Hoy los cristianos celebramos el Domingo de Resurrección, pero pienso que no hay que ser creyente para estar de acuerdo con estas palabras, con las que el Papa Francisco termina su encíclica FRATELLI TUTTI y que veo muy apropiadas para el día.
Señor y Padre de la Humanidad,
que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.
Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes,
de esperanzas compartidas.
Amén.
La FRATELLI TUTTI no tiene desperdicio de principio a fin. Ojalá llegue ese día en el que todos deseemos ser hermanos.
ResponderEliminarUn abrazo.
O que reconozcanos que lo somos como hijos de un mismo Padre.
EliminarOpino que la única diosa transformadora del mundo es la conciencia de cada cual, la capacidad humana para sentir y actuar con el prójimo tal cual desea se actúe con él. Solo los propios seres humanos podemos ayudarnos entre nosotros y taponar ese infierno donde tanta gente mora. No obstante, entiendo que Francisco, como ejemplo para los creyentes, acuda a las instancias sobrenaturales en las que él y tantas personas tienen puesta su fe, pero los problemas del mundo son humanos y solo como seres humanos concienciados pueden resolverse.
ResponderEliminarRepara en que el Papa no pone la acción en manos de esas instancias sobrenaturales, sino que solo les pide que impulsen e inspiren lo que nosotros llevemos a cabo. Yo diría que les pide que nos abra los ojos para ver las necesidades del mundo y del prójimo y nos empuje a actuar si nosotros, en nuestro egoismo, no nos arrancamos.
EliminarLa otra oración del Papa Francisco
ResponderEliminarOración cristiana ecuménica
Dios nuestro, Trinidad de amor, desde la fuerza comunitaria de tu intimidad divina derrama en nosotros el río del amor fraterno.
Danos ese amor que se reflejaba en los gestos de Jesús, en su familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana.
Concede a los cristianos que vivamos el Evangelio y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano, para verlo crucificado en las angustias de los abandonados y olvidados de este mundo y resucitado en cada hermano que se levanta.
Ven, Espíritu Santo, muéstranos tu hermosura reflejada en todos los pueblos de la tierra, para descubrir que todos son importantes,
que todos son necesarios, que son rostros diferentes de la misma humanidad que amas. Amén.
Efectivamente, la encíclica termina con esa oración también, pero he creído más apropiada la primera para hoy y para este blog, en el que no todos somos creyentes.
EliminarNo solo no hay que ser creyente, sino que son las más indicadas par todos nosotros en estos tiempos complicados. Ojalá sepamos encontrar lo que nos une más a menudo; ojalá que nos respetemos más.
ResponderEliminarAmén, así sea... Para bien de todos los seres humanos creados con la misma dignidad
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