16/4/12

Dialŏgus interruptus



El DLE define la palabra DIÁLOGO como: Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos y es una de las definiciones de una palabra más exactas que yo he encontrado. Fijémonos en el dato alternativamente, que es clave para lo que vamos a tratar.

Ya hemos hablado aquí varias veces de las relaciones que mantenemos por medio de correos, de cómo podríamos compararlas con las relaciones que se dan en el mundo real, cuando nos encontramos de una forma física, cara a cara. No hace mucho, a principio de año, dijimos casi todo lo que se puede decir sobre el tema, pero quizá no quedó muy clara la diferencia entre el contacto esporádico que se produce por un motivo concreto, que empieza y termina en sí mismo a pesar de que esas personas mantengan un cierto grado de amistad, y lo que es un diálogo sostenido a lo largo del cual dos personas se van conociendo, se van mirando la una a la otra y terminan por mirar la vida juntas. Y esa comunicación, ese intercambio personal es el que se rompe cuando una de esas dos personas deja sin contestar un correo.

Imaginaos dos personas sentadas frente a frente en un café con unas tazas delante. Una de ellas cuenta su último viaje, la enfermedad de un familiar o la desastrosa reparación del fontanero. La otra la escucha, pero al terminar su disertación guarda silencio, recorre el local con la vista, cruza unas palabras con alguien de la mesa de al lado, quizá se levanta para ir al aseo y, al volver, abre un periódico y se pone a leer. Cuando termina su lectura, es posible que se marche sin decir nada, pero también puede ser que repare en la persona que tiene enfrente y pase a hablarle de los estudios de sus hijos, de ese dolor que tiene asentado en el estómago o de lo sucias que están las cortinas.

Me pregunto y os pregunto: ¿Es eso diálogo? Pues es lo que ocurre cuando dejamos un correo sin respuesta. Se corta la comunicación, el intercambio que había se convierte en un frustrante diálogo de sordos que solo conduce a la incomunicación de la que tanto nos quejamos. Se habla de la soledad en la sociedad moderna, pero esa soledad la estamos creando nosotros, la construimos paso a paso con estos pequeños detalles. ¿Qué es un correo entre los millones que se cruzan todos los días? Nada o casi nada. Pero puede ser un lazo que une a dos personas o un abismo que las separa. Todo depende de cómo nosotros manejemos ese medio que ha puesto en nuestras manos la técnica moderna.


20 comentarios:

  1. Te asiste la razón, no está bien que se deje un correo sin respuesta. Saludos.

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    1. No es solo que no esté bien. Es que va contra nosotros mismos.

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  2. Discrepo ligeramente. Aunque es cierto que tanto la comunicación oral debería de ser exactamente igual a la que se mantiene a través de los correos, no es completamente cierta por varios motivos.
    Podremos hablar todo lo que queramos con nuestro interlocutor hasta que uno de los dos decida que por el motivo que sea se ha terminado la conversación y con un adiós, hasta luego o hasta otro día terminamos la plática. Con los correos hay condicionantes ajenos que pueden truncar esta conversación escrita, en primer lugar un correo no llega siempre a su destino fallará un 0,01 por ciento de las veces pero falla, también podría ser que llegara pero a spam y ante la acumulación de ellos lo borremos sin querer, esto me ha pasado en alguna ocasión especialmente cuando falto los fines de semana o periodos más largos. Podría dar más motivos, pero se haría excesivamente largo.

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    1. Es cierto que un correo se puede perder, pero como tú mismo dices, la proporción de correos que se pierden es mínima y podemos decir que no se pierden más que los correos que no se escriben. Lo que yo he intentado con ese paralelismo es poner de manifiesto lo extraño que resultaría que en una conversación de dos personas una de ellas se desentienda de lo que dice la otra y de por terminada la conversación sin decir ni palabra.

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  3. ¿Y no ocurría eso mismo cuando se mandaban cartas de papel?

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    1. No tanto. Al menos, yo no lo experimenté nunca. He sido siempre persona de mucha correspondencia y nunca pasé por situaciones como las que estoy viviendo con los correos.

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  4. Muy interesante tu post de hoy porque en él describes a la perfección uno de los grandes fallos que existen en las relaciones personales, yo diría que el mas importante, esa falta de diálogo o lo que es lo mismo, ese “diálogo” de una persona que no encuentra respuesta en otras y que al final se convierte en un monólogo que le llena de frustración y también de un gran sentimiento de soledad.
    Cuando escribes a alguien siempre esperas respuesta, todos la esperamos, porque ese escrito es un puente que tendemos hacia otra persona para comunicarnos y compartir con ella nuestras vivencias o nuestras ideas, nuestras penas o nuestras alegrías, y por el que esperamos que llegue hasta nosotros una respuesta de mensaje recibido que aporte además no sólo su opinión sobre el mensaje que le enviamos, si no lo que la otra persona quiera compartir también con nosotros.
    A pesar de estar en un tiempo con muchas facilidades para la comunicación, esta no siempre se logra.

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    1. Habría que preguntarse entonces si estamos perdiendo la capacidad de comunicación, la capacidad de ver en el otro no solo un receptor, sino también un emisor, no solo alguien que oye lo que decimos, sino alguien que también tiene algo que decir. ¿O es que no nos interesa? Ese es, quizá, el principal problema.

