Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros. (Groucho Marx)
Hace unos meses, un amigo muy querido me dijo algo que me hizo mucho daño, más que nada por venir de él, que debería saber que eso es falso. Me llamó clasista, así con todas sus letras: C L A S I S T A. Y no en broma, como más tarde quiso suavizarlo, sino en serio, pues su voz al decirlo no tenía el menor tono ligero.
Pero nunca he sido clasista, nunca he creído que una clase social esté por encima de otra y solo he considerado superior una cosa: la Cultura. Y la cultura puede estar en todos los niveles sociales. Hace unos días la UGR ha investido Doctora Honoris Causa a Antonina Rodrigo, que es totalmente autodidacta, y hace ya tiempo impuso la beca roja de Derecho a José Reina, aquel albañil anarco tan cercano a nuestras Comunidades de Base. Solo dos ejemplos que me vienen a la memoria, el uno por reciente, el otro, por haberlo vivido muy de cerca.
En el terreno personal, he tenido amistades de todo tipo, me he movido en ambientes muy dispares y nunca me he sentido mejor tratando con personas que se consideraban de clase alta. Al contrario, siempre me he sentido incómoda, como fuera de lugar. Nunca he aspirado a subir, ni el dinero ni la alta burguesía me han inspirado respeto. El respeto –y grande- lo tengo hacia personas que son fieles a sus principios, independientemente de la extracción social de donde procedan. Y el rechazo -y la compasión- hacia quien se vende, hacia quien renuncia a ser él mismo a cambio… ¿de qué? ¿Hay algo por lo que se pueda pagar ese precio?
Ahora, cuando ya estoy en la recta final de mi vida, miro hacia atrás, contemplo mi trayectoria y llego a la conclusión de que ha sido un rotundo fracaso. Pero me salva una certeza: Nunca me he traicionado a mí misma, siempre he sido fiel a mis principios. Por eso, cuando esta mañana he entrado en el colegio electoral, se ha quedado en mi bolsillo la papeleta que elegí con cabeza y sentido común, y he cogido otra, para votar con el corazón y mis principios. Aunque sea un voto perdido, aunque no sea un “voto útil”. Voté así la primera vez que metí una papeleta en una urna y no voy a votar distinto ahora que puede ser la última vez que lo hago.
Que seria te veo hoy. Te has metido en un tema difícil y yo tampoco le veo una salida. Yo siempre tengo la impresión de que voto a los perdedores- Desde que llegó la democracia, creo que en solo un par de ocasiones mi voto coincidió con la mayoría que ganó. Luego, me mantuve con mis ideas, pero ellos no. Y ahora, mis votos siempre son votos perdidos.
ResponderEliminarAdemás de este tema, reflexionas sobre si tu vida ha sido un fracaso.... Ya te digo, te has metido en terrenos oscuros.
Ojala pudiera mandarte un poco de ánimos.
Ya habrás visto otras veces que yo me meto en muchos charcos de los que luego me cuesta salir, pero es que estoy en la edad de hacer resumen, de poder mirar atrás, pues bien sabes que más adelante la visión que tenemos ya no es tan clara.
EliminarY en cuanto a votar, mi recuerdo es que solo en una ocasión ganó el partido que había votado y menuda sorpresa que me llevé… En estas elecciones, como dije en la entrada anterior, me conformo con no tener de vicepresidenta esa salobreñera que nos ha caído de pronto.
A la vecina salobreñera (o la hija de Dios, como se ha denominado ella misma) aún le quedan por amortizar los trajes de andaluza. Buen favor hizo a la democracia esa repugnante vedette del fascio italiano (apellidada Meloni) que se trajeron a los mítines para soltar lo más granado de la ideología voxista y que, seguramente, les habrá restado votos en favor de Moreno Bonilla.
EliminarLas elecciones en Andalucía son siempre una especie de termómetro, que mide la temperatura de los partidos en todo el país, y no porque los andaluces seamos muy importantes o muy listos... sino porque somos muchos. Es como una encuesta, que en esta ocasión nos ha dicho que hay muchos fachas, pero que, en conjunto, el país no los quiere gobernando. Y ha sido también un buen aviso para el gobierno.
EliminarEl propio Moreno Bonilla reconoció que su mayoría absoluta lo era por muchos votos prestados, supongo que en la línea de aquello que tú misma dijiste de votar al PP para frenar a Vox. La debacle izquierdista en Andalucía, además de aviso, es un síntoma y consecuencia de los cambios brutales derivados de la Covid y la guerra de Ucrania en una sociedad que, acorralada por diversos factores (sobre todo, económicos) se ha decantado por el pragmatismo guardándose la ideología en el bolsillo. Hasta cierto punto lo entiendo, aunque jamás seguiría esa senda del "Dame pan y déjate de gaitas", porque la situación económica de quienes poco tienen no va a variar en función de unas siglas (salvo que fueran las de la cunera, donde los derechos y libertades peligraban).
EliminarLa izquierda parlamentaria debería mover bola ya o, comunidad a comunidad, el mapa político va a tornarse azul pepero y caerá Moncloa.
Yo creo que tenemos que hacernos a la idea de que la Moncloa será azul pepero en las próximas elecciones, porque se lo están poniendo en bandeja entre el actual gobierno y la izquierda, desunida y fragmentada como no lo ha estado nunca.
EliminarNo ofende quien quiere si uno no contribuye a ello dándole la venia. Que esa magnífica explicación te salve de toda duda y vuelva a ti la calma.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo malo es que a los amigos que quiero le doy todas las venias habidas y por haber, pero no siempre responden de acuerdo con eso.
EliminarAy, las palabras... Ojalá se las llevara el viento o se derritieran con el bochorno. Así lo desearía ese amigo que, precisamente por serlo, no imaginó que no solo pronunciaba un adjetivo sino que al llegar a tus oídos se transformaba en alfiler doloroso. Ay, las palabras... A veces, el significado que les damos al escucharlas no es el mismo de quien las verbaliza.
ResponderEliminarEl poeta se equivocó cuando dijo aquello de Tristes armas si no son las palabras, pues una palabra puede herir tanto como un sable o una pistola.
EliminarMás. Hieren más. Sobre todo, en boca de quienes apreciamos.
EliminarSobre todo eso...
EliminarLa cabeza y el corazón forman parte de ese todo que es la persona, y los principios radican, precisamente, en sentir y actuar con una y otro sintonizados. Quizás así no se arregla el mundo pero se puede seguir caminando por él con la cabeza erguida ante uno mismo/una misma. Las convicciones son las que nos conforman, y cuando se cree en una manera de actuar hemos de ser consecuentes.
ResponderEliminarÁnimo.
A estas alturas de la vida –de mi vida- hay ya pocas cosas que de verdad valga la pena preservar: La dignidad, los principios, el afecto por las pocas personas que te quedan… y casi nada más.
EliminarEsa persona amiga tuya, es posible tal y como nos está pasando a todos en general, por culpa del calor que nos agobia, como consecuencia del nerviosismo debido al precio de los alimentos, y especialmente al de los combustibles, a la guerra de Ucrania y a las previsiones inflacionistas que se nos avecina, es posible que dijera algo sin llegar a darse perfecta cuenta de lo que estaba diciendo y que posiblemente nada más decirlo se arrepintió de ello.
ResponderEliminarEs posible que sea así, pero no me consta...
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