Cuando somos jóvenes, hablamos mucho de Carpe diem, pero la realidad es que vivimos mirando hacia adelante, de cara al futuro, y solo cuando ese futuro se va acortando, es cuando de verdad vivimos el momento presente. Y el pasado, por supuesto, pero este solo se recuerda, no se vive. Yo llevo ya años diciendo que soy incapaz de hacer planes que vayan más allá de la semana próxima. Y no es que piense que me voy a morir pasado mañana, sino que me es imposible contemplar un futuro más lejano. No me alcanza la vista, supongo…
Pero ahora el coronavirus nos está obligando a aplazarlo todo. Nada puede ser ahora, todo queda pendiente. ¿Para cuando? La semana próxima no, está claro, y el “más adelante” es una nebulosa. Inevitable, entonces, la sospecha de que, a esta edad, aplazar es renunciar.
El tiempo, inexorable, nos acorta el futuro y alarga el pasado y hasta lo va difuminando. Así es. Lo sigue siendo incluso cuando una circunstancia anómala devasta los planes para el futuro inmediato. El tiempo no se detiene; nosotros y nosotras, sí. En arresto por incertidumbre, abrumados por informaciones contradictorias. Pero aquí estamos. Esperando. Reinventando rutinas y cruzando los dedos (o rezando) por esa ansiada normalidad que echamos de menos.
ResponderEliminarHabrá que seguir devanando el ovillo de la paciencia.
El problema es que ese futuro con los planes devastados no es tan inmediato como nos parecía al principio y los mayores no podemos evitar que nos ronde la idea de que no veremos el final, la normalidad y, por tanto, que esos planes aplazados lo serán para siempre.
EliminarPor ahora al menos en mi caso, solamente puedo pensar en el día a día, recordando el pasado en ocasiones, pero sin pensar excesivamente en el futuro, ya que no sabemos como va a quedar y en que condiciones este mundo que con sus virtudes y defectos lo teníamos asumido y sabíamos a que carta quedarnos.
ResponderEliminarA mí cada día que pasa me resulta más difícil pensar en el futuro y ni siquiera me importa como va a ser, porque en el fondo pienso que no voy a verlo.
EliminarSenior Citizen No seas gafe, tu lo verás y yo seguramente también, pero se parecerá muy poco a lo que hemos estado viviendo al menos en los primeros años luego...
EliminarTambién se puede ver el aplazar como una esperanza y un motivo para seguir cuando todo se complica...
ResponderEliminar¿Aplazar?
EliminarLa gran diferencia es que los jóvenes piensan en lo que van a hacer, este año, el próximo y el siguiente, mientras que los mayores piensan en lo que ya no van a poder hacer. El joven piensa que irá a Londres cinco o seis veces, por ejemplo; el mayor piensa que como mucho una más. Por eso estos aplazamientos no significan lo mismo para los unos y los otros.
ResponderEliminarEn cuanto al carpe diem, es una cuestión de actitud. Yo lo practicaba a los veinte, a los treinta y lo sigo practicando a los cincuenta. No sé cómo será en adelante, pero sospecho que mientras me acompañen las fuerzas me comeré el mundo.
Lo malo para el mayor no es que piense que solo irá una vez a Londres, sino añadir a su vocabulario la palabra "nunca"...
EliminarCreo que se hace más lento el programar, comer, dormir, caminar, pero el deseo de hacer cosas no muere. Por lo menos en mí. Sigo llenando la agenda de tareas y proyectos. Tacho lo que realizo y vuelvo a escribir lo que no hice. A veces me río porque sé que ese día no lo voy a hacer pero insisto. Ese día llegará y más en estos tiempos. Sobre todo mantener la calma, después tener paciencia y nunca perder las ganas de lo que sea que deseas y mira que soy mayor...
ResponderEliminarTe mando un abrazo grandote.
Te envidio ese espíritu, porque yo no lo tengo hace años, quizá porque soy mayor que tú. Nunca sabemos como vamos a pensar pasados unos años... Conozco alguien que piensa que, cuando se jubile, va a poder seguir haciendo su trabajo, ya que está convencida de que tendrá entonces las mismas fuerzas que ahora porque va al gimnasio y se mantiene en forma. Yo la dejo hablar y pienso: "Verás cuando llegue"...
EliminarJajaja... no puedo menos que reírme del "cuando llegue" no porque no me llegó, sino porque ahora nada llega, todo es una espera eterna, más que la anterior programando cajón, ya que hasta una caja de cartón o un envoltorio plástico alcanza y todo a solas. No estoy tétrica, estoy realista. Hasta a mi se me baja el optimismo. Cuídate y sonríe. Te abrazo con cariño
ResponderEliminarAquí empezamos "la desescalada", pero es todo tan confuso, tan inseguro... Yo no descarto que volvamos atrás, al confinamiento absoluto, por lo que mi pesimismo sigue intacto. Cuídate tú también y espera.
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