Crecisteis juntas, desde primero de bachillerato erais uña y carne. Teníais la misma edad y la misma estatura, por lo que os colocaban juntas en la fila de pasar lista, unos años ella delante y otros tú según la que hubiera dado un “estirón” durante el verano. Los domingos os turnabais en las casas, tú disfrutabas del bullicio de hermanas y primos en su casa y a ella le gustaba la tranquilidad de la tuya, tus libros y como cocinaba tu madre. La primera adolescencia pasó rápida y llegó el amor. Tú lo estrenaste con aquel francés de Lanjarón y ella con uno de los vecinos de enfrente. Hasta que un día apareció en vuestras vidas aquel muchacho de los ojos verdes. Las dos os quedasteis prendadas de ellos y tú escribiste en la libreta de las tapas rojas:
Para verte a mi lado dando vueltas a la plaza
bajo los tilos
y bajo el frío aire de otoño que hacía mover sus ramas.
Pero empezó el juego sucio. Las amigas de la pandilla la ayudaban a ella en su conquista y los amigos te ayudaban a ti. Mientras, el dueño de los ojos verdes no parecía decidirse por la una o la otra. Y aquello os enfrentó. Hasta que a ti te sobrepasó la situación y la llamaste para ir a su casa “a hablar”. Llevabas el discurso bien aprendido, lo habías meditado despacio y pensabas decirle: Mira, amiga, vamos a jugar limpio, vamos a dejar que sea él quien elija entre las dos, sin intervención de nadie más, ni siquiera nuestra.
Lo malo fue que, nada más llegar, ella sacó el álbum de fotos donde estabais juntas, empezasteis a decir: ¿Recuerdas? Y a reír juntas como antes de que llegara el muchacho de los ojos verdes. Y tú te fuiste sin haber dicho nada de lo pensado, te echaste a un lado y le dejaste el campo libre. Algún tiempo después, te dijo que ya eran novios, que se casarían y se irían lejos. Tú estuviste en la boda, conservaste la amistad con ella, pero perdiste al hombre que quizá te hubiera hecho feliz. No sabías entonces que acababas de ingresar en el bando de los perdedores y que permanecerías en él el resto de tu vida, que tu vida sería una sucesión de pérdidas, que todos tus sueños los harían realidad otras personas y todos tus deseos los cumplirían las demás, nunca tú. Que cada vez que tocaras la felicidad con la punta de tus dedos, algo se interpondría para dejarte con las manos vacías.
Otra perdedora, Elena Martín Vivaldi escribió:
¿De que voy a vivir ahora
si lo he perdido todo?
Pero Elena siguió viviendo sin nada hasta su final. Y ahora, tú también estás llegando a tu final sola y sin nada. Y sigues perdiendo, también se esfuman tus pequeños sueños de cada día y tus pequeños deseos de cada hora. Estás en el bando de los perdedores y lo estuviste siempre ¿No lo sabías?
Abres la libreta de las pastas azules, la que sucedió a la libreta de las pastas rojas, y lees:
No queda nada ya, todo se ha ido,
nada vendrá porque ya nada espero.
El tiempo ya se acaba y solo tengo
mi soledad y un verso en cada mano.
Mi soledad y un verso. En esta tarde.
No se si el ejemplo que pones sirve bien para llamarlo "bando de perdedores", aunque bien visto la mayor parte de la vida en la que vivió Elena Martín Vivaldi fué una época dificil y triste, vivió una guerra y como mujer, trabajadora e intelectual, no lo pasaría bien en un principio, aunque actualmente es reconocida, vivió 90 años y me imagino que sus libros si la harían feliz.
ResponderEliminarSaludos
Yo no traté a Elena con intimidad como para saber si hubo algún momento en el que se sintió feliz. Si la sitúo en el bando de los perdedores es por lo que veo en su poesía, donde aparecen cientos de veces la palabra "soledad" y la palabra "perder", y también por lo que se de su vida. Sé que tuvo siempre la compañía de su hermana Asunción, pero hay veces que no basta la presencia física de una persona, sino que se echan de menos otras cosas, que a Elena se le "escondieron siempre"
ResponderEliminarTristes versos. Tristes, tristes, que diría Miguel Hernández...