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  5. Perdonarme, -contesto a NaaN-, estando yo en la mili año 1969, en Sidi Ifni tenía familiares y amigos que me habían prometido que si yo les escribía ellos me contestarían con una pequeña cantidad de dinero en papel moneda, en aquellos tiempos cinco pesetas para un soldadito era un bocadillo, o un paquete de tabaco, la cantidad que los familiares me enviaban era bastante mayor, te puedo asegurar que el 25% de las cartas no me llegaron. Opté por decirle que no me mandaran dinero, simplemente unas líneas, entonces no falló casi ninguna.

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    1. Por algo entonces los sobres estaban forrados con aquel papel morado que impedía ver lo que iba dentro. Pero ni así se escapaba el billetito a la visión de rayos X de algunos.

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  6. Coincido con el primer comentario de unjibilado en que en el caso de los correos existen además otras variables a tener en cuenta. Pero fuera de las cuestiones técnicas o accidentales, uno puede ser muy locuáz en un diálogo, pero a la hora de escribir ser muy diferente. A veces por pereza, incapacidad de redacción, presuponer de que no se tienen cosas para escribir, y hasta creerse la excusa de la falta de tiempo, son suficientes para no responder debídamente.
    Pero, y esto está claro, cuando realmente se estima a la persona que nos escribe, siempre nos será más fácil e ineludible la respuesta. Sólo cuando no hay una verdadera relación formada, o existen recelos no manifestados, entrarán a tomar relevancia las excusas señaladas.
    A veces incluso no hacen falta diferencias insalvables, sino la simple sospecha de que existen, para que se torne pesado ponerse a escribir un correo, a pesar de que es muy fácil en esta época hacerlo, ya que hemos dejado atrás las complicaciones de la pluma, la tinta, los pesados pergaminos, los sobres lacrados y/o las pegajosas estampillas.
    Además hay que tener en cuenta otra cosa: no es lo mismo una relación cuando el único contacto es y ha sido epistolar, que cuando se tiene la oportunidad de verse cara a cara de vez en cuando. En el primer caso, la falta de respuesta a varias (digamos dos o más cartas) es claramente causal de ruptura. En el segundo caso, también puede significar “ya te veré en algún momento” y ser sólo una muestra de poca educación o de no darle la debida importancia a este tipo de comunicación.

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    1. Has planteado muchas situaciones diferentes en tu comentario, pero ninguna invalida el título de este post: la interrupción del diálogo que supone dejar de contestar un correo en el que se desarrolla ese diálogo, pues aunque se reanunde más adelante con temas distintos ya será iniciar otro diálogo nuevo, que se volverá a romper de forma reiterativa cada vez que una de las dos partes se salte alguna respuesta, haciendo imposible una comunicación fluída en la que dos personas puedan encontrarse y profundizar en su relación sea del carácter que esta sea. Hablamos muchas veces de desencuentros, pero quizá estamos mutilando los encuentros.

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  7. Creo que ya todo ha sido dicho, solo quiero agregar que pienso que no solo estamos perdiendo la capacidad de comunicación, sino las buenas costumbres y no me refiero solo a nivel epistolar.

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    1. Pero las buenas costumbres sobre todo en ese sentido de la comunicación entre las personas, sea por el medio que sea. Quizá la clave está en lo que ha dicho Sofocador de que cuando realmente se estima a la persona que nos escribe, siempre nos será más fácil e ineludible la respuesta. Es decir, que es posible que lo que está en horas bajas es la afectividad, la capacidad de querer y permitir que nos quieran.

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  8. La cuestión es cuánto cuesta contestar, y la verdad es que no es demasiado.

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    1. Muy poco. Solo el tiempo, pues esfuerzo se supone que no debería costar si realmente deseamos hacerlo.

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  9. Muy interesante lo que planteas. Y no creo que se trate de un caso tan raro. Para mi que es una cuestión un poco compleja, pero que de manera genérica puede reducirse a una cuestión de educación ¿porqué? Por el simple motivo de que, más allá de tenerse o no algo que contestar a lo que pueda plantear un correo, lo correcto es -como mínimo- acusar recibo del mismo. Que no actúe así, nos hace sentirnos ignorados o incluso despreciados, cosa que sabemos tanto nosotros como quien ha originado dicho sentimiento... ¿Conclusión?

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    1. Yo iría más allá de la simple educación, ya que cuando se tiene una correspondencia frecuente con una persona se llegan a establecer lazos de amistad y de afecto que pueden verse traicionados cuando una de las dos partes deja de escribir.

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  10. Se me eliminado el primer comentario que escribí. Ya no recuerdo muy bien lo que decía, pero al ponerme al día en los que se han ido incorporando, creo que ya quedan cubiertas casi todas las posibilidades. En definitiva creo que este último comentario tuyo, Senior, lo resume muy bien; claro que esa parte que deja de escribir puede tener motivos personales poco explicables o poco entendibles para el otro para interrumpirlo sin previo aviso. Es complicado intentar averiguar el porqué de esa decisión y lo es también el ponerse en la mente del otro. Resultado, nos quedamos con cara de idiotas...

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    1. Lo siento, Mafalda. Debió ocurrir algo en ese momento, pues no he tenido nada en spam desde hace tiempo. Sería bueno cuando comentamos comprobar si nuestro comentario se ha publicado o no, pero a veces nos vamos con prisa y no nos fijamos en eso. En cuanto al tema que tratamos, yo no contemplo el caso de una persona que deja de escribir definitivamente y que sus razones tendrá para hacerlo aunque sea frustrante que no nos las comunique, sino más bien la correspondencia que se desarrolla de forma intermitente, sin que se pueda dar un diálogo que a ambas partes beneficia.

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