Hace muchos años, lo menos diez o quince, ocurrió algo en una familia conocida, que he recordado pocas veces por lo triste y desagradable que me resulta. Pero el otro día pasé por la casa en la que vivían y me acordé. Y desde entonces, y en contra de mi deseo, me viene a la memoria con frecuencia.
Era un matrimonio con tres hijos, los tres se casaron y alguno de ellos se fue a vivir fuera. Los padres quedaron solos y, pasado un tiempo, me enteré de que la madre sufría Alzheimer y la habían llevado a una residencia, a la que el padre no se quiso ir porque estaba relativamente bien y siguió viviendo en su casa con la ayuda de una empleada de hogar, que iba por las mañanas de lunes a viernes, le limpiaba el piso, le hacía la compra y le dejaba hecha la comida.
Un verano, en pleno mes de agosto, una señora del edificio de enfrente, al otro lado de la calle, salió temprano el sábado a su terraza para regar las macetas y se fijó en que, en la casa de enfrente, por debajo del toldo se veían los pies de una persona tendida en el suelo. Como no sabía quien vivía allí, pensó que alguien había tenido calor y se había salido a dormir en la terraza esa noche, así que no le dio importancia y no volvió a asomarse en todo el día a una terraza donde estaba dando el sol. Pero a la mañana siguiente, ya domingo, salió de nuevo a las macetas, miró enfrente… y allí estaban de nuevo los pies bajo el toldo, sin recordar si en la misma postura o distinta. Empezó a preocuparse, miró varias veces a lo largo de la mañana y comprobó que no se movían, que siempre estaban igual, por lo que ya se asustó y fue a aquella casa a llamar a los porteros automáticos para avisar a los vecinos de lo que estaba pasando. Pero llamó a un piso, a otro, a otro… y nadie le contestaba. Agosto, fin de semana, la casa vacía. Por fin un chico joven le contestó, le dijo que en ese piso vivía un señor mayor que tenía hijos, pero que él no sabía su nombre, ni su teléfono, ni donde vivían, así que la vecina se decidió a llamar al 112, llegó la policía y los bomberos, entraron en el piso y se encontraron lo que ya podemos imaginar.
Ni la persona que me contó esto ni yo llegamos a saber el resultado de la autopsia que seguramente le hicieron, no supimos si había muerto el mismo viernes por la noche o si estuvo agonizando hasta el domingo. Ella solo supo que una hija del difunto les dijo a los vecinos que había llamado a su padre desde la playa no recordaba que día ni a que hora, que no le contestó y pensó que había salido a comprar algo. O… a ver… si era domingo sería a misa, pero desde luego que ella lo llamó, faltaría más. No sabía cuando, pero lo llamó, porque era su padre y lo quería muchísimo.
Tenía tres hijos, trabajó mucho para pagarles estudios y que tuvieran un buen porvenir, pero murió solo en su terraza mientras ellos disfrutaban de la playa o viajaban al extranjero, sin acordarse ni remotamente de que, en una ciudad de calor sofocante, en un edificio vacío, un viejo que, casualmente, era su padre, estaba solo en su casa todo el fin de semana. Del viernes a mediodía, al lunes por la mañana. Solo para vivir y solo para morir.
(Tengo que advertir que la foto no corresponde a esa casa que menciono)
Soledad. La soledad. A veces, también, el abandono o una autosuficiencia mal entendida. También hay que ponerse en el obstinado pellejo de quienes acumulan años. La retahíla de mi madre es: "Yo de casa no me muevo", y así pasa que, teniendo abundante descendencia, vive sola y a cientos de kilómetros de las personas a quienes dio la vida y que la darían por ella. Pero eso, su casa, su cuartel general, sus visitas a unas y otros, su acomodo en su soledad atareada con videollamadas diarias de hijas e hijos. Te digo esto porque no siempre la soledad de nuestros mayores es por negligencia de sus descendientes. Otra cosa es que la haya en algunos casos y sucedan hechos luctuosos como el que comentas. Son circunstancias aterradoras.