ResponderEliminarEn la vida se está muchas veces en el bando perdedor. Depende del punto de vista, de la introspección que hace cada cual. Porque perder y ganar, en el interior de quien hace suyos los significados, va en función de muchos factores pero, sobre todo, de los sentimientos más íntimos.
No lo veo yo tan subjetivo. Tenemos reciente el caso de una presentadora con mucho éxito en su momento y seguramente con mucho dinero, que ha muerto sola en su casa después de haber pasado por estar 18 horas en el suelo sin que nadie la atienda. Sus pérdidas no han sido subjetivas sino reales: su trabajo por la edad, su marido, quizá unos hijos que no llegaron, no sabemos si su dinero, las amistades que desaparecen cuando falta lo anterior... El final es la soledad de la que, al parecer, se quejaba. Y se ha visto que no era una apreciación personal
EliminarLa vida son vaivenes, ondas que nos llevan y nos traen y no siempre nos depositan en una playa de arenas limpias. Encarar lo que va sucediendo en cada etapa no es fácil cuando las circunstancias son negativas; la soledad siempre duele y deprime por qué ie se llega a una edad donde la compañía puede significar supervivencia, pero si esto último no lo entienden quienes son conscientes de la soledad ajena, muy poco se puede hacer.
EliminarQuienes primero tenían que entenderlo es una sociedad que arrincona al viejo y unas administraciones que se despreocupan de él. Esa presentadora vuelve del hospital después de la primera caída, la de las 18 o 20 horas en el suelo, y nadie se interesa si en su casa tiene alguien que la cuide o si va estar sola. Nadie. El hospital le da el alta y la manda a su casa sin hacer preguntas y su entorno, sus supuestos amigos, también miran para otro lado. Y llega la segunda caída y la muerte.
EliminarYo conocí el caso de una señora sin familia, que con una fractura de cadera reciente, se cayó y se rompió la otra cadera. Bueno, pues pasados los días establecidos después de la segunda operación, el hospital la mandaba a su casa completamente incapacitada sin importarle que allí no había nadie para cuidar de ella. Afortunadamente, tenía un par de amigas que movieron cielo y tierra para que intervinieran los Servicios Sociales y la llevaran a una residencia, pero yo fui testigo del trabajo que les costó, pues todo el mundo se desentendía. Si no llegan a estar estas amigas, ¿que pasa? ¿La dejan en su casa sin poder siquiera ir al baño? Pues algo así han hecho con la presentadora.
Buenos tristes días me has dado, amiga. No creo que toda tu historia sea la de la soledad. Seguro que has tenido triunfos y gente a tu alrededor. Es cierto que has tenido una época difícil para las mujeres que no se casaron o no tuvieron hijos o a las que en su trabajo no les dejaron subir más allá del primer escalón. Eso si que tiene que haber sido difícil. Pero yo te veo con fuerza aún, Tienes el valor de seguir con las fotos, de ver las mías en el flickr y las de otros y dejar un comentario preguntando algo - todavía tienes interés por las cosas. Y, sobre todo, sigues escribiendo aquí, con bastante frecuencia, cosa que yo ya no hago. y tus entradas son siempre interesantes, no son para salir del paso. Sigue asi... Yo también te seguiré leyendo y comentando.
ResponderEliminarDe las dos niñas del cuadro de Renoir de arriba, la morena vivió y murió rodeada de hijos y nietos y cuidada por el de los ojos verdes, mientras la rubia es bastante probable que muera como la presentadora. ¿No es eso estar en el bando de los perdedores? También la presentadora tuvo sus momentos buenos, pero al final de la vida lo que cuenta es el resumen, para donde se inclina la balanza entre lo bueno y lo malo, entre el tener y el no tener. Y hay cosas que son vitales y otras que no lo son.
EliminarEn la vida se gana y se pierde continuamente. ¡Cuántas veces la dicha se tornó en tristeza y una aparente pérdida en una oportunidad ganadora!
ResponderEliminarPero cuando estás en la recta final de la vida, puedes hacer resumen y mirar hacia donde se inclina la balanza de las ganancias y las pérdidas.
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