Cuando era niña, la siesta en el verano era sagrada para nosotras. No era obligatorio dormir, pero sí estar en reposo, pues nos decían que beneficiaba nuestra salud y nuestro crecimiento y estaban muy mal miradas las familias que dejaban a sus hijos jugando en la calle o en el patio. Nuestra sospecha era siempre que, detrás de esa preocupación por nuestra salud, estaba el deseo de los mayores de echarse una siestecita tranquila, pero era comprensible si ellos trabajaban y habían madrugado, así que una niña buena como yo comprendía la situación y se tumbaba en la cama turca un par de horas. Y como no tenía ningún sueño, en ese par de horas leía todo lo que tenía a mi alcance, empezando por los cuentos o los libros de Celia y variando mis lecturas conforme aumentaba mi edad.
En uno de esos veranos me tragué la colección completa de Salgari, en otro la de Verne, en otro le metí mano a la biblioteca de mi abuelo recién llegada a mi casa tras su muerte, incluidos los libros que mi padre me señaló como "no apropiados para mi edad", y en otro me leí las obras completas de García Lorca. Recuerdo que cuando llegué al teatro, cada tarde era una obra. Amor, amor, amor y eternas soledades decía Marianita poco antes de que mi madre se levantara a poner la merienda.
Pienso ahora lo que contribuyeron a mi cultura aquellas pesadas tardes del verano, aquellas no-siestas de mi infancia y adolescencia. Mi estatura física no se desarrolló tanto como nos decían, pero aquellas lecturas fueron conformando la mujer adulta que luego fui.
No era yo, por aquella época muy de dormir la siesta, cosa que ahora si que lo hago, cosas de la edad y del dormir mal por las noches, lo que si recuerdo son mis lecturas a cualquier hora del día, empecé leyendo toda la obra de Edgar Rice Burroughs, que no era otra que "Tarzán de los monos" y secuelas, luego, gracias al Circulo de Lectores, del que mis padres se hicieron socios, lei de todo, como tu, a nuestro Federico, a Machado y muchas de las obras de la colección que esta editorial, hoy desaparecida, tenia en su catálogo. Cuanto contribuyó esa editorial a la lectura del país, al menos para mi me hizo ser un lector feroz, algo que sigo siendolo hoy.
ResponderEliminarSaludos
Yo no estuve en el Círculo de Lectores, pero sí leí muchos libros de él, porque me los prestaba un primo que sí los recibía, aunque eso fue más tarde, ya de adulta. En este momento, ya no leo narrativa, no me atrae. Dicen que eso es señal de madurez... Poesía sí sigo leyendo y, como los poetas son muy generosos con su obra, en Internet encuentras toda la que quieres y ya no hay que poner libros encima de una silla porque se acabó el espacio.
EliminarDecir que no leer narrativa es signo de madurez no se lo que te dirian muchos de los Premios Nobel y no nobeles que así se ganan la vida. Llevas razón, en internet se lee mucha ¿poesía?, bueno alguna si que la hay pero mucha daña la vista, en cuanto a que se acabó el espacio, es lo mismo que me pasó a mí, ahora los libros los leo en formato ebook y los archivo en un disco duro.
ResponderEliminarEn Internet hay sitios de poesía con muchas erratas, pero otros muy buenos, como la biblioteca Miguel de Cervantes, que tiene de todo y es inagotable.
EliminarEsas siestas de tu niñez y mocedad se extendieron a la mía, solo que, en mi caso y en el pueblo, en vez de aplicarnos con lecturas, solíamos salir a hurtadillas a jugar en alguna era para regresar, después, con el mismo sigilo y fingir que habíamos estado jugando al parchís u otra actividad de quietud. No hubiera estado mal hacer lo que tú —porque Verne, Salgari y Enid Blyton, por nombrar algunos— tenían muchos seguidores entre la chiquillería, pero como la biblioteca se abría todos los días de verano de las seis a las ocho y media, el instinto lector se saciaba a esas horas y en los ratos caseros que cada cual elegía.
ResponderEliminarCuando llegaron los libros de Enid Blyton, yo ya estaba en narrativa de adultos, pero algunos compré para regalarlos a mis primos menores que yo.
EliminarFue una autora cuyos libros supusieron un boom. También recuerdo con cariño a Gloria Fuertes, Adela Turin, Mira Lobe, Carmen Vázquez-Vigo, Jordi Serra i Fabra (al que sigo leyendo porque publica tanto novelas infantiles y juveniles como novela negra)... Había muy buenas narradoras y narradores, y los sigue habiendo.
EliminarYo me he dejado en el tintero que, entre unas lecturas y otras, también caían siempre las novelas policíacas de mi madre, que luego me hacían pasar miedo cuando por la noche cortaban la luz a las 12 y había que entrar a la casa con linternas.
EliminarSi hubieras leído de niña a Blyton, el paso a las novelas detectivescas hubiera sido como pasar del agua al zumo de naranja. Así me aficioné a Conan Doyle y su Sherlock Holmes, pese a que me obligaba a consultar el diccionario continuamente.
EliminarPor lo que sé de Blyton, narraba las aventuras de un grupo de niños y niñas. ¿No? Yo tuve un libro titulado Vencejos y Amazonas, de Arthur Ransome, que lo leí cien veces de lo que me gustaba y que también era algo parecido
Eliminarhttps://delibrospadresehijos.blogspot.com/2017/01/vencejos-y-amazonas.html
Tus recuerdos de la hora de la siesta en verano, me han traído la voz de mi madre diciéndonos a mi y a mis hermanas, -¿Por qué no haceis una manteleria de punto de cruz o unas toallas bordadas? Ya va siendo hora de que os hagáis algo de provecho para el ajuar.
ResponderEliminarYo empecé la mantelería dichosa y tardé más de diez años en terminarla porque la costura no era lo mío y siempre tenía algo mucho mas interesante que hacer. ¡Ah ! Y yo sí me leí la colección de las Aventuras de Enid Blyton y la disfruté tanto que yo creo que acabé estudiando inglés por culpa de esos niños que se alimentaban de melocotón en almíbar de lata y galletas y vivían las mejores aventuras del mundo.
Yo también vivía mis aventuras: https://etolobla.blogspot.com/2014/06/verano-hora-de-la-siesta.html
En mi casa, las siestas no eran momentos para hacer labores, pues estaba todo en penumbra por el calor, pero como entonces mi vista era perfecta, podía leer durante horas. Quizá por eso la cansé tan pronto, que con treinta y tantos años ya tenía gafas de presbicia.
EliminarMás tarde de estas siestas, yo también tardé un siglo en bordar una mantelería de punto de cruz, pero salió presentable y, aunque también estaba destinada al ajuar, aquí sigue, en un baúl.
¡Vaya lujo de siestas! Yo sí que dormía, pero me dio tiempo para leer algo de lo que mencionas, aunque no tanto. En el caso de Enid Blyton hay que buscar sus libros antiguos, porque por lo visto, las nuevas ediciones han sido escritas de nuevo, añadiendo y quitando lo que conviene a la censura actual, algo que me pone los pelos de punta.
ResponderEliminarMecachis con Enid Blyton, que la leísteis todos menos yo... Claro, sois otra generación, pero ¿la siguiente los ha leído? O sea, vuestros hijos o sobrinos. Si los han corregido será porque se siguen vendiendo y han servido para dos generaciones, no como los míos de Celia, que se los di a una sobrina y no leyó más que los capítulos que había visto en televisión.
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