio de alguna, quién sabe.
ResponderEliminarEn cuanto a declaraciones, la humanidad se habría acabado hace tiempo si no llega a ser porque vosotras siempre sabéis cómo provocarlas.
Yo más bien me inclino a pensar que el tiempo lo ha borrado a él...
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