Balneario de Lanjarón, años 50. En el hotel, los huéspedes se reúnen en el salón después de la cena y lucen sus habilidades. Hay quien toca el piano, alguien canta y dos cincuentones de Écija, un poco pasados de cintura, forman pareja para bailar sevillanas, cosa impensable en la Granada de entonces cuando, en los Coros y Danzas de la Sección Femenina, visten de corto a las chicas más delgadas para los bailes que necesitan hombres. En un segundo plano, una chica de 15 años presencia el espectáculo sin participar. Su mirada se cruza de vez en cuando con el chico francés, de pelo rubio y nariz imposible que, al otro lado del salón, la mira con insistencia. Ya se han visto muchas veces en el comedor o en el paseo de la tarde hasta El Pilarillo -ella con sus amigas, él con un hermano aun de pantalón corto- y sabe que se llama Robert porque ha oído llamarlo a su familia y que procede de Casablanca, como tantos veraneantes por aquella época en Lanjarón.
Siguen las actuaciones y llega el número cumbre cuando una chica morena y alta baila el Tango Angelita, que Ángel Barrios ha dedicado a su hija. Y lo hace bien, probablemente enseñada por una profesora que acude a su casa un día en semana, por lo que el salón se viene abajo de aplausos cuando termina. Con esto acaban las actuaciones y empieza el baile “agarrado”, y la chica, la de las miradas al francés, siente pánico porque no sabe bailar y teme que alguien la saque, así que se escabulle sigilosamente por la primera puerta que encuentra y sale al jardín trasero, al que dan unas ventanas bajas del salón, de modo que allí sentada en la oscuridad puede disfrutar de la música sin que nadie la vea. Pero de pronto… ¡catacrof!... alguien ha saltado por una de esas ventanas, cayendo sobre los sillones de mimbre con estrépito. Cuando se repone del susto, ve que -¡oh, cielos!- se trata del rubio francés, del mismísimo Robert, que tampoco sabe bailar y ha usado un modo más expeditivo para escapar del salón. Un poco corrido por su mala entrada en escena, se sienta a su lado y permanecen en silencio, hasta que sus manos se encuentran en la oscuridad y allí empieza el milagro de la vida, el amor de los 15 años, el primer amor.
Arriba, las estrellas parpadean en una noche de agosto y, dentro, suena de nuevo el Tango Angelita.
Recordando a Ángel Barrios en el 50 aniversario de su muerte.
No conocía a Ángel Barrios ni tampoco el Tango Angelita. Lo que si recuerdo es mis primeros intentos de bailes en Bailo el pueblo de mi padre, allí me esperaban para sacar un tocadiscos y un montón de discos a que yo organizara el baile en el salón del pueblo, sala que era utilizada para llevar el grano, allí además de una columna central había un tablado donde cuando era la época se pesaba y se vendía a los tratantes. Solamente lo utilizábamos el domingo por la tarde.
ResponderEliminarYo no me escondía, al contrario, la mayoría de las mozas trataban de sacarme a bailar, y aunque yo me resistía, sin embargo al final pisaba a medía docena de valientes chicas que se atrevían a bailar conmigo.
Debo añadir que Ángel Barrios llamó a esta composición tango, aunque ahora algunos intérpretes la llaman tanguillo porque está más cerca de los tanguillos del carnaval de Cádiz que del tango flamenco, del que dicen que es origen del tango argentino.
EliminarYo tampoco conocía ni al autor ni a la obra, pero merece la pena poner esa composición de música de fondo mientras se disfruta del romántico relato y de las preciosas vistas de Granada.
ResponderEliminarCreí que Barrios era más conocido, pero parece que su fama no salió de Granada, a pesar de que tuvo cierto éxito en su tiempo. Aquí sí es conocido y ahora, con motivo de estos 50 años de su muerte, se le han dedicado homenajes y una exposición en el Palacio de Carlos V.
EliminarSaltar por la ventana para caer en el amor, creo que es lo más bonito que he visto escrito últimamente.
ResponderEliminarDescrito así suena aun más bonito...
Eliminarhermoso todo, muy hermoso
ResponderEliminarHermosos son los 15 años y el amor.
EliminarUn relato que te toma el corazón y lo lleva en vilo hasta el final. Precioso.
ResponderEliminarLa vida, que imita a la literatura algunas veces.
EliminarPor un momento, cuando empezó a sonar la música, creí que el mismísimo Carlos Cano dejaría sonar su voz a coro con los compases de Ángel Barrios (al que desconocia hasta ahora mismo)...
ResponderEliminarQué buenos marco y melodía para esa postal de adolescencia.
Por lo que yo se, esta canción no tiene letra, pero la han llevado siempre en su repertorio los conjuntos de pulso y púa de Granada y en este momento la interpreta el actual Trío Albéniz, sucesor del contemporáneo a Barrios.
EliminarPor otra parte, no es extraño que te haya recordado a Carlos Cano porque él bebió de estas fuentes y creció oyendo estas composiciones.
Eliminar¡Qué historia más linda!
ResponderEliminarNo conocía ese tango, y también esperaba, sabiendo que no iba a pasar, que Carlos Cano comenzara a cantar en cualquier momento....
Saludos.
Quiero recordar que he leído de Carlos Cano que en sus principios se inspiró en estas canciones de Barrios. Ahora ya no es frecuente, pero hace años había en Granada muchos conjuntos de los que llamaban "de pulso y púa", que tenían en su repertorio la música de Ángel Barrios y este tanguillo.
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