ResponderEliminarTienes razón en que muchas veces vivir solo en la vejez es opción del propio anciano o anciana. No es mi caso, mi soledad no es opcional, pero entiendo perfectamente a quien no quiere salir de su casa pudiendo hacerlo. (Y, seguramente, a mí me ocurriría lo mismo) Un amigo decía de su padre, empecinado en no moverse de su casa: "Es que a mi padre le gusta subir y bajar la persiana a su gusto". Con eso quería decir que él en su casa hacía lo que quería y en casa de alguno de sus muchos hijos estaría más limitado. Por eso, al llegar el verano y las vacaciones de su cuidadora, sus hijos se iban turnando para estar con él unos días y que no estuviera solo... por lo que pudiera pasar. Hace unos días le decía a un amigo que el que un viejo muera solo en su casa es un cálculo de probabilidades. Con nuestra edad, hay muchas probabilidades de que doblemos la servilleta en cualquier momento y, si pasamos muchas horas solos en nuestra casa, hay también muchas probabilidades de eso se produzca en esa situación.
EliminarMe conmueve tu historia y tu bien sabes por qué. Que dura es la vejez y que difícil saber cómo acertar con ellos/ellas cuando son mayores, tan mayores. Lo de 'Yo de mi casa no me muevo' me resulta familiar, y lo de 'no quiero a ninguna persona extraña viviendo en mi casa' mucho mas familiar aún. Al final consigues que alguien les cuide en su casa, y ya sabes que ahora están atendidos,o están en una residencia. y les haces visitas, pero eso nunca es suficiente. La sensación de culpabilidad, de no pasar mas tiempo haciéndoles compañía, eso no se te quita de la cabeza, NUNCA. Y lo peor es que ella ahora ya no recuerda quien la ha visitado o llamado, y repite como una letanía -Estoy sola todo el día, no hablo con nadie. No es verdad, pero ella lo siente. Se me parte el corazón. (Como decía el poeta -Perdón por la tristeza)
ResponderEliminarYo no tuve ese problema con mis padres, porque pude estar con ellos hasta el final. Sin embargo, mi padre, en sus últimos tiempos, dijo alguna vez : "He vivido demasiado". Y eso también me rompía el corazón, porque sabía que lo decía por mí, porque veía que mi vida estaba cada día más limitada. Y por otros motivos también relacionados conmigo.
EliminarMis padres conservaron su lucidez hasta el último momento y yo he llegado a la conclusión de que eso no es ninguna ventaja, pues se acercan al final con más sufrimiento. Nos acercamos, puedo ya decir.
No sabemos qué es mejor: conservar la lucidez y darse cuenta del deterioro o perderse en el tiempo.
EliminarYo pienso que es mejor esto último.
EliminarDesafortunadamente, cada vez hay más casos como el que nos cuentas. En demasiados casos esa suficiencia de la que solemos hacer gala, nos lleva a estos extremos y no es culpa de nuestros hijos... cada caso es un mundo distinto, para ello, deberíamos de analizar caso por caso.
ResponderEliminarPor supuesto que hay casos y casos, pero, por lo general, cuando se tiene cierta edad, se está en riesgo de que ocurra algo. Hoy, precisamente, me ha contado una amiga que una amiga suya se ha pasado un fin de semana tendida en el suelo con la cadera rota, sola y sin poder moverse para ir al teléfono.
EliminarRecordé una cita del Eclesiastés: "Ay del hombre que está solo, porque si cae, ¿quién le ayudará a levantarse?
ResponderEliminarBuueno... Ahí se habla de una soledad voluntaria.
EliminarNo se sabe, hay tantas clases de soledad. Incluso estando rodeado de gente uno puede sentirse solo...
EliminarEl capítulo 4 del Eclesiastés habla de una soledad elegida por prepotencia y la llama "vanidad", pero, de todas formas, una soledad con gente no es la soledad de la que hablamos ahora, pues muy mala tiene que ser esa gente para no levantar del suelo a alguien que se ha caído y llamar a una ambulancia.
Eliminar...aunque sea para quitarse el muerto de delante.
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