14/4/19

Domingo de Ramos





      Ahora, cuando acaba la Cuaresma y entramos en la Semana de Pasión, con sus procesiones, trompetas y tambores por las calles, con sus Vírgenes barrocas y sus Cristos ensangrentados, quiero copiar aquí un poema que leí el primer domingo de Cuaresma en la Carta del Domingo, que dirige Elías Alcalde y se reparte en algunas parroquias durante todo el año. No tiene nada que ver con las trompetas y los tambores, pero así son las cosas en esta Iglesia, en la que somos muchos y muy distintos. Pero cabemos todos.    


              TIEMPO DE CUARESMA

              Este es un tiempo para convencidos.
              Tiempo de entrenamiento, ejercicio y lucha;
              de mochila ligera y paso rápido. 

              Tiempo de camino y discernimiento,
              de conversión y compromiso,
              de prueba y encuentros
              en el desierto, en la estepa, en el silencio.

              Es el tiempo de los proyectos de vida,
              de las decisiones y desmarques;
              a veces, de las transfiguraciones. 

              Tiempo de humanidad rota y dividida
              que anhela el paraíso o la tierra prometida. 
              Tiempo de tentaciones, tabores y conversiones,
              traspiés, heridas y cegueras,
              perdones, restauraciones y agua viva. 
              ¡Todo en solo cuarenta días!
              Este es el tiempo de las personas nuevas,
              de las que han soltado el lastre
              de ídolos secretos y falsas vanidades
              y ya solo anhelan misericordia. 

              Florentino Ulibarri 

8 comentarios:

  1. Eso era antes, ahora es tiempo de jolgorio, de evadirse de las ciudades, pese a que muchos vayan a visitar templos y ver procesiones, la mayoría lo utiliza para descansar, para visitar a la familia, para hacer un viaje a la playa o montaña, para conocer nuevos territorios, posiblemente para sufrir por los retrasos y/o las cancelaciones de los distintos medios de transporte...

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    1. Me estás hablando de la Semana Santa y el poema se refiere a la Cuaresma, los 40 días que ya han pasado. De todas formas, La Semana Santa da para mucho y muy variado, desde lo que tú dices de irse a la playa, a los que pasean procesiones o van a verlas, que son muchos y abarrotan las calles. Pero también, y aunque muchos no lo vean, se llenan las iglesias los días del Triduo Pascual. O sea, que como dijo El Guerra (el torero, no el político) "hay gente pa tó"...

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  2. A los cristianísimos candidatos -que católicos se proclaman algunos- habría que preguntarles en qué apartado de sus recetas políticas está presente esa misericordia que alienta el poeta; yo, ateo confeso, no la he vislumbrado en sus programas... A menos que se considere misericordia ayudar a quien más posee a costa de asfixiar al resto -vamos, lo que se viene haciendo desde los tiempos de María Castaña-.

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    1. Yo tampoco lo vislumbro, pero no todo el que se confiesa cristiano lo es, aunque yo no soy quien para saberlo. Ni siquiera se si lo soy yo...

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  3. Muy bonito y muy bien dicho. Me gusta también eso de que quepáis todos, así debería ser siempre, y coincido/discrepo con eso de que la Semana Santa se usa como vacaciones y evasión. Cierto es en un porcentaje altísimo de españoles no practicantes, pero también hay algunos, que son menos visibles, pero que lo viven con auténtica fe.

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    1. Y dentro de esas personas que viven la Semana Santa sin vacaciones ni playa, también hay infinidad de variantes. Conozco grupos que la pasan en algún lugar retirado, meditando, rezando, conmemorando la Pasión, Muerte y Resurrección de aquel Jesús en quien creen y siguen. Otros, como ya he dicho, asisten a los oficios del Triduo Pascual en las iglesias. Y otros pasan tardes y noches en las calles, con las procesiones. Yo no comparto esa religiosidad de pasos y procesiones, pero tengo que respetarlo porque, en ese mundo, que en nuestras ciudades andaluzas es un mundo aparte, hay también de todo. Hay quien lo vive como una auténtica religiosidad popular que, como digo, no comparto, pero respeto. Están los “capillitas” o “chupavarales” (como los llama un amigo mío), para los que su pertenencia a la cofradía o hermandad consiste en que su paso sea el mejor, el más adornado, el que mejor desfila. Incluso hay quien no es creyente, pero convierte el romperse la espalda bajo un paso en una especie de desafío deportivo. Como digo, es un mundo aparte, que a los que estamos fuera nos cuesta juzgar, porque no podemos entrar dentro de cada persona y conocer las motivaciones que lo impulsan.

      Sobre este fenómeno de las hermandades y cofradías se han escrito infinidad de tesis doctorales y de libros, enfocados desde el punto de vista sociológico y antropológico, algunos muy interesantes como los de mi antiguo profesor de Sociología Pedro Castón Boyer.


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    2. Yo no soy religioso, ni pertenezco a ese mundo de capillitas o procesiones. Y sin embargo, me emociono cuando veo moverse los pasos, cuando imagino el esfuerzo de unos pocos que sí lo viven con pasión.

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    3. Yo comprendo que las precesiones son un espectáculo lleno de belleza algunas veces, pero para mí, como creyente, han sido también un problema. Y me refiero que no te sientes nada bien cuando estás en un bar, pasa una procesión por la calle y tú te asomas con el vaso en la mano a ver un Cristo colgado de una cruz.

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