Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas,
comprendí que me habían asesinado.
Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,
abrieron los toneles y los armarios,
destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.
Ya no me encontraron.
¿No me encontraron?
No. No me encontraron.
Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,
y que el mar recordó ¡de pronto!
los nombres de todos sus ahogados.
Federico García Lorca (5/6/1898- 19/8/1936)
Poeta en Nueva York. Fragmento de Fábula y rueda de los tres amigos
Qué maravilla de poema y las ilustraciones de la firma! Presentía su final o simplemente fue una metáfora genial? Saludos.
ResponderEliminarEn el Jardín Japonés de Argentina hay un hermoso árbol de Macasar... realmente es una belleza.
EliminarGarcía Lorca tiene muchos textos en los que habla de la muerte, de su propia muerte, como si siempre la hubiera presentido, pero en este fragmento hasta especifica que no se iba a encontrar su cadáver, como así ha sido por más que lo estén buscando.
EliminarEn cuanto al macasar, ¿será el mismo? Pues el de aquí es solo un arbusto, no un árbol. Con los años -muchos años- adquiere una cierta altura, pero sin un tronco central, como podemos ver en esta foto del más grande que hay frente a la casa de García Lorca.
Eliminar¿Sería una premonición? Hasta en la ilustración se percibe la tristeza.
ResponderEliminarLa ilustración es una de las firmas del poeta, que he tomado de la Red. Como he dicho más arriba, Lorca mencionaba mucho a la muerte y es extraño en un hombre tan vitalista y alegre como él, del que dijo Neruda que era un "enviado especial de la alegría".
Eliminar"Raro paréntesis de sombra", diría Bergamín, editor y prologuista de Poeta en Nueva York de estos poemas vanguardistas y, a ratos, inquietantes que compendian la extraordinaria capacidad de este hombre para transmitir sueños, querencias, sinsabores de una manera sublime.
ResponderEliminarSi José Bergamín hubiera vuelto a prologar hoy Poeta en Nueva York, sin duda, entre ciertas penumbras, se habría sentido iluminado por la intensa luz que desprenden.
Yo creo que Poeta en Nueva York hay que leerlo cuando ya se ha leído mucho a Lorca y habiendo pasado antes por El diwan del Tamarit. Y leerlo despacio, a trozos como este y, quizá, experimentarlo, como yo experimenté El rey de Harlem la noche que oí jazz en la Huerta de San Vicente.
EliminarMe encanta Gracia Lorca y no me extraña que su sensibilidad detectara y presintiera su futuro. Gracias por traerlo porque aunque sea muy triste es bello y real.
ResponderEliminarBss
Lo que impresiona es que presintiera también lo que iba a ocurrir después de su muerte.
EliminarEl 19 de agosto de 1936, Federico García Lorca era asesinado en algún barranco entre Viznar y Alfacar, en las afueras de Granada. Dos meses antes había cumplido 38 años y hacía justo un mes del golpe militar encabezado por el general Franco contra el gobierno del Frente Popular.
ResponderEliminarTodas las guerras son injustas y por supuesto las dictaduras por doble motivo.
La fecha de su muerte no es segura, pues hay quien dice que fue el 17 y otros que el 18, pero yo me he remitido a lo que dice la web de la Fundación.
EliminarCada día más vivo Federico, y a quien le pesaba y no lo indultó, cada día está más muerto.
ResponderEliminarNo hace mucho, en un entierro, me fijé en una lápida cercana, que era la de uno de sus asesinos. Después lo comenté con algunos de los presentes y nadie sabía quien era.
EliminarHace unos meses me regalaron el libro Las trece últimas horas en la vida de García Lorca, de Miguel Caballero Pérez, donde, partiendo de diferentes documentos, explica las motivaciones y nombra a todos los intervenientes en la detención, custodia, asesinato e inhumación del poeta.
