La otra mañana, fui temprano a hacerme un análisis y, a la vuelta, pasé por la Basílica de la Patrona y entré un momento porque llevaba prisa por desayunar. La iglesia estaba casi vacía y me senté al final para irme pronto. Recordé entonces que, antes de la pandemia, me había sentado una mañana en el mismo sitio y me vino a la memoria lo que presencié aquel día.
En la segunda capilla de la derecha hay un confesionario, el único que se ve algunas veces con cura dentro y clientela. Pero ese día no estaba dentro el cura, sino fuera, sentado al lado en un banco y con una mujer muy mayor que lloraba y lloraba, secando sus ojos con un pañuelo grande y blanco. El cura, también muy viejo, le hablaba y la consolaba, incluso creo que cogía su brazo con cariño, apoyando sus palabras. Yo los miraba y me daban ganas de pedir turno, porque yo también estaba llorando y nadie me consolaba.
Y luego dicen que los curas no sirven para nada... Hubiera dado algo en ese momento por el sitio de aquella señora al lado de aquel cura. Un cura muy viejo, ya digo, seguramente conservador, con ideas que miro por encima del hombro.... pero con algo que a mí me hacía más falta que respirar: una palabra, un gesto, una mano en el hombro... Cercanía, afecto. Compasión.
Cualquier persona con una buena disposición hacia las demás es válida para acompañar, escuchar y, sobre todo, reconfortar, a quien necesita desahogarse; a veces, solo un gesto, una sonrisa, una mano que roza el brazo con ternura, son suficientes. No sé si me equivoco, pero a quien ejerce el ministerio sacerdotal se le supone cierto esmero en el consuelo y atención de las personas afligidas y, en buena lógica, quien es creyente es más fácil que se acerque a quien cree que va a darle algún remedio para el alma.
ResponderEliminarY siento que en ese momento personal tuyo de desconsuelo ese sacerdote mayor estuviera ocupado.
Hace muchos años, le oí a un jesuita decir que los curas algunas veces se sienten "psicólogos baratitos" y yo le contesté que eso era parte de su oficio. Y así es, pues su vocación debe -o debería- incluir el servicio a los demás en todos los aspectos. Este cura no mucho después se salió, supongo que para ejercer de psicólogo pagado...
EliminarO sea, que cuando dijo eso, ya flojeaba su vocación.
Eliminar...es que con el agradecimiento no se ganaba el sustento, el hombre, jajaja.
EliminarPor eso os digo: No andéis preocupados por la vida pensando que vais a comer o a beber, ni por el cuerpo, pensando con que os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
EliminarFijaos en los pájaros: ni siembran, ni cosechan, ni guardan en bodegas; y, sin embargo, su Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellos? (Mt.6,25-26)
... Y le sigue lo de los lirios del campo.
EliminarRecuerdo a un cura muy joven y muy moderno, era dominico, daba clases de filosofía, también era el director deportivo del club de balonmano de los Dominicos, este equipo, estaba formado por alumnos del colegio Cardenal Xavierre de Zaragoza, competían a nivel nacional y obtenían muy buenas calificaciones. Recuerdo que en cierta ocasión al margen del equipo, el domingo, un alumno le comentó que se estaba comiendo un caramelo, pero quería haber comulgado. El sacerdote le dijo que lo tirara y que podía comulgar.
ResponderEliminarTe estoy hablando del año 1960.
Este dominico, renunció a sus votos y salió de la congregación, al cabo de dos o tres años, yo ya me había ido del colegio, me enteré que había vuelto otra vez a la orden de predicadores. No volví a saber nada más de el.
Pues los dominicos, con tu tradición escolástica, no suelen ser demasiado modernos.
EliminarConfesarse no es solo inculparse de las vivencias, sino encontrar consuelo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Para mí son cosas distintas y prefiero separarlas, celebrar la Penitencia en comunidad, como los demás sacramentos, y en privado si tengo que consultar algo o compartir algún problema. Si es que encuentro la ocasión, claro, que eso está cada día más difícil. Por eso, envidié a la señora.
EliminarOjalá todos no solo el cura, tuvieran ese sentimiento de acompañamiento y empatía para los que sufren. Para los que en determinado momento para algunos es sufrimiento, para otros es nada.
ResponderEliminarNo poder compartir lo que nos pasa es un sufrimiento añadido. Por eso es tan importante lo que ese cura estaba haciendo. Seguramente, por su edad, ya tendría pocas tareas encomendadas, pero él hacía lo que estaba en su mano, lo que aun podía hacer a pesar de ser viejo. Y era mucho...
EliminarDurante la pandemia, varias veces he ido a esa iglesia y he visto esa capilla medio a oscuras y con el confesonario vacío, pues se habían suspendido las confesiones cara a cara, aunque también me he preguntado si el virus se habría llevado por delante al viejo cura y la señora del llanto.
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