EliminarNo he leído los libros de Caballero, pero por las referencias que tengo no me resultan muy fíables, ya que se basa en los documentos de Molina Fajardo, pero seleccionándolos a su antojo y si Molina Fajardo intentaba exculpar a la Falange, él también lleva su intención. A mí, a pesar de ser de los primeros que investigaron, el que más me convence es Gibson, aunque haya datos que se han conocido después. En cuanto a los principales actores en este drama, los conocemos bien en Granada desde hace mucho tiempo, conocemos a sus descendientes y vemos las lápidas en el cementerio de los que las tienen, pues la de alguno, como Valdés, está sin nombre. Incluso, y como anécdota, te puedo decir que he bailado, allá por los 60, en la casa donde fue detenido Lorca y que un miembro de esa familia me contó que no fue allí donde lo escondieron, sino en ese mismo edificio, pero en la vivienda de una tía de los hermanos Rosales, un dato que no he leído en ninguna parte y que puede ser que no sea cierto. Granada era pequeña entonces, nos conocíamos todos y, aunque en voz baja, las cosas se iban sabiendo.
ResponderEliminarEn el tema de Lorca, no me decanto por ninguna teoría, pero sí me gusta estar al tanto de lo que se publica sobre los luctuosos sucesos de Granada. De la intencionalidad de Fajardo y, en este caso, de Caballero, no hay ninguna duda (el último es el exculpador oficial del gobernador granadino, repitiendo insistentemente que no estaba y, en consecuencia, reitera, no tuvo nada que ver en el asesinato del poeta). A Gibson lo tengo muy leído y escuchado; de él no me gusta su incapacidad para aceptar que, igual que tantos, él también puede haberse equivocado.
EliminarEstá claro que, en Granada, los nombres de los asesinos no pudieron ocultarse; pasa lo mismo en Huesca ciudad, donde se sabe perfectamente quiénes intervinieron directamente en las atrocidades y quiénes se solazaron con ellas. Los descendientes de las víctimas y los de los verdugos siguen compartiendo espacio.
Algunas veces, los descendientes de los verdugos son víctimas a su vez, simplemente por llevar un apellido y sin haber participado para nada en los hechos por su edad. Hay que ponerse en su pellejo y no es envidiable.
EliminarNo hay equiparación posible entre unas y otras. La gente, bastante más sensata de lo que pareciera, no culpa a la progenie de las barbaridades cometidas por sus ancestros; los descendientes de los golpistas, seguidores y cómplices hn seguido sus caminos en la misma medida que los de las víctimas, salvo que la progenie de estas últimas, en muchos casos, fueron creciendo en la incertidumbre, la congoja de sus mayores y, algunos, hasta perdiendo oportunidades por su condición de hijos e hijas de la fusilada en el tapial o el asesinado en la cuneta... Porque la guerra "sólo" duró tres años pero el castigo a los vencidos se extendió en el tiempo cual moho en frutero.
EliminarCuando escribía con los descendientes de unos y otros siguen compartiendo espacio me refería a que, hoy en día, la adscripción de los abuelos a uno u otro bando no es una losa que dificulte la convivencia y eso pese a que, en localidades pequeñas, se produjeron abismos entre unas familias y otras que sólo la distancia y la savia nueva han conseguido puentear.
ResponderEliminarHay que diferenciar entre la adscripción de los abuelos a uno u otro bando, que en algunas ocasiones dependió simplemente del lugar en donde les cogió el alzamiento, y el ser descendientes de unas personas tan señaladas como los que intervinieron en el asesinato de Lorca, pues no todos los que militaron en ese bando han visto sus nombres y sus hazañas reflejadas en tantos documentos, libros y reseñas.
ResponderEliminarEn realidad, hay ya una generación a la que la Guerra Civil le suena igual que la de la Independencia o las Cruzadas y no tiene ni idea de lo que ocurrió ni de sus causas y consecuencias, ni, mucho menos, de quien estaba en un bando o en otro. Para ellos, es solo un tema que puede salir en la Selectividad y que tienen que estudiar en un libro. Pero, sin embargo, quedan todavía muchas personas, muchas familias, que siguen marcadas y condicionadas por aquellos hechos, que siguen siendo vencedores o vencidos. O que, con la llegada de la Democracia, han pasado de vencedores a vencidos… y al contrario. Creo que para pasar página de aquello es necesario que no solo desaparezca la generación de la guerra, sino también la de la posguerra. O sea, la mía.
Grande, Lorca. Me pregunto qué más nos habría dejado si no lo hubiesen asesinado. Como habéis comentado, el vive en el recuerdo mientras sus verdugos caen en el olvido ominoso.
ResponderEliminarTenía solo 38 años y no me lo imagino viejo. Quizá hay personas que nacen para no envejecer.
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